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Un ejército de recicladores de basura conectados a través de una aplicación en Ecuador

Los vecinos localizan y contactan a los que recogen la basura para entregarles el material a través de la plataforma Reciveci, que ha mapeado a 1.600 de estos trabajadores en 11 localidades y ahora se expande a otros países de la región

Mujeres recicladoras de Ecuador
Chiarra Negrello, recicladora, en Quito (Ecuador), en 2019.Chiara Negrello

Los martes, jueves y sábados, Blanca Pulupa Analuisa y su familia llegan a casa hacia las dos de la madrugada, después de viajar una media hora en la parte trasera de una camioneta, aguantando el frío que se cuela en el cuerpo pese a las prendas de lana. Viajan así porque deben sujetar los sacos llenos de botellas plásticas, papeles y cartones que han recogido durante la jornada, y también porque no tienen dinero para alquilar otro vehículo que les lleve hasta uno de los valles de Quito, la capital ecuatoriana, donde viven. Cuando no viajan con la basura se dedican a limpiar, clasificar y vender todo lo que han recogido para llegar a una paga mensual de entre 100 y 120 dólares (93 y 111 euros), una cantidad que ni se acerca al salario mínimo de Ecuador, establecido en 450 dólares (416 euros).

La familia Pulupa Analuisa lleva 20 años hurgando en la basura, una tarea en la que participan Blanca, su madre, sus hijas, su esposo y su hermano. Todo empezó cuando la madre de Blanca se quedó viuda y su única opción fue ir a los basureros de la ciudad. “Nos veían con malos ojos, éramos poca cosa”, recuerda la mujer, que ahora tiene 44 años y lucha por dignificar su trabajo.

Parte de la historia de esta familia está explicada en la aplicación Reciveci, lanzada en 2018 para permitir que los recicladores y vecinos interactúen. Gracias a ella, se puede situar a los colectores de basura en un mapa de la ciudad y así los ciudadanos pueden contactar con ellos y entregarles en mano el material. Detrás de la iniciativa están tres mujeres: Paula Guerra, Lorena Gallardo y Claudia Andrade, convencidas de que hay que integrar a los recicladores de base en el sistema de gestión de residuos sólidos de las ciudades y pagarles un sueldo.

Gladys Pulupa mientras lleva una bolsa de basura recogida por la noche en Quito (Ecuador), al centro de recogida de su casa, en agosto de 2019.
Gladys Pulupa mientras lleva una bolsa de basura recogida por la noche en Quito (Ecuador), al centro de recogida de su casa, en agosto de 2019.Chiara Negrello

Reciveci pudo comenzar a funcionar gracias a una primera aportación de 600 dólares (555 euros) de la ONG chilena Ciudadanía Inteligente. Una campaña de micromecenazgo les permitió reunir 7.000 más (6.477 euros). “Fue una propuesta ciudadana construida con los sueños de muchísima gente que no nos conocíamos, pero que teníamos un objetivo: queríamos que los recicladores de base fueran visibilizados”, explica Guerra. Con la creación de la aplicación, la iniciativa siguió creciendo.

La aplicación registra 18.000 descargas y han mapeado a 1.600 recicladores en 11 localidades del país

En 2022, el proyecto recibió 100.000 dólares (93.000 euros) al ser una de las 36 startups reconocidas por el programa estadounidense Accelerator 100+. Eso les permitió ampliarse a otras ciudades en Ecuador. Ahora la aplicación cuenta con 18.000 usuarios y ha mapeado a 1.600 recicladores en 11 localidades del país. Además de detallar las vidas de recicladoras como Blanca, han implementado un programa que permite trazar el recorrido los residuos y vender esta información a empresas que necesitan indicadores sobre responsabilidad medioambiental. Esta idea les ha llevado también a República Dominicana y Perú. En el primer país están ejecutando un proyecto piloto con una cervecería que quiere saber con precisión cuántas botellas de vidrio se recuperan a través de las tiendas de barrio.

Objetivo: un sueldo fijo

“Los recicladores hacen la tarea a los ciudadanos que no separan los residuos, a los comercios que no informan sobre los productos que comercializan, a las industrias que producen envases y empaques y que no asumen responsabilidad alguna por la contaminación”, opina Federico Parra, especialista en Economía Social y Solidaria para Latinoamérica de WIEGO (una red global de investigación para mejorar las condiciones de los trabajadores en la economía informal). “Pero, sobre todo, los recicladores hacen la tarea al Gobierno, pues gestionan un importante porcentaje de residuos que de otra forma terminarían reduciendo la vida útil de los rellenos sanitarios o vertederos a cielo abierto”.

En América Latina y el Caribe se generan 231 millones de toneladas de Residuos Sólidos Municipales al año. Esto equivale a 0,99 kilos por persona al día, según cifras del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que calcula que solo se recicla un 5% de estos desechos. La institución estima que en la región hay dos millones de personas que trabajan en la recolección y clasificación del material reciclable, responsables de hasta el 50% de la recuperación del material reciclado.

Lucía Fernández, secretaria general de la Alianza Internacional de Recicladores, que agrupa a medio millón de trabajadores de 34 países, cuenta que llevan 20 años trabajando por la visibilización del colectivo. “Los recicladores son los que vienen limpiando la mugre a las grandes compañías, y aunque ya se ha logrado situar a estos trabajadores en el plano internacional, en las conferencias del cambio climático y en otros foros, todavía hay trabajo”, dice.

Tenemos que saber los horarios y las rutas de los camiones de basura para poder ir más rápido, meter la mano en la basura y sacar rapidísimo lo que nos sirve
Blanca, recicladora

La aplicación Reciveci también ha logrado que la familia Pulupa Analuisa legalizara su asociación de recicladores hace dos años. La llamaron Sonreír, y su sueño es que un día les paguen por sacar de la basura todo lo que puede tener una segunda vida. De momento tienen que competir por la basura en las calles con otros recicladores, ecuatorianos y extranjeros, gran parte de ellos venezolanos, que también buscan subsistir vendiéndola. Las botellas de plástico son las más preciadas, porque por unas 30 botellas (un kilo) se pagan 50 o 60 centavos de dólar (0,46 a 0,55 euros). “A veces nos roban la basura ya clasificada, es un problema, por eso vamos con nuestros maridos o pagamos algo más al conductor de la camioneta para que nos ayude a vigilar”, cuenta la recicladora. Además, tienen que ser más veloces que los servicios municipales de recolección, que empiezan a hacer su trabajo cuando cae la noche. ”Tenemos que saber los horarios y las rutas de los camiones de basura para sacar rapidísimo lo que nos sirve”, explica.

Una mujer saca bolsas de basura de los contenedores para abrirlas, en Quito, en agosto de 2019.
Una mujer saca bolsas de basura de los contenedores para abrirlas, en Quito, en agosto de 2019.Chiara Negrello

Reciveci también ha conseguido instaurar el cobro a los usuarios que deseen un servicio exclusivo de recogida, es decir, en un horario y con una frecuencia determinados. Algunos complejos residenciales y empresas se han suscrito a este servicio premium y las recicladoras que lo atienden ganan 2,5 dólares por hora (aproximadamente 2,29 euros). No es mucho y no ocurre tan a menudo, pero es la primera vez que estas mujeres y sus familias cuentan con un salario fijo por su trabajo.

“Cochinos, comebasuras

La aplicación forma parte de un proceso mucho mayor que empezó en el Encuentro Internacional de Recicladores de Oficio organizado en Colombia, en 2008. De allí nació la Red Nacional de Recicladores del Ecuador (Renarec), con ocho asociaciones iniciales. La meta de la Renarec es dar los mismos pasos que han dado sus iguales en Bogotá, que ya cobran por su trabajo. El programa Basura Cero, gestado durante la alcaldía de Gustavo Petro (2012-2015), permitió a los recicladores participar en la licitación del servicio de aseo de la ciudad. En la región, además de Colombia, solamente Brasil ha conseguido avances significativos para reconocer y remunerar a los recicladores.

En Ecuador, por ahora, el mayor logro de la organización de los recicladores es haberse despojado de la vergüenza que impregnaba su labor. “Antes nos llamaban de todo. Nos decían cochinos, comebasuras, pensaban que éramos unos alcohólicos que buscamos en los desechos y nos avergonzábamos mucho. Hasta nuestros familiares nos discriminaban y nos preguntaban por qué no buscábamos un trabajo digno”, explica Elvia Pisuña, actual presidenta de Renarec.

La recicladora Elizabeth Pulupa carga por las calles de Quito un saco lleno de basura hasta el camión, en agosto de 2019.
La recicladora Elizabeth Pulupa carga por las calles de Quito un saco lleno de basura hasta el camión, en agosto de 2019. Chiara Negrello

Elvia, su esposo, su hija y su hermana son parte de la asociación Quitumbe, nombre del barrio donde viven en Quito. Esta mujer de 52 años empezó a hurgar en los vertederos a los 14 años. “Nuestros abuelos fueron los que empezaron a buscar en la basura algo que les sirviera”, recuerda.

Primero trabajaban en las quebradas del sur de la ciudad, en las que se tiraba la basura, pero en el año 2000 fueron rehabilitadas y los recicladores se trasladaron a otras zonas. Actualmente, la veintena de miembros de Quitumbe recogen otros materiales más cotizados, como la chatarra, y su ganancia a fin de mes, tras pagar el transporte y el alquiler del lugar donde almacenan la basura clasificada, oscila entre los 200 y los 250 dólares (183 y 229 euros) por persona. “Ahora queremos pelear por un pago por el servicio que damos”, concluye la recicladora.

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