“Lo que están viviendo los habitantes de Gaza ahora supera el ‘apartheid”
En las calles de Sudáfrica, país que ha acusado de genocidio a Israel ante la justicia internacional, el apoyo a Palestina convive con los temores de la comunidad judía, la más importante de África
“¡Vuestros padres lucharon y ahora vosotros hacéis lo contrario! Esto era exactamente lo que ocurría durante el apartheid”, grita una joven que lleva una bandera palestina anudada en la cabeza hacia la barrera de policías que le cortan el paso. En un campo del paseo marítimo de Sea Point, en Ciudad del Cabo, miles de manifestantes luciendo kufiyas y banderas palestinas se enfrentan a cientos de policías equipados con grandes escudos de plexiglás y chalecos antibalas.
En el lugar se iba a celebrar una “oración interreligiosa”, justo delante de los majestuosos complejos de apartamentos de un barrio donde vive una importante comunidad judía. El organizador, también judío, quería demostrar que Israel puede contar con el apoyo de Sudáfrica. “No nos callaremos”, puede leerse en los mensajes que se distribuyeron por WhatsApp en los últimos días. Pero, en cuanto esos mensajes llegaron al gran movimiento propalestino de Ciudad del Cabo, miles de manifestantes marcharon hacia Sea Point. Incluso antes de que pudiera comenzar la oración, los manifestantes proisraelíes tuvieron que ser escoltados fuera del campo por los agentes, por temor a un enfrentamiento violento. Y los autobuses que habían venido de otros lugares dieron media vuelta por orden de las fuerzas de seguridad.
Desde que comenzó la guerra entre Israel y el movimiento islamista Hamás en Gaza el 7 de octubre, se han celebrado manifestaciones casi a diario en varios lugares de Sudáfrica, cuyo Gobierno también marcó rápidamente su posición. “Como personas y como organización que hemos luchado contra el régimen opresor del apartheid, nos comprometemos a solidarizarnos con el pueblo palestino”, declaró el presidente Cyril Ramaphosa el 15 de octubre. En noviembre, el país retiró a sus diplomáticos de Israel y el Parlamento votó a favor de suspender las relaciones diplomáticas con Israel y de cerrar la embajada de este país.
Solo hace falta una persona malintencionada que piense, envalentonada por las palabras radicales del presidente, que puede atacar a los judíosKaren Milner, Consejo Judío Sudafricano
El 11 de enero, Sudáfrica acusó a Israel de estar cometiendo “actos genocidas” en Gaza ante el Tribunal Internacional de Justicia de la ONU (TIJ), al que pidió que paralice la ofensiva militar israelí en la Franja, donde ya han muerto violentamente más de 25.000 palestinos. Se espera que los jueces de La Haya se pronuncien este viernes sobre la solicitud de medidas cautelares como solución de emergencia.
La postura sudafricana es comprensible por la historia reciente del país: Pese a estar a 9.000 kilómetros de distancia de Gaza, los sudafricanos simpatizan con los palestinos y hacen un paralelismo entre el apartheid que ellos sufrieron y la ocupación israelí de los territorios palestinos. “Pasamos por lo mismo no hace mucho. Su combate y su lucha me llegan al corazón”, afirma Alie Komape, director de campaña de Africa4Palestine, una organización que convoca regularmente concentraciones propalestinas. En su camiseta se lee una frase de Nelson Mandela: “Sin la libertad de los palestinos, nuestra libertad queda incompleta”.
“Aquí no hay odio a los judíos”
Israel y Sudáfrica tejieron importantes relaciones diplomáticas y militares en la era del apartheid. Una vez abolido este régimen de opresión en 1994, los lazos entre Congreso Nacional Africano (CNA o ANC, por sus siglas en inglés), el histórico partido de Mandela que lleva en el poder en Sudáfrica desde entonces, y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) se afianzaron. En las últimas décadas, según Komape, ambas partes han estado “unidas en su lucha contra el apartheid y la opresión”.
También parece haber algún contacto entre sectores del CNA y Hamás, ya que el responsable de Relaciones Internacionales del CNA llamó al líder del movimiento islamista palestino, Ismail Haniya, el 18 de octubre, alegando que se trataba de una conversación sobre ayuda humanitaria. Pero esa llamada telefónica es vista por los partidos de la oposición sudafricana como un apoyo innegable a Hamás.
En las marchas que se celebran en Sudáfrica, los manifestantes propalestinos exigen sanciones contra Israel y piden el boicot de las empresas que comercian con el país o lo apoyan, aunque Pretoria tiene una importante actividad comercial con Israel. “Aquí no hay odio a los judíos”, afirma con firmeza Komape. “Eso es un problema europeo. Cuando se perpetró el Holocausto en Europa, ya estábamos luchando contra el apartheid. Para mí, los miembros de la comunidad judía son tan solo gente blanca”, agrega.
Israel ha copiado y perfeccionado el sistema sudafricano de apartheidImraan Moosa, manifestante sudafricano
Los activistas esperan también que sus protestas provoquen una respuesta internacional, como la que se produjo en la lucha contra el apartheid. “Queremos que la comunidad internacional tome posición contra Israel como hizo contra el Gobierno sudafricano tras el levantamiento de Soweto”, afirma Komape. El 16 de junio de 1976, en el barrio de Soweto, en Johanesburgo, la policía disparó con munición real contra estudiantes que protestaban principalmente contra la obligación de estudiar en afrikáans, la lengua derivada de los colonos holandeses, alemanes y hugonotes. Decenas de personas murieron en la concentración y en las manifestaciones posteriores. La conmoción internacional causada por la violencia policial ejerció tanta presión sobre el Gobierno que los acontecimientos son vistos ahora como un punto de inflexión hacia la abolición del apartheid.
El odio empieza con palabras
En Johanesburgo, a unos 1.200 kilómetros al noreste de Ciudad del Cabo, muchos vivieron de cerca el levantamiento de Soweto. En un parque del suburbio de Lenasia (que linda con Soweto), hay convocada una concentración a pequeña escala a favor de Palestina. Unas 40 personas pintan banderas y pancartas que luego colgarán a lo largo de la autopista. “¿Quién mata a un niño cada diez minutos? El genocida Israel”, escriben cuatro adolescentes en un gran lienzo blanco. Con pintura roja pintan gotas de sangre que gotean del nombre “Israel”.
“Israel ha copiado y perfeccionado el sistema sudafricano de apartheid”, afirma Imraan Moosa, un hombre de edad avanzada que luchó contra el apartheid en los setenta y asiste a la protesta en este suburbio de mayoría asiática. “Pero lo que los habitantes de Gaza están viviendo ahora supera el apartheid. Al menos nosotros nunca fuimos bombardeados por el Estado”, compara.
Pero en otros barrios de Johanesburgo, el sentimiento es diferente. Por ejemplo, en Glenhazel, un distrito lleno de mansiones fuertemente vigiladas donde vive la mayor parte de la comunidad judía de Sudáfrica, la más importante del continente africano, con entre 60.000 y 70.000 personas. Aquí, la preocupación son los rehenes que siguen en Gaza en manos de Hamás, cuyos milicianos se infiltraron el 7 de octubre en Israel, mataron a unas 1.200 personas y secuestraron a más de 200. Al menos un centenar siguen en manos del movimiento islamista.
A la entrada del supermercado judío Kosher World, mujeres con vestidos largos y hombres con la kipá o casquete judío se detienen a mirar la pared cubierta con decenas de panfletos. “Echemos un vistazo”, dice Zelda, que no quiere que se mencione su apellido. La mujer tarda un rato en encontrar lo que busca. “Mira”, dice, señalando la foto de Aviva Siegel. Es una ciudadana sudafricana, amiga de su madre, que fue secuestrada el 7 de octubre por Hamás, explica. “Pero al presidente Ramaphosa solo le oímos hablar de la causa palestina”, lamenta.
Hace unas semanas, un grupo propalestino entró en el barrio, donde arrancó panfletos con los rostros de los rehenes en manos de Hamás. El suceso desconcertó y decepcionó a numerosos vecinos. “Tememos un atentado”, afirma Karen Milner, del Consejo Judío Sudafricano. “Solo hace falta una persona malintencionada que piense, envalentonada por las palabras radicales del presidente, que puede atacar a los judíos”. Milner dice que su comunidad está siendo acosada con la esperanza de que responda con violencia. “Nos provocan deliberadamente”, asegura.
Cerca de Kosher World, Benji Shulman, representante de la Federación Sionista Sudafricana, está sentado ante un gran cuenco de patatas fritas de boniato. Los empleados negros de esta pequeña cafetería son los únicos que no llevan kipá. El resto no oculta su religión. “La presión sobre la comunidad judía va en aumento”, afirma Shulman, que afirma, al igual que Komape, que las protestas tienen poco que ver con el antisemitismo. “Allí hay una escuela judía, pero a diferencia de Europa, nunca hay esvásticas pintadas en la pared”, explica, señalando al otro lado de la calle. El hombre asegura que sigue sintiéndose seguro en su barrio, aunque sí admite estar preocupado. “No tenemos que escondernos. Todavía no”, dice Shulman, señalando con la cabeza a las familias judías sentadas en la terraza cubierta. “Pero el odio empieza con palabras”.
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