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Un coche cubierto con pelo de iraníes o tiques de ropa con el rostro de presos uigures: propuestas artísticas para denunciar la represión

Creadores reunidos en una convención de activistas en Oslo reflexionan sobre el uso del arte como herramienta de la disidencia, para denunciar injusticias y promover la movilización ciudadana

Simin Keramati Oslo
La propuesta artística de Simin Keramati, expuesta en Oslo el pasado junio, un coche Paykan recubierto con pelo real de mujeres, muchas de ellas iraníes.P. R. B.
Patricia R. Blanco

Mechones de cabello natural rojos, negros, castaños, rubios y plateados salpicados con trenzas rosas y moradas revisten un Paykan, un popular coche de fabricación iraní manufacturado desde finales de los sesenta hasta 2005. “Es un icono de la memoria colectiva de Irán”, explica la artista iraní-canadiense Simin Keramat sobre el vehículo que ha elegido como punto de partida para su obra de arte. Producido una década antes de la revolución de 1979 que concluyó con la implantación del actual régimen de los ayatolás, Keramat lo ha resignificado con otro símbolo: el pelo que lo cubre lo han donado miles de mujeres, “muchas de ellas iraníes”, que se cortaron en público la melena para denunciar la muerte de Mahsa Amini, la joven detenida por llevar mal puesto el velo y cuya muerte bajo custodia policial desató las actuales protestas en Irán. “Este Paykan representa ahora la resistencia iraní contra el régimen”, cuenta Keramati a EL PAÍS pocos minutos después de desvelar su obra el pasado junio en el Oslo Freedom Forum, la convención de activistas que cada año organiza la Human Rights Foundation (Fundación de Derechos Humanos, HRF por sus siglas en inglés) en la capital noruega.

El arte “es una de las herramientas más poderosas de la disidencia”, afirma Freddy Lim, músico y miembro del Parlamento taiwanés. Lo es, reflexiona, por su poder para inspirar y crear espacios alternativos de debate. El político, fundador del partido Nuevo Poder y cantante de death metal, cree que los “artistas que usan su arte para denunciar han decidido hablar a través de un nuevo idioma”, ya sea la música —como lo fue en su caso, antes de ser elegido como miembro del Yuan Legislativo— o cualquier otra forma de expresión artística, asegura en una charla en Oslo. Por ello, los gobiernos autoritarios de todo el mundo “persiguen, reprimen o censuran” sistemáticamente a los artistas para silenciar la disidencia política, añade Joyce Ho, investigadora de la HRF.

El novelista ugandés Kakwenza Rukirabashaija lo experimentó en su propia carne, cuando fue apresado y torturado por su obra literaria. Primero en abril 2020, tras publicar su primer libro, The Greedy Barbarian (El bárbaro codicioso), una obra que los servicios de inteligencia ugandeses interpretaron como una crítica contra el jefe de Estado del país africano, Yoweri Museveni. Y meses más tarde acabó de nuevo entre rejas tras publicar un nuevo libro, Banana Republic: Where writing is treasonous (República bananera, donde escribir es traición), en el que narra su paso por las cárceles ugandesas. “El disenso creativo es muy positivo para pedir justicia y para mover a otros a imaginar y a actuar”, afirma en una conversación en Oslo tras recibir el premio Václav Havel para la Disidencia Creativa, que otorga desde 2012 la HRF.

La movilización es, precisamente, lo que la cantante ucrania Elizaveta Izmalkova intentó con su performance, Stand up for Ukraine (Ponerse en pie por Ucrania) ganadora también en la edición de 2023 del mismo galardón que Rukirabashaija. El proyecto, en el que trabajó con tres artistas lituanas, consiste en una actuación en directo en el que Izmalkova se une a otras personas en la calle para cantar una canción popular, Chervona Kalyna, símbolo de la resistencia ucrania. “El arte es un arma poderosa que une e inspira a gente en los tiempos más oscuros y yo he decidido usar mi voz como una llamada a la acción para que el mundo libre siga apoyando a Ucrania” frente a la invasión rusa, explica emocionada la artista.

La compositora estadounidense de origen iraní Rana Mansour también decidió utilizar su música y su voz para luchar por las mujeres de Irán. “He decidido traducir a inglés el himno de protesta del cantante iraní Shervin Hajipour, Baraye, ganador de un Grammy, para que todo el mundo pueda entenderlo”, afirma sobre una canción compuesta “literalmente” con tuits de iraníes. Porque es importante, cree, que “todos comprendan cuál es el motivo de la lucha”. La letra, que canta minutos después durante una actuación en la capital noruega, lo deja claro: “Por el bailar en las calles; por el miedo del momento de besar a quien amamos; por mi hermana, tu hermana, nuestras hermanas; por el anhelo de una vida normal…”.

Dibujo del artista guatemalteco Pedro X. Molina.
Dibujo del artista guatemalteco Pedro X. Molina.

La ilustradora ucrania Mariia Loniuk se sirve de dibujos para denunciar la barbarie de la invasión rusa y “describir cosas que no pueden ser descritas con palabras”. “A través de las imágenes, podemos experimentar emociones, sentir dolor o tristeza”, afirma la artista, que confiesa que nunca pensó que tendría que ilustrar la guerra. También utiliza los dibujos el caricaturista guatemalteco Pedro X. Molina para proponer ideas, críticas y reflexiones. “Yo utilizo mis caricaturas para denunciar la represión que sufre mi país, Nicaragua, bajo el régimen de [Daniel] Ortega y [Rosario] Murillo, que han torturado, confiscado e incluso privado a la gente de su nacionalidad. No solo a los opositores políticos sino también a estudiantes, empresarios, periodistas, activistas de derechos humanos e incluso líderes religiosos”, subraya en una conversación en el marco del Oslo Freedom Forum el tercer ganador en 2023 del premio Václav Havel para la Disidencia Creativa. Y para ello, nada como el humor: “Los convierte en demasiado ridículos como para tomarlos en serio”.

Instalación 'Vidas con descuento', expuesta en Oslo el pasado junio.
Instalación 'Vidas con descuento', expuesta en Oslo el pasado junio.P. R. B.

Llamamiento a la acción

Porque el arte, en definitiva, “busca remover conciencias”, subraya Joyce Ho, en alusión a la instalación Vidas con descuento, la propuesta artística de la HRF, presentada por primera vez a principios de año y expuesta en Oslo el pasado junio. El proyecto muestra dos estantes de camisetas. En uno se venden a 44,99 dólares (41,06 euros), mientras que en el otro cuestan 10 veces menos, 4,99 dólares (3,65 euros). El espectador puede recibir un tique por la compra de la más barata. En la tira de papel aparece el rostro de un preso uigur —las imágenes son del llamado Archivo Policial de Xinjiang, desvelado el año pasado en una investigación periodística en la que participó EL PAÍS— con las razones del descuento, como la violación de derechos humanos o el trabajo forzoso, explica Ho. La instalación denuncia a su vez la represión china contra la minoría musulmana uigur de Xinjiang y la utilización de uigures retenidos en los denominados “campos de reeducación” como mano de obra barata para cultivar algodón. Es una llamada a la acción, señala la investigadora. En este caso, al boicot contra las empresas que emplean algodón procedente de Xinjiang en sus prendas.

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Sobre la firma

Patricia R. Blanco
Periodista de EL PAÍS desde 2007, trabaja en la sección de Internacional. Está especializada en desinformación y en mundo árabe y musulmán. Es licenciada en Periodismo con Premio Extraordinario de Licenciatura y máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid.

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