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Enfermos que dejan el hospital y taxistas que venden el coche: el fin del subsidio a los combustibles complica la vida en Nigeria

El presidente suspendió en mayo las ayudas a la gasolina vigentes desde los años setenta. Junto a la inflación y la devaluación de la moneda, la medida repercute en el día a día de los ciudadanos

Subsidio combustible Nigeria
Un mercado de tomates en Lagos, Nigeria.Majority World (Majority World / Universal Images / getty)

Foluke Ololade, estudiante de tercer año de Ciencias del Mar en la Universidad de Lagos (UNILAG) en Nigeria, no cree que pueda volver a las clases este octubre. La matrícula se le ha multiplicado por cinco este año, de los 20.000 nairas (algo más de 24 euros) que solía pagar a más de 100.000 (119 euros) para el nuevo curso. “Los ingresos mensuales de mis padres no alcanzan”, explica. Su padre, taxista en Lagos, la capital económica de Nigeria, tuvo que vender su coche, su principal fuente de ingresos, en junio, tras la decisión del recién elegido presidente Bola Tinubu de eliminar la subvención a los combustibles.

La supresión de estas ayudas en Nigeria (218,5 millones de habitantes) no solo ha provocado una subida del precio de la gasolina de 194 nairas (0,23 euros) a más de 600 (0,73 euros) por litro, sino que, sumada a la inflación y la devaluación del naira, ha convertido la vida de muchos nigerianos en una batalla por la supervivencia. “Tras la subida del precio del combustible, mi padre volvía a casa por la noche con apenas ninguna ganancia”, recuerda Ololade. “Ahora muchos viajeros recorren cierta distancia antes de coger un taxi, por ejemplo. Es más difícil que los conductores consigan algún beneficio tras comprar combustible”. Desde que el padre de Ololade vendió el coche, viendo que ya no conseguía suficiente para cubrir las necesidades de la familia, ha guardado el dinero justo para los gastos escolares de sus otros cuatro hijos, que siguen en secundaria y que tienen que volver a sus estudios en septiembre. Últimamente, la familia se abstiene hasta de comprar sus comidas favoritas.

Cuando, el 29 de mayo, el presidente Tinubu anunció la supresión de la subvención a la gasolina, afirmó que la medida era necesaria para mejorar la vida de los nigerianos. “Les pido, con dolor, que se sacrifiquen un poco más por la supervivencia de nuestro país (...) El Gobierno les compensará con grandes inversiones en infraestructura para el transporte, educación, energía, salud y otros servicios públicos”, declaró en junio. Cuatro de cada 10 nigerianos vivían por debajo de la línea nacional de la pobreza —137.430 nairas por persona al año (170 euros)— en 2018, incluso antes de que la pandemia empeorase la situación económica global, según el Banco Mundial. Y este mes de julio, Nigeria declaró el estado de emergencia por inseguridad alimentaria.

Dos hombres llenando recipientes con combustible, en una gasolinera de Lagos.
Dos hombres llenando recipientes con combustible, en una gasolinera de Lagos. Olukayode Jaiyeola (NurPhoto / Getty Images)

Aunque Nigeria es el mayor productor de petróleo de África, el crudo del país se envía al extranjero para ser refinado y luego se trae de vuelta. En 1973, el Gobierno introdujo una subvención del combustible por la que se hacía cargo de parte del coste de importación para así abaratar la gasolina a los ciudadanos. El sistema fue explotado a lo largo de los años por funcionarios corruptos, aseguran algunos políticos y medios nigerianos, y se convirtió, con el tiempo, en una carga, haciendo que el Gobierno gastara la mayor parte de sus ingresos en subvenciones. En 2022 dedicó 9.500 millones de dólares (unos 8.800 millones de euros) en estos subsidios, según datos del Ministerio de Finanzas. Es más que el presupuesto conjunto para educación, sanidad e infraestructuras, según datos de la agencia AP.

“Que Dios tome el control de su salud”

Al igual que la familia del estudiante Faluke Ololade, en los últimos meses muchos hogares nigerianos están sintiendo el dolor de las subidas del coste de la vida en áreas tan vitales como la sanidad. Jeleel Adeosun, un conductor de autobús en el Estado de Oyo, al suroeste de Nigeria, asegura que su madre, que tiene 70 años y sufre de diabetes, ha sido dada de alta de forma prematura de un hospital privado local por no poder pagar sus facturas médicas. Ahora, ya en casa, incluso acudir a citas médicas es un problema, reconoce. “Antes del fin de la subvención del combustible solía gastarme una media de 2.000 nairas (2,40 euros) en el transporte al hospital. Ahora, el precio del mismo viaje se ha triplicado”, lamenta Adeosun. Usa sus escasos ingresos para conseguir comida y otros servicios básicos para su madre enferma en vez de gastarlos en el hospital, ya que, además, los precios de las pruebas, de los medicamentos y de los ingresos hospitalarios han aumentado. Ante la pregunta de si no tiene miedo de que el estado de su madre empeore, Adeosun se limita a decir: “Seguiré rezando por ella y espero que Dios tome el control de su salud”.

En este contexto de sufrimiento generalizado, en el que los principales sindicatos han amenazado en repetidas ocasiones con una huelga general por el fin del subsidio al combustible —paralizada tras el inicio del diálogo con el Gobierno—, algunas empresas están despidiendo personal por el aumento del coste de gastos corrientes. Un empleado de una empresa de hostelería nigeriana, que prefiere hablar de forma anónima, cuenta que en julio 20 de sus 50 compañeros fueron despedidos debido al aumento de los gastos de funcionamiento de la compañía. “Nuestra empresa depende en gran medida de generadores porque el suministro eléctrico es muy inestable en Nigeria. Ahora gastamos enormes cantidades en combustible para satisfacer la demanda de nuestros clientes”, señala. En Nigeria, el 26% de los hogares se abastecen con generadores de gasolina, y lo mismo pasa con el 30% de las pequeñas empresas, según datos del Banco Mundial. “A pesar de haber reducido la plantilla, aún no ganamos lo suficiente para mantener el negocio”, subraya el trabajador. La dirección les dio a los despedidos dos semanas de preaviso para buscar otro trabajo. Ninguno de ellos lo consiguió.

Los últimos datos oficiales de desempleo (un 33%) son antiguos, de marzo 2021, lo que colocaría a Nigeria como el país con más paro del mundo, pero, con un sorprendente cambio de metodología del Instituto Nacional de Estadísticas (NBS, por sus siglas en inglés), la cifra se ha desplomado, en teoría, al 4%. El nuevo sistema considera empleado a cualquier adulto que trabaje al menos una hora a la semana, frente a las 20 horas semanales requeridas antes.

Para muchos nigerianos, aún no está claro cuánto durará este sufrimiento. Firmas como la consultoría financiera Deloitte afirman que los problemas generados por la subida del combustible acabarán a corto plazo si el Gobierno redirige los fondos que se ahorra de estas subvenciones hacia gastos que puedan generar un crecimiento económico significativo, en lugar de gastos recurrentes, como sueldos y salarios.

En un intento de amortiguar el efecto de la penuria económica, el presidente Tinubu anunció a mediados de julio una ayuda de emergencia de unas 8.000 nairas (9,58 euros) al mes para los hogares más pobres de Nigeria durante los siguientes seis meses, pero la decisión recibió críticas por insuficiente. El Gobierno acabó paralizándola. Un mes después, el Ejecutivo federal anunció una ayuda de 5.000 millones de nairas (aproximadamente 6.000 euros) para cada Estado de la federación y 180 camiones de arroz como parte de las medidas contra la subida del coste de la vida, aunque algunos nigerianos han expresado su descontento por el retraso en la distribución de estas ayudas.

Algunos, como la madre enferma de Adeosun, se preguntan si tendrán tiempo suficiente para ver los beneficios a largo plazo del fin de las subvenciones.

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