Oda a la ciudad
Analizamos el primer libro de Ana Kinsella, ‘Look Here’, sobre la adaptación de una joven irlandesa a Londres y la urbe como insurrección estética contra lo cotidiano
“Vivir en una ciudad es, notoriamente, una experiencia ambivalente. Atrae y repele, pero para complicar aún más la situación del habitante de la ciudad, son los mismos aspectos de la vida urbana, intermitentemente o de manera simultánea, los que atraen y repelen” (Zygmunt Bauman, Amor líquido).
Los comienzos en una nueva ciudad nunca son fáciles. Ya sea por migraciones forzosas o voluntarias, la adaptación a nuevos ritmos, tiempos, comportamientos sociales o maneras de entender e interactuar con el entorno implican un esfuerzo personal que solo los que lo han experimentado pueden entender.
El debut de Ana Kinsella en su libro Look Here, publicado por Daunt Books, narra, precisamente, el proceso de adaptación de una joven irlandesa a la capital británica. Y cómo, la propia experiencia de vivir en la ciudad –que es la ciudad en sí– se convierte en un relato para entender los problemas urbanos y del territorio, presentando la urbe como el corazón de la insurrección estética contra lo cotidiano.
A través de la experiencia personal, se explica desde lo más mundano hasta los efectos complicados que significa vivir en la metrópoli. Y es que con toda su sincronicidad y serendipia, la obra de Ana Kinsella es una carta de admiración hacia Londres a través de una combinación idiosincrásica de curiosas entrevistas, memorias y flânerie, todo moldeado a través de esa mirada nítida y empática que caracteriza y define su propio estilo.
Se exponen, de manera muy clara, conceptos académicamente complejos a través de experiencias vividas. Por ejemplo, se plantean cuestiones relacionadas con la otredad –¿qué tan extraño es el extraño en la ciudad?, un concepto discutido por filósofos como Zygmunt Bauman–, aspectos relacionados con la producción del espacio acotado por Henri Lefebvre, o qué es lo que afecta la percepción e imagen de la ciudad para amarla u odiarla, como apuntó Kevin Lynch. Y es que, pasear y atravesar las calles londinenses, para la autora, se convierte en una experiencia sensorial a través de sus vivencias.
Hoy por hoy, un fenómeno que se observa en las urbes del mundo es que no solo se celebra la vida, sino también el retorno de la vida después de los estragos de la pandemia. Pero, ¿qué es lo que tiene cada ciudad para atraer nuevos visitantes? Un rasgo evidente es que cada metrópoli es inigualable; y este atributo se consigue atravesando sus calles, que tal como Kinsella escribe, es “moverse a través del tiempo mismo”. Y no solo de la historia, sino también de la historia personal de cada individuo.
Uno de los pasajes más bonitos del texto es donde se explica la importancia del paseo en las ciudades mediterráneas, considerando la manera en que la vida urbana nos coloca íntimamente en contacto con miles de desconocidos y extraños, compartiendo el mismo espacio. Entre los fragmentos del libro, se describe el término italiano “passeggiata” que vale la pena mencionar. Traducido literalmente del libro:
“Passeggiata’ es la palabra italiana que designa el paseo tranquilo y placentero que se realiza a la luz del atardecer. Es una actividad social. No se trata de un paseo por salud o ejercicio, sino de una oportunidad para ver a los amigos y ser visto por todos. Interacciones que normalmente tienen lugar en casas particulares, o al menos en espacios semiprivados como restaurantes o bares, forman parte aquí del ámbito público. Si te encuentras en una concurrida calle italiana justo antes de la hora de la cena, especialmente un domingo por la noche, te darás cuenta de que los locales se visten de gala para la passeggiata. La gente aprovecha la favorecedora luz del atardecer con la ropa que quieren lucir”.
Es decir, el paseo se traduce en un acto de socialización y se convierte en uno de esos placeres citadinos que nos hace ser partícipes de la ciudad. Haciendo un ejercicio de introspección, la passeggiata se materializa en muchas ciudades españolas en forma de rambla, avenida principal o paseo marítimo. Estos espacios se convierten en señas de identidad local y, lamentablemente, también en espacios de atracción y masificación turística.
El paseo se traduce en un acto de socialización y se convierte en uno de esos placeres citadinos que nos hace ser partícipes de la ciudad
De la misma manera que existen estos espacios diseñados para ser abiertos y placenteros, también se mencionan espacios que han desaparecido, otros que sobreviven e inclusos otros que se han hecho más fuertes tras la pandemia. El descubrimiento de la autora de espacios tan perversos como el Coal Drops Yard, denominado como la nueva meca de las tendencias londinenses, aparece en 2018 como un espacio semiprivado cerca de King’s Cross y St. Pancras Station. Diseñado por Heatherwick studio, este complejo solía ser un almacén de carbón en el siglo XIX y hoy, alberga casi 10.000 metros cuadrados de superficie comercial y de ocio. En Seres Urbanos ya hablamos de este tipo de espacios que se transforman en lugares selectos, restrictivos y excepcionales. Y, es precisamente en Londres donde los procesos de privatización del espacio no paran de crecer.
Es relevante mencionar Coal Drops Yard porque la autora detecta este espacio como un sitio que la atrajo por ser tendencia, por su calidad de moderno, innovador y cosmopolita, pero a la vez, lo describe como un punto que esconde el conflicto y donde prima el control, disminuyendo la posibilidad de interacción social entre distintos.
La lectura del espacio a través de la observación y la experiencia, los paseos y las interacciones con los extraños, las relaciones sociales y los vínculos afectivos con determinados parajes son los que nos crean el apego, deseo y afecto hacia la urbe. Pocas veces se escribe sobre una ciudad en concreto desde un enfoque fenomenológico. Y pienso que es interesante promover lecturas de jóvenes escritoras emergentes, donde se explica el entorno citadino desde la observación y la experiencia de navegar por las calles urbanas. En definitiva, escritos que no dejan de ser una carta de amor a la vida citadina; una oda a la vida urbana.
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