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El compromiso de Johanna Montero Matamoros: “Están pasando cosas terribles y el arte debe hablar de ellas”

La artista hondureña presenta una exposición en Madrid en la que inmortaliza las turbulencias sociales y políticas de su país y a quienes luchan para lograr un cambio

La artista hondureña, Johanna Montero Matamoros, en su exposición en Madrid, en junio de 2023
La artista hondureña, Johanna Montero Matamoros, en su exposición en Madrid, en junio de 2023Beatriz Lecumberri

Una muñeca de trapo llorosa, con un feto en su vientre y encerrada en una caja de plástico, como si esperara en una juguetería, recibe a los visitantes de la exposición de Johanna Montero Matamoros, en el Instituto de las Mujeres de Madrid. “Es mi Lucía, la muñeca rota. Y tiene una historia inmensa que contar”, explica la artista hondureña. La obra se llama así en homenaje a una niña argentina de 11 años, que quedó embarazada en 2019 tras ser violada por su abuelastro y a la que hubo que practicarle una cesárea porque la autorización para abortar llegó demasiado tarde y ya no le amparaba la ley.

“Cuando escuché la noticia tenía en la mano una muñeca de mi hija. De ahí viene esta obra. También me puse a reflexionar e investigar la situación en mi país, Honduras, aunque hubiera sido mejor no hacerlo”, detalla la artista, en una entrevista con este diario.

Montero, de 43 años, recalca que concibe y disfruta “el arte por el arte”, pero basta detenerse unos minutos en la veintena de obras que ha traído a España para darse cuenta de que su trabajo destila denuncia, compromiso y dolor, e inmortaliza las luchas sociales de los últimos años en Honduras y a quienes las han protagonizado.

“En 2019, hubo entre 800 y 900 niñas de entre 10 y 16 años embarazadas en mi país, según los registros médicos. El número real seguro fue mucho mayor y, desde entonces hasta ahora, ha crecido de manera atroz. Están pasando cosas terribles y el arte también tiene que hablar de ellas”, continúa Montero, haciendo referencia al mensaje de su muñeca rota, mientras guía por su exposición, que está abierta al público hasta el 3 de julio y forma parte de la agenda cultural del Instituto de las Mujeres, que depende del Ministerio de Igualdad. Según cifras del Fondo de Población de la ONU (UNFPA), en Honduras 89 de cada 1.000 chicas son madres adolescentes, un número superior al promedio de la región de 61 por 1.000 niñas, y más del doble de los valores mundial. Pero en el país centroamericano no se puede abortar por ley bajo ninguna circunstancia.

En mi país han pasado muchas cosas en estos años y yo quiero representar aquí a la gente que ha estado en la lucha todo este tiempo
Johanna Montero Matamoros

“Esto es una marcha de los indignados en San Pedro Sula, la ciudad en la que vivo”, prosigue Montero, señalando una gran obra en la que han quedado inmortalizadas en negro las huellas de los zapatos, carritos de bebé o bicicletas de decenas de personas. “Es una pieza participativa que intenta dejar constancia de las protestas históricas de 2015 a favor de una comisión anticorrupción. Puse un lienzo en el suelo, pintura al lado y la gente pasó. Esto son sus pisadas”, agrega esta mujer de gesto dulce y voz pausada, que contrastan con la crudeza de muchas de sus obras.

En 20 años de grabados y de estampas, la artista hondureña ha defendido el feminismo y la libertad de expresión, ha puesto sobre la mesa los derechos de los indígenas y de los migrantes, ha elogiado a defensores de la tierra y la biodiversidad. Su exposición es un retrato personal de Honduras en el que se mezclan caminantes, mujeres enfermas amamantando, jóvenes manifestándose, pueblos ancestrales defendiendo su tierra y manos alzadas que dicen basta. “En mi país han pasado muchas cosas en estos años y yo quiero representar aquí a la gente que ha estado en la lucha todo este tiempo”, afirma.

“Esta es Berta Cáceres”, continúa, refiriéndose a la defensora ambientalista hondureña asesinada en 2016. En el grabado aparece un esqueleto, escoltado por mujeres, río y bosque. “No la quise representar como lo hace todo el mundo. A Berta nos la mataron. El legado que ha dejado es inmenso, pero aún estamos esperando que se detenga a los autores intelectuales de su asesinato”, explica.

Johanna Montero Matamoros, en su exposición en Madrid, en junio de 2023
Johanna Montero Matamoros, en su exposición en Madrid, en junio de 2023Beatriz Lecumberri

El dolor y el arrullo

En su exposición, Montero también denuncia la usurpación de las tierras ancestrales de pueblos indígenas, como los garífunas, que viven en el litoral atlántico de Honduras y se ven acechados “desde hace una década” por el crimen y por poderosos grupos económicos interesados en explotar sus riquezas.

La artista se detiene ante dos televisiones que muestran dos de sus iniciativas de los últimos años. La primera consistió en empapelar sedes de instituciones oficiales u organismos públicos con un grabado que citaba un derecho humano, como salud o educación. “Porque tenemos derecho a tener derechos”, insiste Montero. La segunda se produjo en 2009, en vísperas del golpe de Estado contra el entonces presidente Manuel Zelaya, cuando la artista decidió convertir a gente que vivía y trabajaba en las calles en candidatos políticos ficticios, inmortalizándolos en imágenes en las que lucían objetos con la consigna “Vota por mí”. “La idea era preguntarnos si nosotros, los ciudadanos, elegimos o nos imponen a los presidentes. Porque tenemos la sensación de que no escogemos a quien nos gobierna. Hasta hoy”, explica.

En un país como el mío se privilegia que los espacios, las becas, las oportunidades y los fondos sean para los hombres
Johanna Montero Matamoros

Tras el golpe de Estado, Honduras fue gobernado brevemente por Roberto Micheletti, que fue reemplazado por Porfirio Lobo (2010-2014) y posteriormente por Juan Orlando Hernández, que dejó el poder en enero del 2022 tras ocho años de turbulenta gestión marcados por polémicas, fraudes y corrupción, y fue extraditado a Estados Unidos, donde estaba acusado de narcotráfico. Lo sustituyó en el poder Xiomara Castro y hondureños como Montero celebraron el retorno de la izquierda “y de la legalidad”.

“Teníamos esperanzas con este Gobierno, pero lo tiene difícil, porque hay mucha gente dentro del poder que está en su contra. Entonces no está pasando gran cosa y la presidenta tiene poco margen de maniobra, sobre todo en el poder judicial”, explica la artista.

Montero se gana la vida dando talleres y formaciones, y tiene proyectos siempre con campesinas y mujeres que viven en zonas peligrosas de su ciudad. “Son mujeres, muchas veces analfabetas, a las que enseño a hacer grabados o a fabricar tintes de ropa, con productos como remolacha, para que puedan encontrar alguna forma de ganarse la vida”, explica.

Hija de un impresor y de una vendedora de telas, Montero afirma que la tinta “corre por sus venas desde siempre”, aunque ser artista y mujer en Honduras haya sido remar contra la corriente. Por eso en la exposición también se ha inmortalizado ella misma. Su silueta, sentada en el suelo, casi acurrucada, aparece estampada en un lienzo color crudo, con un cordón umbilical rojo que le sale del vientre, casi en espiral, como un fogonazo.

“Esta soy yo, artista, madre de mis dos hijos, esposa... Me ha costado ser lo que soy y decir: ‘Soy artista’. En un país como el mío se privilegia que los espacios, las becas, las oportunidades y los fondos sean para los hombres. Por eso, ver mis obras en este lugar en Madrid es un sueño maravilloso”, celebra.

La exposición de Montero se titula Crónicas del tiempo, del dolor al arrullo. “Porque después de ver estas realidades o de escuchar las noticias, una necesita llegar a casa y que alguien la abrace. Eso es el arrullo, también he querido inmortalizar ese amor que nos reconforta y ojalá todas las personas plasmadas en mis obras pudieran recibirlo al final del día”, se despide.

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