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Planeta Futuro
Tribuna
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Un faro para la lucha contra el VIH

En 20 años, el Plan de Emergencia del Presidente de Estados Unidos para el Alivio del sida ha salvado 25 millones de vidas y ha permitido que 20 millones de personas con VIH empiecen el tratamiento antirretroviral, entre otros logros. El director general de la OMS pide que continúe

Vacuna contra el VIH
Participante en los ensayos de la 'vacuna' contra el VIH en la clínica en KwaZulu-Natal, Sudáfrica. Jackie Clausen (Getty)

Hace 20 años, el Presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, puso en marcha el Plan de Emergencia del Presidente de Estados Unidos para el Alivio del Sida (PEPFAR). Cuando asumí el cargo de Ministro de Salud de Etiopía, utilicé los fondos del programa para salvar vidas e invertir la epidemia de VIH que azotaba mi país y gran parte del continente. El liderazgo de los Estados Unidos a través del PEPFAR ayudó a cambiar el curso del VIH en África.

Dos décadas después, y ahora como director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), he visto el impacto mundial del PEPFAR, y en particular en África, Asia y América Latina. Las estadísticas son impresionantes: en 20 años, el programa ha salvado 25 millones de vidas, ha permitido que 20 millones de personas con VIH empiecen el tratamiento antirretroviral y ha evitado que 5,5 millones de bebés nazcan con el VIH. Y cinco países del África subsahariana —que se vieron especialmente afectados— están alcanzando ahora las ambiciosas metas mundiales de que el 95% de las personas que viven con el VIH conozcan su estado serológico, que el 95% de los diagnosticados con infección por el virus reciban tratamiento y que el 95% de todos los que reciben medicamentos que salvan vidas logren la supresión vírica de aquí a 2025.

Sin embargo, todos estos logros podrían estar ahora en peligro. El aumento del coste de la vida, los nuevos conflictos y la crisis climática están ejerciendo presión sobre la ayuda exterior para el desarrollo. Esto está reduciendo los fondos y el interés por programas como el PEPFAR, que han tenido un impacto tan amplio en millones de personas que ya no están condenadas a tener mala salud y a morir prematuramente por el lugar en el que nacieron.

Mientras los representantes estadounidenses siguen debatiendo si vuelven a autorizar el PEPFAR para los próximos cinco años, merece la pena reflexionar sobre el legado de este programa histórico para el VIH y, más ampliamente, para la salud mundial.

En la década de 1980, el VIH era una sentencia de muerte para las personas que se infectaban. Sin embargo, a mediados de los noventa se habían desarrollado nuevas y potentes combinaciones de fármacos que cambiaron radicalmente el curso de la enfermedad y de la epidemia mundial. Debido a las normas sobre patentes, estos medicamentos estaban en gran medida fuera del alcance de las personas que vivían en países de ingreso bajo y medio, lo que en última instancia significaba millones de muertes innecesarias y 14 millones de huérfanos en todo el mundo.

Con la atención de los medios de comunicación centrada en una epidemia mundial de muertes y la reducción de la esperanza de vida en África, las amenazas a las economías y la seguridad sanitaria, y con la creciente labor de defensa por parte de los movimientos populares, la opinión pública estadounidense pidió que se actuara. Y los legisladores de ambos lados dejaron de lado las divisiones políticas y se comprometieron con uno de los programas de salud más ambiciosos jamás emprendidos.

Dos décadas después, el historial del PEPFAR en lo que respecta a salvar vidas y detener infecciones es algo de lo que pueden estar orgullosas las personas y los políticos de todos los colores.

La inversión del PEPFAR sigue siendo catalizadora, ya que impulsa una revolución no solo en la lucha contra el VIH, sino también en la forma en que los países prestan los servicios de salud. No solo ha proporcionado los fondos para adquirir pruebas y tratamientos que salvan vidas, sino que también ha invertido en los sistemas y la infraestructura necesarios para garantizar que lleguen a las personas que los necesitan.

Las nuevas infecciones de VIH entre los niños no han disminuido tan rápidamente como esperábamos

Este enfoque ha contribuido a reducir drásticamente no solo las infecciones por el VIH, sino también las muertes por paludismo y tuberculosis, así como el número de madres y bebés que mueren durante el parto. La OMS ha trabajado con los países para ampliar estos logros y ha certificado la eliminación de la transmisión materno-infantil del VIH en 16 países. Otros países africanos están intensificando sus esfuerzos para alcanzar ambiciosas metas de eliminación.

El progreso mundial contra el VIH es sólido gracias al PEPFAR y a su apoyo bilateral a países y ministerios de salud. Los datos se han utilizado sabia y cuidadosamente para medir la incidencia, las muertes y las poblaciones que han quedado atrás. La integración de esos datos en la programación de salud ha garantizado que la mayoría de los recursos se destinen a las personas con mayor riesgo, lo que es clave para invertir la curva de nuevas infecciones.

El impacto mundial del PEPFAR sigue siendo más claro que nunca. Las tasas de pruebas y tratamiento han aumentado, y en 2022 se registró el menor número de nuevas infecciones por el VIH en décadas, dándose los mayores descensos en los países y regiones con mayor carga de VIH.

Sin embargo, muchas personas siguen iniciando el tratamiento demasiado tarde y mueren con VIH, a menudo sin contárselo a sus amigos y familiares debido a la estigmatización y la discriminación a las que se enfrentarían. Las nuevas infecciones entre los niños no han disminuido tan rápidamente como esperábamos, y existen marcadas disparidades en comunidades de riesgo claves. Sin embargo, las innovaciones para superar algunos de estos retos, como las autopruebas del VIH, la prevención de acción prolongada y las opciones terapéuticas, son cada vez más accesibles, y existe un renovado impulso para acabar con el sida en los niños.

Cuando el Presidente Bush puso en marcha el PEPFAR, el objetivo de una generación libre de sida parecía completamente inconcebible. Ahora es muy real y factible. El PEPFAR no solo actuó como motor contra una amenaza para la salud pública global, sino que también fue una señal de esperanza y solidaridad del pueblo estadounidense hacia sus hermanos y hermanas de todo el mundo. Hoy, el liderazgo de Estados Unidos sigue siendo tan decisivo como siempre.

Al volver a autorizar el PEPFAR, los legisladores enviarían una clara señal al mundo de que Estados Unidos mantiene su compromiso de acabar con el sida y garantizar un mundo sano y seguro para todos. La superación de la división política cambió el curso de la epidemia mundial de sida; mantener ese enfoque bipartidista es nuestra mejor apuesta para poder relegar algún día la enfermedad a los anales de la historia.

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