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Shabana Basij Rasikh, activista afgana: “Mi familia se arriesgó y me envió a una escuela secreta vestida de niño”

Esta educadora fundó un colegio para niñas en Kabul, que trasladó a Ruanda con el regreso de los talibanes, en agosto de 2021. Allí enseña a jóvenes afganas y prepara un programa ‘online’ para quienes no pueden asistir

Shabana Basij-Rasikh, activista afgana premiada por Unicef España
La activista afgana Shabana Basij Rasikh, el día 7, en la sede del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), donde recogió el premio Unicef.Moeh Atitar
Patricia R. Blanco

Shabana Basij Rasikh (Kabul, 33 años) no puede seguir hablando. De visita en Madrid, donde acaba de recoger el premio Unicef España 2023, la pasión con la que describe su labor al frente de la School of Leadership in Afghanistan (Escuela de Liderazgo en Afganistán, SOLA por sus siglas en inglés) queda suspendida durante unos segundos por las lágrimas que comienzan a brotar de sus ojos. Ella, que en los noventa se vistió de niño para poder caminar por la calle junto a su hermana y asistir a una escuela secreta, se emociona cuando piensa en la “valentía y la resiliencia” de las jóvenes afganas que estudian en su colegio. Lo fundó en Kabul, pero logró trasladarlo a Ruanda en agosto de 2021, cuando los talibanes retomaron el poder en Afganistán y ayudó a escapar hasta el país africano a “toda la comunidad” de su escuela, 256 personas, entre trabajadores, estudiantes y sus familias. Ahora continúa trayendo a decenas de chicas afganas hasta su centro en Ruanda y prepara un programa online para educar a las que no pueden asistir.

Pregunta. ¿Le diría a una niña afgana que siguiera su ejemplo y asistiera a una escuela secreta?

Respuesta. Es una decisión increíblemente personal, porque tomar ese tipo de riesgo no es fácil. Es aterrador. Y las consecuencias, si te descubren, son muy graves. Nadie quiere enfrentarse a la brutalidad de los talibanes.

P. Usted lo hizo.

R. Sí. Recuerdo cuando mi familia se arriesgó y me envió a una escuela secreta vestida de niño. Recuerdo estar asustada y pensar lo injusto que era que mis padres tuvieran que tomar esa decisión. Pero solo entendí el valor de esa decisión años más tarde, cuando el régimen de los talibanes cayó y pude regresar a la escuela pública.

P. ¿Por qué?

R. Allí me encontré en una clase donde la mayoría de mis compañeras tenían seis años más que yo. Y fue la primera vez en la que fui consciente del regalo que me habían hecho mis padres al arriesgar sus vidas y nuestras vidas [en alusión a su hermana]. Porque cuando yo fui a la escuela, mi pensamiento y mis aspiraciones cambiaron.

P. ¿En qué sentido?

R. Empecé a mirar a un futuro que era brillante, el de convertirme en una mujer independiente, responsable de mi vida y que toma sus propias decisiones. Yo soy el resultado de la valentía de las mujeres afganas. Mujeres que, en los noventa, abrieron sus casas secretamente para educar a las niñas. Sabían que, si las descubrían, ellas y toda su familia serían castigadas.

Yo soy el resultado de la valentía de las mujeres afganas. Mujeres que, en los noventa, abrieron sus casas secretamente para educar a las niñas

P. La situación vuelve a repetirse…

R. Sí, porque los talibanes han vuelto al poder y han prohibido a las niñas asistir a la escuela secundaria y a las mujeres, ir a la universidad y a trabajar. ¿Y qué están haciendo las mujeres? Enseñar a las niñas. Una mujer me dijo: “Nunca he sido educadora, pero, ahora que no puedo trabajar, mi misión es transferir todos mis conocimientos a las generaciones más jóvenes de chicas”. Las mujeres y las niñas son quienes están en la primera línea de la batalla contra el régimen talibán. Millones de personas se enfrentan al hambre en el país. Y, todavía, en esas terribles circunstancias, las niñas y sus familias buscan desesperadamente oportunidades para que puedan estudiar.

P. ¿Qué impacto tendrá este veto talibán?

R. Las consecuencias serán graves no solo para las niñas, sino para todo mundo. Invertir en la educación de las niñas no solo es beneficioso para ellas, sino para los niños, los hombres y toda la sociedad. Una niña educada se casa más tarde y tiene menos hijos, que estarán, a su vez, más sanos. Una mujer educada, como confirman las investigaciones, tiende a invertir más del 90% de sus ingresos en sus familias, haciendo que tanto sus familias como sus comunidades tengan una vida más saludable y próspera.

Shabana Basij-Rasikh, en Madrid, el pasado 7 de septiembre tras recibir el premio Unicef.
Shabana Basij-Rasikh, en Madrid, el pasado 7 de septiembre tras recibir el premio Unicef.Moeh Atitar
Una niña educada se casa más tarde y tiene menos hijos, que estarán, a su vez, más sanos

P. Tras el regreso de los talibanes en agosto de 2021, logró trasladar su escuela a Ruanda. ¿Cómo lo hizo?

R. No fue fácil, pero estoy muy agradecida por la absoluta generosidad del Gobierno de Ruanda. Fuimos capaces de llevar con seguridad a todos los miembros de nuestra comunidad. Y cuando nos bajamos del avión, fuimos recibidos por funcionarios de Salud, no de Inmigración. Nos llevaron directamente a las instalaciones de la escuela que habíamos alquilado.

P. ¿No llegaron a ver a ningún funcionario de Inmigración?

R. Nos vieron días más tarde, pero para procesar los papeles y darnos las tarjetas de residencia. El increíble apoyo que recibimos en los momentos más difíciles me hizo pensar en que se necesita un liderazgo audaz por parte de muchos países de todo el mundo para mirar a los refugiados de manera diferente, como personas que están obligadas a abandonar su hogar.

Hemos recibido cerca de 2.000 solicitudes de chicas afganas para nuestra escuela física en Ruanda. Solo podemos admitir entre 20 y 30

P. ¿Qué hizo con su escuela de Afganistán?

R. Cuando nos estábamos preparando para dejar el país, recordé la historia de uno de los padres de nuestras estudiantes. Vino a mí para pedirme que cuando los talibanes llegaran al poder —fíjese que dijo “cuando”, no dijo “si”— quemara cualquier documento que sugiriera que sus hijas habían estudiado allí. Dijo que si se descubría, le castigarían por ello en su comunidad. Así que eso hice, destruir todas las evidencias para proteger a las familias de nuestras estudiantes.

P. ¿Cómo es la vida de las estudiantes afganas en Ruanda?

R. Este es el segundo año en el que somos capaces de traer a niñas de comunidades afganas en todo el mundo para estudiar. Son gente joven y muy resiliente. Y aunque cada día que pasa es difícil, porque están separadas de sus familias, son impresionantemente valientes. Están hambrientas de conocimiento. Sé que ellas saben que tienen una gran responsabilidad hacia Afganistán. Y sé que cuando tengan la oportunidad de regresar a Afganistán, lo harán.

P. Está preparando también un programa online de SOLA. ¿Cuántas niñas cree que podrán beneficiarse?

R. Este año hemos recibido cerca de 2.000 solicitudes de chicas afganas procedentes de 20 países diferentes para nuestra escuela física en Ruanda. Y la verdadera dificultad es que solo podemos admitir entre 20 y 30, lo que significa que tenemos que decir que no a muchas chicas que de otra manera estarían en una escuela. Así que miramos cómo llevar la escuela hasta ellas. Por eso, estamos lanzando esta iniciativa online para proporcionar educación a miles y miles de niñas afganas este año y durante los próximos años. No es de ninguna forma un sustituto de una escuela física, pero es una manera de darles acceso a la educación y de conservar la esperanza de que existe un futuro, de que la oscuridad de los talibanes no durará para siempre.

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Sobre la firma

Patricia R. Blanco
Periodista de EL PAÍS desde 2007, trabaja en la sección de Internacional. Está especializada en desinformación y en mundo árabe y musulmán. Es licenciada en Periodismo con Premio Extraordinario de Licenciatura y máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid.

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