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“Cuesta cuatro dólares por persona poner tres platos en la mesa al día, y más de 130 millones de latinoamericanos no tienen esa cantidad”

Lola Castro, directora del Programa Mundial de Alimentos de la ONU en América Latina y el Caribe, pide que se aumenten urgentemente los fondos climáticos y la condonación de deuda para dedicar recursos a adaptación y mitigación

Lola Castro, directora regional de Programa Mundial de Alimentos para América Latina y el Caribe, en Casa de América, Madrid.
Lola Castro, directora regional de Programa Mundial de Alimentos para América Latina y el Caribe, en Casa de América, Madrid.Claudio Álvarez
Alejandra Agudo

Lola Castro (1963, Las Palmas de Gran Canaria) es una “canariona” que ha recorrido todo el planeta con una misión: acabar con el hambre. Como actual directora regional del Programa Mundial de Alimentos en América Latina y el Caribe, reside en Panamá, pero durante tres décadas ha trabajado en “todos los continentes”.

Ahora la necesidad de luchar contra el hambre está en todas partes: las guerras en Ucrania y Oriente Medio, la pandemia de la covid-19 y la crisis climática han tenido un impacto negativo en todo el mundo, “especialmente en el hemisferio sur”, precisa. Entre 691 y 783 millones de personas no tuvieron comida suficiente durante el año pasado, 122 millones más que en 2019, según el último informe sobre seguridad alimentaria de la ONU. Y con este, ya son seis años de incremento del número de hambrientos. “La verdad es que es muy triste; íbamos haciendo progresos”, lamenta. Tampoco en el ámbito de la seguridad alimentaria hay buenas noticias: 2.400 millones de personas se levantan cada día sin saber si esa jornada tendrán algo que llevarse a la boca. De ellos, muchos de quienes consiguen poner un plato en la mesa, no pueden ni plantearse un menú variado y nutritivo.

Las actuales crisis son una tormenta perfecta que azota con dureza a América Latina y el Caribe, subraya Castro. Literalmente, porque los efectos adversos del cambio climático, desde sequías hasta huracanes, se ceban con esta región que además padece estructuralmente unos elevados índices de desigualdad y pobreza, analiza. La pandemia hizo que aún más personas engrosaran esa estadística y hoy la cesta de la compra está tan cara que 131 millones de latinoamericanos no puede permitirse una dieta saludable. Por eso, movilizar recursos para adaptarse a estos fenómenos es vital para sus habitantes: les va el sustento en ello. Y sobre esto ha venido Castro a hablar en una conferencia en Casa América en Madrid, donde además se ha reunido con el Gobierno al que le alaba haber doblado sus contribuciones al Programa Mundial de Alimentos para proyectos en Haití, Venezuela y Guatemala. “España se está convirtiendo en un buen donante”, afirma.

Pregunta. Además de a las personas, ¿qué más mata el hambre?

Respuesta. Lo voy a contar con un ejemplo. Si soy una niña de siete años y voy a la escuela para aprender, para ser alcaldesa en mi comunidad, doctora, enfermera o arquitecta de mayor, y en casa no tienen nada que darme de comer más que un té o un café ―un tinto, como dicen en la región―, llego a la escuela y tengo tanta hambre que no comprendo lo que está explicando mi profesora y no puedo aprender nada porque el estómago me lo impide; básicamente, el hambre está matando mi futuro como una mujer productiva. Está matando que me desarrolle como una persona con salud y con energía, capaz de formar una familia que crezca conmigo. Está matando mi esperanza de salir de la pobreza.

En Guatemala, la desnutrición crónica es de media un 48% de la población. Si te vas a Huehuetenango, donde viven pueblos de origen maya, vas a encontrar hasta un 85%

P. ¿Cuál es la fotografía alimentaria en América Latina y el Caribe hoy?

R. Tenemos problemas estructurales que tienen que ver con la pobreza y la marginación social, sobre todo de los pueblos originarios y los afrodescendientes, que están mucho más atrás en los indicadores de seguridad alimentaria y nutricional. Por ejemplo, en Guatemala, la desnutrición crónica es de media un 48% de la población. Si te vas a Huehuetenango, donde viven pueblos de origen maya, vas a encontrar hasta un 85%.

P. ¿Qué supone este elevado índice?

R. La desnutrición crónica es más difícil de ver. Se detecta cuando las personas son bajitas; no es que sean de menor estatura, es que no han tenido micronutrientes adecuados en el seno de la madre y durante los primeros mil días de vida. Por eso, han crecido menos y, lo peor, los órganos interiores están menos desarrollados, lo que significa un gran costo tanto para los sistemas de salud como para las familias, porque no va a conseguir desarrollar todo su potencial.

P. La región venía haciendo grandes progresos en la lucha contra este mal, pero ahora se han ralentizado, ¿los gobiernos están suficientemente concienciados?

R. Del 3 al 16% del producto interior bruto se pierde por la desnutrición crónica en nuestros países de América Latina y el Caribe. Cuando eres un Gobierno y sabes que vas a perder millones de dólares al año porque no has atendido este problema, quieres invertir. Y muchos lo están haciendo con buenos resultados. Pero las crisis permanentes impiden que los gobiernos sostengan sistemas de protección social que perduren.

Las crisis permanentes impiden que los gobiernos sostengan sistemas de protección social que perduren

P. De hecho, millones no se pueden permitir una dieta saludable.

R. El problema es que el costo de una dieta saludable ha subido enormemente. Ahora cuesta cuatro dólares (3,75 euros) por persona por día poner tres platos en la mesa en tu casa, y más de 130 millones de personas no tienen esa cantidad. En ocho países en los que trabajamos, hay una inflación alimentaria de más de dos dígitos. Los hogares no pueden permitírselo y sobre todo los más vulnerables, los que tienen menos ingresos, salarios más reducidos, mínimos. Otro problema que tenemos es la obesidad por el cambio de las dietas; consumimos comida basura llena de azúcares. Eso también hay que cambiarlo.

Lola Castro
DVD 1186 (07/11/23) Lola Castro, Directora Regional de WFP para América Latina y el Caribe, fotografiada en Casa de América, Madrid © Claudio AlvarezClaudio Álvarez

P. Usted se reúne cada vez más con ministros de Medio Ambiente, ¿por qué?

R. La seguridad alimentaria y la crisis climática cada vez están más relacionadas. Y los huracanes, las sequías, la subida del mar, la pérdida de bosques afectan enormemente a la región. En Nicaragua el año pasado tuvimos un huracán que pasó del Atlántico al Pacífico, que no es una ruta normal, el Julia o el Ian en el oriente de Cuba, y ahora con el fenómeno El Niño, toda la región de Centroamérica y Suramérica está afectadísima. La crisis climática afecta a las comunidades, a las personas, a los hogares y los deja en situación de pobreza. Por eso vemos grandes migraciones.

P. ¿Qué mensaje lleva a la próxima cumbre del clima, la COP28 en noviembre?

R. Hay que conseguir que los fondos climáticos sean mayores; y ya, porque la crisis climática es ahora. En la región tenemos países que van a estar altamente endeudados, especialmente en el Caribe; una innovación financiera podría ser el canje de deuda para actividades de adaptación y mitigación.

P. ¿Qué es adaptación y mitigación en la práctica?

R. Digamos que vives en una zona de sequía en Guatemala y tu cosecha de maíz no sale porque simplemente no llueve en el momento en el que el maíz germina. Pues hay opciones: plantar otros cereales más resistentes a la sequía, sorgo o tubérculos como la yuca, y que también sirven para producir harinas. Luego está el tema de tener sistemas de recolección de agua para el hogar. Y finalmente, la anticipación. Sabemos lo que va a suceder. Hay tantos satélites y unidades meteorológicas en el mundo que podemos hacer predicciones. Y contratar seguros. En Europa todos tenemos nuestras casas o coches asegurados, pues una campesina en Centroamérica o en el Caribe, si está asegurada y pierde la cosecha, podrá plantar de nuevo.

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Sobre la firma

Alejandra Agudo
Reportera de EL PAÍS especializada en desarrollo sostenible (derechos de las mujeres y pobreza extrema), ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Miembro de la Junta Directiva de Reporteros Sin Fronteras. Antes trabajó en la radio, revistas de información local, económica y el Tercer Sector. Licenciada en periodismo por la UCM

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