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Cumbre del clima
Tribuna
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¿Qué falta para lograr cero emisiones netas en los países en desarrollo?

Las naciones más ricas deben facilitar la transición verde de las economías emergentes proporcionando tres recursos: tiempo para adaptarse, apoyo financiero y asistencia en las políticas

En esta fotografía de archivo del 30 de abril de 2009, el humo sale de un incendio forestal cerca del bosque natural Bukit Tiga Puluh en Riau, isla de Sumatra, Indonesia.
En esta fotografía de archivo del 30 de abril de 2009, el humo sale de un incendio forestal cerca del bosque natural Bukit Tiga Puluh en Riau, isla de Sumatra, Indonesia.Achmad Ibrahim (AP)

El reciente informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático advierte que para 2040 el planeta se habrá calentado 1,5 °C, a menos que tomemos medidas urgentes para eliminar las emisiones de gases de efecto invernadero. Después de su publicación, el secretario general de la ONU António Guterres lo definió, adecuadamente, como “una alerta máxima para la humanidad”. El calentamiento global se está convirtiendo en un problema cada vez más urgente y todos tenemos una función que cumplir para combatirlo, pero mientras los funcionarios gubernamentales de todo el mundo se aprestan a fijar las metas de sostenibilidad en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) en Glasgow, no pueden ignorar las dificultades económicas de los países en vías de desarrollo.

La crisis climática se da en un momento en que los gobiernos y las empresas del mundo en vías de desarrollo tienen que lidiar con el impacto de la covid-19. A medida que la economía mundial empieza a salir de la pandemia, resulta obvio que la recuperación de los países emergentes será más lenta... Y el ritmo de entrega de las vacunas complicará aún más la situación económica. Por ejemplo, es posible que los territorios más pobres de África no reciban suficientes dosis como para inmunizar a todos sus habitantes al menos hasta 2023.

Por tanto, aunque reconocemos que solucionar el cambio climático es un imperativo a largo plazo, la prioridad inmediata para los países en vías de desarrollo debe ser el crecimiento económico: revitalizar sus economías, reducir la pobreza y crear empleos. Construir un futuro más ecológico tendrá su recompensa al final, pero los hogares que pasan hambre necesitan alimentos y empleos hoy.

Aunque solucionar el cambio climático es un imperativo a largo plazo, la prioridad para los países en vías de desarrollo debe ser el crecimiento económico

Se espera que, como anticipo de la cumbre COP26, el G7 y el G20 den a conocer planes ambiciosos, que muy probablemente incluirán el requisito de que todos los Estados fijen 2060 como fecha límite unificada para lograr cero emisiones netas. Los grandes inversores y las ONG están exigiendo que las instituciones financieras dejen de apoyar inmediatamente los proyectos de combustibles fósiles y forestales, y descarbonicen sus operaciones. Y los reguladores están ajustando las normas ambientales, sociales y de gobernanza (ASG), aunque la probabilidad de lograr normas armonizadas en lo inmediato es reducida. Todas estas iniciativas son bienvenidas, pero no tienen en cuenta los desafíos que enfrentan las naciones menos pudientes. Por supuesto, estas deben avanzar hacia un futuro más verde y de emisiones netas nulas, pero el ritmo al que se espera que logren ese cambio no es realista. Sin una trayectoria factible hacia las energías verdes y las industrias sostenibles, podrían quedar aún más rezagadas.

Un enfoque más adecuado sería que los gobiernos más ricos faciliten la transición proporcionando a las economías emergentes tres recursos: tiempo para adaptarse, apoyo financiero y asistencia en las políticas.

En primer lugar, aun cuando el G20 debiera unirse en pos de un conjunto de normas mundiales unificadas, debe brindar a los más pobres el tiempo que necesitan para ajustarse a ellas, con fechas límites escalonadas basadas en sus niveles de desarrollo e ingresos. Aunque no debemos desdibujar ni abandonar esas normas, tenemos que reconocer que los países en vías de desarrollo están en desventaja, y necesitan tiempo y recursos para implementar los planes climáticos. Estos planes pueden requerir incluso el uso de combustibles fósiles durante la transición mientras los responsables de las políticas preparan una senda hacia las energías renovables. Mientras tanto, Estados Unidos, Europa y China, que aún son los mayores emisores mundiales de gases de efecto invernadero y tienen la capacidad para avanzar hacia un futuro verde, deben empezar a hacerlo ahora.

Los gobiernos más ricos pueden facilitar la transición proporcionando a las economías emergentes tiempo para adaptarse, apoyo financiero y asistencia en las políticas

En segundo lugar, los ricos deben cumplir sus compromisos de apoyar financieramente los esfuerzos de los más pobres para mitigar el cambio climático y adaptarse a él. Como parte del acuerdo climático de París de 2015, las economías más desarrolladas acordaron proporcionar 100 mil millones de dólares de asistencia anual a los más retrasados hasta 2020, pero un informe independiente publicado en diciembre del año pasado estimó que solo se materializó una fracción de esa asistencia. Mientras estos últimos experimentan dificultades por los costes económicos de la pandemia, este apoyo resulta incluso más crucial para lograr avances en la agenda climática. Para resultar creíbles, los nuevos compromisos deben incluir mecanismos de responsabilización, a diferencia de las promesas anteriores. Esos compromisos podrían estar garantizados por una institución multilateral como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, con el respaldo de asignaciones de derechos especiales de giro (la unidad de cuenta del FMI) de los países desarrollados.

Finalmente, además del apoyo financiero, las naciones emergentes necesitan asesoramiento para las políticas y ayuda para desarrollar su capacidad. Esa orientación podría incluir las mejores prácticas para discontinuar paulatinamente los onerosos subsidios a los combustibles, acceder a la tecnología y desarrollar las instituciones y los incentivos para atraer capitales verdes. Esos recursos los orientarán hacia una senda sostenible que desemboque en un futuro con bajas emisiones de dióxido de carbono. Al mismo tiempo, los beneficiarios deben cumplir sus responsabilidades: crear marcos de trabajo adecuados para evaluar y seleccionar proyectos, monitorear su implementación y medir los avances con indicadores adecuados es fundamental para garantizar la inversión eficaz del capital.

La transición hacia una economía verde es fundamental para el futuro de los países en vías de desarrollo. Después de todo, ellos serán los más afectados por el cambio climático, pero aplicar indistintamente las mismas políticas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero no funcionará. A menos que los Estados más ricos reconozcan los desafíos que enfrentan las economías más débiles y tomen las medidas apropiadas para ayudarlas a reducir a cero sus emisiones netas, todos estaremos peor.

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