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El manual para derrocar dictaduras de Srdja Popovic: “Hay que encontrar los tentáculos del dinero y cortarlos uno a uno”

El activista serbio, líder del movimiento estudiantil que precipitó la caída de Milosevic, entrena en su organización a activistas de todo el mundo con técnicas del movimiento de la no violencia

Patricia R. Blanco
Sdrja Popovic
Sdrja Popovic, durante el Oslo Freedom Forum.Oslo Freedom Forum

Cuando Srdja Popovic (Belgrado, 50 años) comienza a hablar de cómo un movimiento no violento puede provocar un cambio social, desde la mejora de salarios al derrocamiento de un dictador, parece desplegar un manual de guerra. En los primeros cinco minutos pronuncia palabras como “organización”, “movilización”, “disciplina”, “estrategia” y “tácticas”. Líder de Otpor! (¡Resistencia!), el movimiento estudiantil serbio que precipitó la caída del dictador Slobodan Milosevic, dirige ahora CANVAS (Centro para la Aplicación de Acciones y Estrategias de No Violencia), donde lleva 18 años entrenando a activistas de todo el mundo con técnicas que nunca incluyen agresiones físicas. No es solo por ideología ni responde a una visión idealizada del mundo, sino que es parte del plan para alcanzar la victoria final. Curtido en batallas cuerpo a cuerpo contra la policía de la dictadura serbia cuando era estudiante universitario con la no violencia como arma —“me encanta el olor de los gases lacrimógenos”, bromea—, sabe que “si los movimientos no violentos tienen más éxito que los violentos, es porque aglutinan una mayor participación”.

“El activismo ha cambiado mucho en los últimos años, desde un punto de vista físico, táctico y tecnológico, porque tiene una gran dependencia de las redes sociales”, explica Popovic durante una entrevista en Oslo, donde acaba de intervenir en el Oslo Freedom Forum, la convención anual de activistas que organiza la Human Rights Foundation (Fundación de Derechos Humanos). Pero esa transformación arroja un balance agridulce: “Los movimientos sociales son cada vez más numerosos, pero hay menos casos de éxito”.

A diferencia de lo que ocurría hace una década, las nuevas movilizaciones son “muy horizontales” en cuanto a la toma de decisiones, más difíciles de predecir y, por tanto, de suprimir, y más “espontáneas”, lo que hace que sean capaces de aglutinar a un gran número de seguidores. “Publicas un vídeo y estás tres días acaparando la atención y sumando adeptos”, detalla el activista. Pero los números, advierte, “no lo son todo”.

Los movimientos sociales son cada vez más numerosos, pero hay menos casos de éxito

“Es fácil caer en la tentación de sentirse ganadores por ser muy visibles, por decir que un hashtag es tendencia”, considera Popovic. Pero cuando el movimiento crece de forma horizontal, el liderazgo se diluye. “Sin líderes, es más difícil la organización, y sin organización, es más difícil la movilización; y un movimiento social es imposible sin movilización porque no es capaz de mantener una campaña a largo plazo”, añade el activista. Y subraya la importancia de la constancia: “Los cambios sociales requieren tiempo, no son una carrera, sino una maratón, son un cúmulo de pequeñas victorias con las que vas construyendo una narrativa”.

Primera parte del plan

Para torcer el brazo de los dictadores, hay un elemento, según Popovic, imprescindible en todos los movimientos, independientemente de cuáles sean sus luchas o del espacio en el que sucedan: “Necesitan una visión, un lenguaje común que ponga nombre a lo que quieres y no solo a aquello contra lo que te movilizas”. El ejemplo actual más claro de lo que el activista no haría es Irán. “Puedes ver a millones de personas protestando contra el régimen de Alí Jamenei, pero yo planteo qué ocurriría si tuviera la varita de Harry Potter y pudiera sacar a Jamenei, meterlo en un avión y mandarlo a Siria”, relata. Y se pregunta “¿Cuál es el siguiente paso? ¿Quién queremos que nos gobierne? ¿Queremos que vuelva el sha?”. Porque “quitar al malo”, advierte, “no va a solucionar las cosas”.

Manifestantes en Irán protestan por el asesinato de Mahsa Amini, el 15 de octubre de 2022.
Manifestantes en Irán protestan por el asesinato de Mahsa Amini, el 15 de octubre de 2022.STEFANI REYNOLDS (AFP)

Por eso, el segundo pilar del manual de no violencia de Popovic es la unidad. “Lo más importante para lograr el cambio social no es sumar a los que piensan y son como tú, sino sumar a los que no son como tú, a la gente neutral con respecto a la causa o a la que tiene sus propias afrentas”, dice. Y nuevamente, huye de la idealización del mundo y aterriza en el terreno práctico: “Hay muchos movimientos sociales que pretenden lograr apoyos apelando a la democracia y a los derechos humanos, pero muchas más personas se sumarían si sonara en el discurso la palabra corrupción, que les puede afectar personalmente”.

Esa unidad solo puede canalizarse a través de la organización. “Tienes que saber quién está haciendo qué, cuando, cómo y por qué, lo que significa tener una idea muy clara de por qué hoy hacemos caceroladas o mañana pintamos grafitis”.

Las tácticas

No hay plan posible sin planear tácticas, considera Popovic. Y para ello, es esencial entender el “sitio en el que estás”. “Si te movilizas en Argentina y ocupas las calles, es poco probable que te pase algo porque es una democracia; en cambio, en Irán, lo último que deberías hacer es reunir a la gente para que puedan matarla y facilitar así el trabajo al régimen”, recomienda Popovic.

Porque por encima de todas las reglas y pilares, el principio fundamental de todo activista no violento, por evidente que pueda parecer, es “evitar que te maten”. “El modo de mantener un movimiento no violento no solo depende de tener un programa maravilloso o líderes que hablan muy bien, sino de darle a la gente formas de participar, y habrá más seguidores cuanto menos tengan que arriesgar”, remata. “Tienes que estar seguro de que hagas lo que hagas, evitarás tácticas que arriesguen la vida de las personas, ya que es muy ingenuo pensar que en un lugar como Irán no va a haber un castigo si participa mucha gente”.

Es muy ingenuo pensar que en un lugar como Irán no va a haber un castigo si participa mucha gente

Cuando el movimiento está organizado y tiene muy claro sus objetivos, el siguiente paso es el adiestramiento en la no violencia. “Si tú crees que las cosas se van a poner feas, tienes que entrenar a tu gente para que no realice actos violentos, y eso te hará mucho más poderoso porque los regímenes necesitan desesperadamente que uses la fuerza para tener una justificación con la que atacarte y deslegitimarte”.

Este consejo, según Popovic, es clave porque “si la gente está enfadada, puede caer en la agresión”. “En Serbia formamos una vez una cadena humana para proteger a la propia policía de un grupo de fans del fútbol que pensaron que la forma de protestar y de apoyarnos era atacar a los agentes”, recuerda. Y de nuevo, la táctica: “Esos hombres y mujeres tenían la orden de ir contra nosotros, pero al hacer la cadena cambiamos la situación y provocamos que tuvieran la orden de ir contra la gente que les estaba protegiendo, así que le estábamos creando un gran dilema”.

Aunque para evitar la violencia, no hay mejor táctica que huir de ella. “¿Quieres mandar a la gente a ocupar un parlamento o bloquear una autopista? Son situaciones en las que es muy fácil que estalle la violencia, por lo que solo puedes hacerlo si estás completamente seguro de que tienes a toda tu gente controlada”, explica Popovic. El activista ofrece alternativas. “Si dispones de 100.000 personas que pueden marchar contra edificios públicos, quizás es más inteligente organizar 10 marchas de 10.000 personas por la ciudad”, lo que obligará a la policía a dispersarse y, probablemente, será menos eficaz.

Para determinar las mejores tácticas, “hay que estudiar al régimen contra el que te enfrentas y descubrir qué necesita para sobrevivir, encontrar los tentáculos de la hidra, que suelen ser los del dinero, y empezar a cortarlos uno a uno”, describe con crudeza. “No sirve de nada, por ejemplo, hacer manifestaciones diarias para expresar el apoyo a Ucrania, cuando Rusia sigue financiando la guerra con las exportaciones de petróleo y gas”.

La conclusión para Popovic es que “los dictadores no se mueven por ideología”, sino por mantener su riqueza. El éxito de la revolución de Sudán de 2019, que provocó la detención y caída del dictador Omar al Bashir, es un buen ejemplo de ello. “En lugar de concentrar a la gente en la calle, donde los podían matar porque tenían que enfrentarse a quienes ya habían cometido matanzas [en Sudán del Sur], los activistas dieron un paso atrás y convocaron una huelga”, recuerda. Y una vez más, subraya la importancia de la táctica: “Miras los números que tienes y piensas en cómo usarlos; y en Sudán lograron que los trabajadores de los bancos hicieran huelga, de manera que los bancos estaban cerrados y los cajeros desabastecidos... Y los militares necesitan dinero y no obtienen ninguna ventaja matándote, por lo que la acción de unos pocos fue más efectiva que poner a toda la masa en la calle”. Cuando algo así ocurre, continúa, “es porque alguien lo ha planeado previamente”.

Es la “receta” que recomienda para dictaduras como la de Nicaragua. “Mantener la opresión es muy caro, porque hay que pagar a los policías, y Nicaragua es la más vulnerable de todas las dictaduras de América Latina, porque depende mucho del turismo y no del petróleo”, sugiere.

Pero no hay victoria final si la transición fracasa, como ocurrió en Egipto con la llegada de Abdel Fatah al Sisi, o en Sudán con el golpe de Estado militar. “El momento más arriesgado de toda movilización social es cuando ganas”, alerta Popovic. En ese instante, es fundamental tener planeado quién va a dirigir la transición y cómo lo va a hacer. Y advierte: “La luna de miel tras el éxito de una revolución es muy breve, se crea un vacío de poder y las fuerzas más organizadas, que no son siempre las más democráticas, son las que intentarán ocuparlo”.

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Sobre la firma

Patricia R. Blanco
Periodista de EL PAÍS desde 2007, trabaja en la sección de Internacional. Está especializada en desinformación y en mundo árabe y musulmán. Es licenciada en Periodismo con Premio Extraordinario de Licenciatura y máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid.

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