Raji Sourani, abogado gazatí de la delegación sudafricana en La Haya: “La ley de la jungla que aplica Israel es de doble sentido y la rabia que se respira contra Occidente es altísima”
Este defensor de los derechos humanos confía en que el Tribunal de la ONU se pronuncie en dos o tres semanas a favor del fin de las operaciones militares en la Franja e insta a Europa a pedir “el fin del genocidio”
Raji Sourani (Gaza, 1953) salió de la Franja hace más de un mes, cuando su casa fue bombardeada, pero la cabeza y el corazón siguen allí. “Nunca quise irme, pero no tuve elección, me habrían matado”, repite, casi justificándose, en una entrevista con este diario a su llegada a Madrid. Este abogado, fundador y director del Centro Palestino para los Derechos Humanos (PCHR, por sus siglas en inglés), que desde 1995 documenta las consecuencias de la ocupación israelí, ha formado parte de la delegación sudafricana que acusó a Israel de estar cometiendo “actos genocidas” y pidió al Tribunal Internacional de Justicia de la ONU (TIJ) medidas cautelares que paralicen la ofensiva militar en Gaza.
Los ataques israelíes han matado ya a 25.000 gazatíes desde el 7 de octubre, cuando milicianos del movimiento islamista palestino Hamás, que gobierna de facto en Gaza, perpetraron un ataque sin precedentes en territorio israelí, en el que murieron unas 1.200 personas y más de 200 fueron secuestradas.
Los más de 40 años de experiencia de Sourani no impiden que se le escapen las lágrimas al hablar de los miles de heridos que morirán si no reciben atención médica adecuada, de los cadáveres “devorados por perros en las ruinas de Gaza” o de las familias que duermen en la calle y no tienen comida que dar a sus hijos. Está exhausto, pero no logra parar. Después de La Haya estuvo en Bruselas y de Madrid viajará a Dublín, consciente de que el tiempo apremia. Para los gazatíes, que, en un acto desesperado, pueden forzar la entrada en Egipto, y para Occidente, que corre el riesgo de pagar “un precio muy alto” por su inacción.
Pregunta. ¿Cuál es su lectura de lo que ocurrió en La Haya el pasado 11 de enero?
Respuesta. Sudáfrica hizo historia. El país, que moral y legalmente tiene un peso grande por encarnar la resistencia al apartheid, acusó a Israel de actos genocidas ante el TIJ, el tribunal más importante del mundo, invocando una convención que nació justamente para que no volviera a producirse en el mundo un nuevo Holocausto. Esto es histórico. El equipo legal presentó magistralmente los hechos, que son incontestables, así cómo la intención de Israel al cometerlos, que también quedó probada. Porque la arrogancia de los israelíes y el sentimiento de que están por encima de la ley internacional hicieron que sus responsables, desde el presidente y el primer ministro hasta el último diputado, dijeran que limpiarían Gaza, que se nos privaría de agua, comida, electricidad y combustible, que no había gente inocente en Gaza y que éramos animales. Las pruebas son irrefutables.
P. Usted asistió como miembro del equipo legal, aunque también es testigo.
R. Efectivamente. Los abogados sudafricanos me contactaron porque somos colegas, conocen mi trabajo y el del PCHR. Y también nos necesitaban, ya que hicimos de puente con la abogada irlandesa Blinne Ní Ghrálaigh. Irlanda, Palestina y Sudáfrica hablamos la misma lengua, tenemos el mismo espíritu.
Lo decimos alto y claro: esto es un genocidio. Y si la gente fuera a Gaza vería que incluso es más que eso por la forma en que se mata, se destroza todo y se lleva a las personas al límite
P. ¿Tiene esperanzas en la decisión del tribunal? ¿Puede haber intereses políticos que pesen?
R. Nadie puede poner en duda a los jueces de La Haya. Son grandes profesionales con mucha experiencia y son seleccionados cuidadosamente. Este caso no es una farsa, es un caso real y muy bien fundamentado. Llevo 43 años ejerciendo como abogado y lo que se presentó no tiene fisuras. Pienso que el tribunal puede pronunciarse dentro de dos o tres semanas máximo sobre las medidas cautelares que pedimos: fin de la agresión y entrada de ayuda humanitaria. El fondo del caso, la acusación de actos de genocidio, puede llevar uno o dos años como mínimo.
P. Pero a la espera de esa decisión, usted no teme usar la palabra genocidio.
R. Lo decimos alto y claro: esto es un genocidio. Y si la gente fuera a Gaza vería que incluso es más que eso por la forma en que se mata, se destroza todo y se lleva a las personas al límite. Los gazatíes mueren varias veces al día de maneras diferentes. Nadie sabe si seguirá vivo dentro de una hora. He sido testigo de varias guerras y las he documentado, pero nunca imaginé algo así. Ni siquiera imaginé que pudiera existir en la mente de los israelíes la intención de llevar a la práctica el 5% de lo que he visto en Gaza desde el 7 de octubre.
P. ¿Cuál es su última imagen de Gaza?
R. Mi corazón roto al huir hacia el sur con lo puesto. Yo nunca quise irme y hasta hoy me culpo por haberme marchado. La noche en que bombardearon mi casa miré a los ojos de mi esposa y me dije: ‘Está ocurriendo. Son nuestras últimas horas’. Y te sientes inútil, no puedes hacer nada y ves que todo se esfuma. Bombardearon la zona durante más de dos horas hasta que una bomba cayó en casa. Aún no sé cómo pudimos salir. Huimos con nuestro pasaporte y nada más. No tuve elección, porque tengo la certeza de que me habrían matado. Volví dos días después solo a ver cómo quedó mi casa y está claro que fue intencional. En estos más de 100 días de guerra, Israel ha ordenado algunos bombardeos con blancos muy precisos. Después, crucé la frontera con Egipto gracias a amigos, dentro y fuera de Gaza. Me convencieron de que era más útil vivo.
P. A diferencia de 2006, 2008 o 2014, en esta ocasión, ni usted ni la mayoría de la gente en Gaza tiene un lugar donde volver.
R. No hay casas, no hay ni calles... Todo esto es algo muy deliberado. Pero la gente volverá, aunque sea a tiendas de campaña. Y yo también. Creo que entre un 70% y 80% de los habitantes de la Franja querrá regresar. Pero si los gazatíes no salen de esta guerra con justicia y dignidad, Occidente pagará un precio muy alto. La ley de la jungla que aplica Israel es de doble sentido y la rabia que se respira contra Occidente es altísima. Por eso esto tiene que parar ya. Porque la complicidad de la comunidad internacional con Israel tendrá un coste. No se puede convertir eternamente al verdugo en víctima y viceversa.
¡Apoyen el alto el fuego ya! Y sancionen a Israel. Europa tiene que fijar su posición claramente, pidiendo que este genocidio pare. Pueden hacerlo
P. Pero los bombardeos no dan tregua, incluso en Rafah, en el sur, donde se ha desplazado la inmensa mayoría de la población de Gaza por orden de Israel.
R. Cada día mueren 300 o 700 personas en la Franja. Israel puede hacer fácilmente que ese número suba a 3.000 o 5.000 y entonces la gente que está en Rafah saltará la frontera y Egipto no les disparará, porque no pueden dispararles. ¿Por qué no ha pasado hasta ahora? Porque somos resilientes. Israel no ha logrado, por ejemplo, desplazar a toda la población hacia el sur, como pretendía al principio. Sigue habiendo decenas de miles de personas en el norte. Y también está teniendo pérdidas militares importantes.
P. El Alto Representante de Política Exterior de la Unión Europea (UE), Josep Borrell, acusó el viernes a Israel de haber financiado durante años a Hamás para debilitar a Palestina.
R. La UE y Estados Unidos tienen en sus manos la sangre de los palestinos de Gaza. Han dado a Israel un total apoyo político, le han ayudado con vetos contra un alto el fuego y han comprado la idea de que todo esto comenzó el 7 de octubre, cuando realmente empezó hace 75 años. También respaldaron el argumento de Israel de que necesita defenderse. ¿Desde cuándo una potencia beligerante ocupante tiene ese derecho? ¿Estos países están viendo crímenes, están presenciando un genocidio en directo y deciden ignorarlo? ¡Apoyen el alto el fuego ya! Y sancionen a Israel. Europa tiene que fijar su posición claramente, pidiendo que este genocidio pare. Pueden hacerlo.
P. ¿Ese será su mensaje para las autoridades españolas con las que va a reunirse?
R. Europa parecía decir: “El dolor palestino no cuenta, no nos importa su sufrimiento”. España, Bélgica, Irlanda y Luxemburgo dijeron que eso no era así. Cuando Pedro Sánchez y el primer ministro belga se desplazaron al lado egipcio del paso de Rafah, se envió un mensaje fuerte. Necesitamos que varios gobiernos despierten, necesitamos ir más allá y lograr un alto el fuego. Estamos aquí tranquilamente en Madrid conversando, pero mientras tanto la gente está sin agua ni comida en Gaza. Ayer varios miles de personas refugiadas en escuelas tuvieron que salir huyendo. ¿Dónde están ahora? Podemos ser un pueblo resiliente, pero la gente tiene un límite.
Cuando usamos el término genocidio, no hablamos solo de Gaza, también se aplica a Cisjordania y a Jerusalén. Genocidio no significa solo matar a alguien, sino hacerle perder la identidad. Que los palestinos literalmente dejen de existir
P. ¿Los bombardeos israelíes tienen algún efecto en el apoyo de los gazatíes a Hamás?
R. No me importa Hamás. Y a la gente tampoco. En las calles de Rafah hay padres que solo quieren proteger a sus hijos y darles de comer. Israel está presionando a los civiles para que piensen que Hamás es el culpable de todo esto, por los ataques del 7 de octubre, y es perfectamente comprensible que haya palestinos que lo sientan así. Pero esta ofensiva también muestra que Hamás no son cuatro gánsteres. Si lo fueran, en dos semanas esto habría terminado.
P. Mientras el mundo mira a Gaza, la situación en Cisjordania también empeora.
R. Cuando usamos el término genocidio, no hablamos solo de Gaza, también se aplica a Cisjordania y a Jerusalén. Genocidio no significa solo matar a alguien, sino hacerle perder la identidad. Que los palestinos literalmente dejen de existir. Israel está llevando a cabo redadas y ofensivas en diversos puntos de Cisjordania, donde también hay decenas de muertos. Y estos ataques no son solo contra Hamás. Ahí también se está preparando lentamente el terreno para un desplazamiento masivo. No podemos más. Nuestro derecho es vivir en paz, tener trabajo, educar a nuestros hijos... No es posible estar siempre aterrados ante la perspectiva de una nueva guerra, sentir que pendemos de un hilo y que estamos vivos casi por accidente.
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