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Crisis de la covid-19
Tribuna
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Una recuperación económica inclusiva

Sin una acción urgente, perderemos el progreso conseguido y la oportunidad de reconstruir sistemas mejores, más justos y más equitativos cuando termine esta pandemia

Una niña ayuda a un niño a ponerse una mascarilla mientras los residentes hacen fila para recibir bolsas de alimentos gratis en el barrio de Vila Vintem, en Río de Janeiro, Brasil.
Una niña ayuda a un niño a ponerse una mascarilla mientras los residentes hacen fila para recibir bolsas de alimentos gratis en el barrio de Vila Vintem, en Río de Janeiro, Brasil.Bruna Prado (AP)

En los 30 años previos a la pandemia de covid-19, se hicieron grandes avances en el mundo para sacar a las personas de la extrema pobreza, tratar de resolver el problema del hambre y reducir la propagación de enfermedades prevenibles. Merece la pena celebrar este progreso así como los resultados conseguidos gracias al arduo y necesario trabajo realizado por los gobiernos, las empresas, las organizaciones sin ánimo de lucro y una gran cantidad de personas para luchar contra la desigualdad en todo el mundo.

Sin embargo, más de año y medio después del inicio de la pandemia, el mundo corre el riesgo de contar una historia muy diferente sobre los años venideros.

Como resultado de la covid-19, casi 31 millones de personas, muchas de las cuales son mujeres y niños, han caído en la pobreza extrema. Si bien algunos países ahora pueden vislumbrar en el horizonte una recuperación económica a largo plazo, esta expectativa no es universal, ni mucho menos: según datos del Banco Mundial, el 90% de las economías avanzadas volverán probablemente en 2022 a los niveles de ingresos per capita prepandémicos; sin embargo, es probable que solo un tercio de los países de ingresos bajos y medianos se recupere tan rápido.

Los efectos de esta recuperación desigual serán catastróficos y duraderos para los países que se queden a la zaga, y en este momento hay demasiadas personas que corren este riesgo. En regiones como África subsahariana, la población podría enfrentarse a una década o a un periodo aún más largo de ingresos más bajos, deudas más altas, menos oportunidades educativas y laborales y una mayor mortalidad.

En África subsahariana, la población podría enfrentarse a una década de ingresos más bajos, deudas más altas, menos oportunidades educativas y laborales y una mayor mortalidad

Sin una acción urgente, perderemos una generación de progreso, así como la oportunidad que tenemos ahora de reconstruir sistemas mejores, más justos y más equitativos cuando termine esta pandemia.

Por lo tanto, debemos actuar ya. Los líderes deben comenzar a trabajar juntos para lograr una recuperación económica global inclusiva que se centre en las personas más vulnerables del mundo. Para ello hay que actuar con firmeza en tres áreas principales.

Primero, hay que invertir en la salud, la nutrición y la educación, entre otros ámbitos. Invertir a largo plazo en la vida y en los medios de subsistencia de las personas redunda en mayores ingresos para las familias, mayores rentas para los países y sociedades más fuertes. Además, esto nos preparará mejor para futuras crisis sanitarias. Consideremos el efecto de la pandemia en la nutrición mundial: de aquí a 2022, las perturbaciones causadas por la pandemia podrían dar lugar a 9,3 millones más de niños desnutridos y 168.000 muertes infantiles adicionales, lo que sería devastador. Necesitamos apoyar intervenciones efectivas para combatir la desnutrición global, especialmente porque este problema se agravará aún más por el cambio climático. Y a la hora de luchar contra enfermedades endémicas como el VIH, la tuberculosis y la malaria, y garantizar que los niños de todo el mundo estén vacunados contra las enfermedades prevenibles, hemos visto lo importante que es seguir invirtiendo en enfoques multilaterales probados, como Gavi, la Alianza para la Vacunación y el Fondo Mundial de lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria.

Segundo, hay que ampliar el acceso a las oportunidades económicas, lo que implica centrarse en la recuperación económica de las mujeres a través de inversiones en cuidados, inclusión financiera y datos de género. Actualmente hay una reducción del empleo de mujeres que representa 13 millones, en comparación con los niveles previos a la pandemia. Para reconstruir, necesitamos impulsar la I+D con el fin de desarrollar una agricultura resiliente y climáticamente inteligente, de modo que los agricultores puedan mejorar el rendimiento de sus cultivos en el contexto del cambio climático. También debemos invertir en la transformación digital, así como en otras áreas que puedan generar nuevas oportunidades económicas para más personas, en particular las mujeres y los jóvenes.

Por último, debemos enfocar las políticas en la consecución de un crecimiento inclusivo y la prestación de servicios para todos. Al desarrollar sistemas tributarios equitativos, los países pueden generar ingresos sostenibles que pueden ser reinyectados en la economía, mejorando de este modo los servicios públicos y las infraestructuras, por ejemplo. Además, la recopilación de datos más inteligente puede permitir a los gobiernos realizar una asignación más eficaz de sus gastos y llegar de esta manera de forma más efectiva a aquellas personas que se han visto más afectadas por la crisis, especialmente las mujeres.

Estos tres frentes son ambiciosos, sin duda alguna, de ahí que nos preguntemos si el mundo los puede financiar todos.

Para satisfacer las demandas en un momento extraordinario no se podrá echar mano de enfoques ordinarios

La respuesta es sí, siempre y cuando los ministros de finanzas y los legisladores piensen de manera creativa, actúen con valentía y trabajen codo con codo, tal como lo hicieron después de la Segunda Guerra Mundial. Para satisfacer las demandas en un momento extraordinario no se podrá echar mano de enfoques ordinarios.

Hemos entrado en un período que brinda un sinfín de oportunidades para revitalizar instituciones financieras como el Banco Mundial, entre otras. Por ejemplo, en diciembre, los gobiernos de todo el mundo tendrán la oportunidad de apoyar una ambiciosa reposición de la Asociación Internacional de Fomento en su última sesión de promesas de contribuciones. Deben hacerlo.

En este momento, el Fondo Monetario Internacional está poniendo a disposición de sus Estados miembros 650 mil millones de dólares en derechos especiales de giro (DEG) para amortiguar el impacto económico de la covid-19 y permitir financiar su recuperación. Pero debido a que los DEG se asignan en cantidades relativas al tamaño de las economías nacionales, más del 60% de los fondos se han destinado a países con economías avanzadas.

Por este motivo instamos a los países de ingresos elevados a que reasignen al menos 100.000 millones de dólares en DEG a las naciones de ingresos más bajos, a la vez que protegen los fondos existentes de Asistencia Oficial para el Desarrollo. Cuando tome la palabra mañana en el Foro de la Paz de París, pediré a los Estados más ricos que sigan el ejemplo de Francia, que ya se ha comprometido a reasignar el 20% de sus DEG a las economías más pobres del mundo. Si queremos alcanzar los 100.000 millones de dólares en compromisos y, de esta forma, proteger la economía mundial y el bienestar de miles de millones de personas, tendremos que ir más lejos y más rápido, con compromisos aún mayores de incluso más países.

Tenemos una oportunidad única de permitir al mundo que vuelva a progresar en muchos de nuestros objetivos de desarrollo compartidos. Podemos crear un camino que permita una recuperación más inclusiva y duradera y lleve al mundo hacia una mayor igualdad global.

Pero debemos actuar con determinación y debemos hacerlo con rapidez. Tomemos las decisiones correctas para nuestro mundo actual, así como para las generaciones venideras.

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