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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pedro Sánchez en Israel

El presidente del Gobierno muestra ante Netanyahu una contundencia poco usual pero totalmente justificada

handout photo made available by Israel's Government Press Office (GPO) shows Israeli Prime Minister Benjamin Netanyahu
De izquierda a derecha, los jefes de Gobierno de Bélgica, Alexander De Croo, Israel, Benjamín Netanyahu, y España, Pedro Sánchez, este jueves en Jerusalén.GPO/KOBI GIDEON HANDOUT HANDOUT (EFE)
El País

La primera visita al extranjero de Pedro Sánchez como presidente en esta nueva legislatura ha tenido como destino Oriente Próximo: primero Jerusalén y Ramala, y más tarde, El Cairo y el paso fronterizo de Rafah. No es un primer destino habitual, dado que normalmente los jefes del Ejecutivo español visitan países vecinos como Marruecos, Francia, Portugal, pero España ostenta la presidencia de turno de la Unión Europea y el mandatario español —en parte debido a la interinidad de su cargo hasta su investidura hace una semana— era de los pocos líderes occidentales que no habían visitado la zona desde que el salvaje ataque de Hamás contra Israel el pasado 7 de octubre desencadenara una desproporcionada respuesta contra Gaza que, hasta el momento, ha costado la vida a 14.500 palestinos, según fuentes sanitarias de la Franja.

Sánchez ha sido de los últimos, pero también el más contundente, junto a Josep Borrell, al expresar con total claridad ante el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que resulta “realmente insoportable” la muerte “a diario” de civiles palestinos —entre ellos hay 5.600 niños— víctimas de los bombardeos del Ejército israelí. El presidente del Gobierno no ha expresado ni la mínima comprensión ante los actos de Hamás, argumento que suele utilizar Netanyahu ante quienes exigen el fin del baño de sangre desatado en la Franja como represalia. Al contrario, el presidente español ha visto imágenes de las atrocidades cometidas por los terroristas en su ataque —imágenes que el Gobierno israelí no muestra a su población para evitar desmoralizarla— y no ha dudado en reivindicar el derecho a la legítima defensa de Israel, pero también ha subrayado que debe distinguirse claramente entre los objetivos militares y los civiles. Los hechos demuestran que eso no está pasando.

Las palabras públicas del presidente del Gobierno ante Netanyahu y ante el presidente de Israel, Isaac Herzog, se han alejado del habitual tono abstracto que acostumbran a tener los discursos públicos en este tipo de visitas, pero la situación exige esa contundencia. Ha acertado Sánchez al recordar a sus anfitriones que —con todas las diferencias que pueda haber— también la sociedad española sabe bien lo que es sufrir el terrorismo, y que esa experiencia le permite comprender la frustración y el dolor que vive la sociedad israelí. Tampoco puede olvidarse que dos ciudadanos españoles, Iván Illarramendi y Maya Villalobo, figuran entre las 1.200 víctimas de Hamás. Nada, sin embargo, puede justificar una respuesta desproporcionada.

El conflicto entre Israel y Palestina tiene difícil solución, pero el mundo no puede resignarse a dejar de buscarla. El pequeño paso de la tregua de cuatro días que debía haber comenzado ayer, jueves, y está previsto que lo haga hoy, viernes, puede parecer poca cosa, pero, de llevarse a cabo, es un comienzo. El retorno de algunos rehenes israelíes y un mínimo respiro para los civiles gazatíes es un paso clave en la interrupción del enfrentamiento armado.

La política debe actuar. Como apuntó en su discurso de investidura, Sánchez tiene en su agenda trabajar en Europa por el reconocimiento del Estado palestino, es decir, por cumplir con el mandato de la comunidad internacional de facilitar la existencia de dos Estados en paz y viables. Hoy parece difícil, pero nadie ha puesto sobre la mesa una alternativa mejor. Lo urgente es parar la guerra, pero también es importante una solución política al conflicto palestino-israelí que pase por el cumplimiento de las resoluciones de Naciones Unidas. La iniciativa del presidente del Gobierno está en esa línea.

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