Gaza se queda sin panaderías por la falta de harina y combustible: “Si un misil israelí no mata a mis hijos, el hambre lo hará”
Desde el 2 de marzo no entra ayuda humanitaria en la Franja, donde los alimentos y bienes de primera necesidad se están agotando. El pan es ya un lujo y la desnutrición vuelve a afectar a miles de palestinos, especialmente a niños

Mohammed Karkira se inclina sobre una fogata alimentada con restos de tejidos y madera rescatados de su casa bombardeada en el norte de Jan Yunis, en el sur de la franja de Gaza. Los ha llevado hasta su refugio en la cercana zona de Al Mawasi, para poder cocinar un plato de pasta. Es la octava vez que la familia come pasta en dos semanas, pero es prácticamente lo único que se puede encontrar. Karkira mezcla una cucharada de salsa de tomate en agua hirviendo y trata de convencer a sus hijos de que coman un plato del que ya están hartos. Pero no hay alternativa.
Este hombre de 47 años, padre de cuatro hijos, no puede permitirse algo tan básico como la harina, ahora un producto de lujo en Gaza, sobre todo desde que Israel negó de nuevo la entrada de cualquier ayuda humanitaria el pasado 2 de marzo.
“Estamos comiendo dos veces al día, eliminando prácticamente el pan de la dieta, reduciendo las porciones al mínimo, recurriendo casi siempre a los productos enlatados... No sé cómo llamarlo. Es morir de hambre, simple y llanamente”, dice a este periódico. “La ocupación sabe lo que hace. Si un misil israelí no mata a mis hijos, el hambre y las enfermedades lo harán. Es un tipo diferente de guerra, pero igual de mortífera”, agrega.
Israel puso punto final al alto el fuego en Gaza y reanudó los bombardeos el 18 de marzo, cuando la tregua iba a cumplir dos meses. Desde entonces, ha intensificado sus ataques aéreos y operaciones terrestres en Gaza y ha impuesto severas restricciones de movimiento. Más de 1.500 palestinos han perdido la vida en estas tres semanas; entre ellos, trabajadores humanitarios y periodistas, y 390.000 gazatíes han tenido que desplazarse de nuevo, según cifras de la ONU.
Karkira estira como puede las reservas de comida que les quedan y ya está pidiendo dinero prestado a sus parientes para comprar harina, que se vende a más de 100 dólares por 25 kilos, frente a los 15 dólares que costaba antes de la guerra porque ya apenas quedan reservas. A este padre de familia lo que más le preocupa es lo que vendrá después. “¿Qué voy a hacer si los pasos fronterizos permanecen cerrados? ¿Con qué voy a alimentar a mis hijos cuando se haya acabado la poca ayuda que nos queda? ¿Es el mundo realmente tan impotente frente a lo que nos está pasando?”, se pregunta.
El secretario general de la ONU, António Guterres, advirtió el 8 de abril de que “la ayuda se ha agotado” y denunció que “Gaza se ha convertido en un campo de exterminio y los civiles viven bajo una espiral de muerte sin fin”, al tiempo que pidió una nueva tregua y la liberación de los rehenes israelíes que siguen en manos del movimiento islamista palestino Hamás. Un día antes, los responsables de las principales agencias de la ONU denunciaron que los 2,1 millones de personas que viven en Gaza “vuelven a estar atrapadas, bombardeadas y hambrientas, mientras que en los pasos fronterizos se acumulan los alimentos, medicinas, combustible y material de construcción de refugios”.

“Las 25 panaderías apoyadas por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) durante el alto el fuego tuvieron que cerrar debido a la escasez de harina y gas para cocinar (...) Las afirmaciones de que ahora hay comida suficiente para alimentar a todos los palestinos de Gaza distan mucho de la realidad sobre el terreno, y los productos básicos se están agotando”, advirtieron.
Desde el 7 de octubre de 2023, un total de 50.933 gazatíes han muerto violentamente en esta guerra, según cifras del ministerio de Salud de Gaza, controlado por Hamás. En Israel, según datos de la ONU, han perdido la vida unas 1.200 personas, la inmensa mayoría en los atentados de Hamás del 7 de octubre de 2023, y se calcula que la milicia palestina tiene en sus manos todavía a 59 rehenes. Algunos de ellos habrían muerto.
Cada pedazo de pan cuenta
La ONU estima que 60.000 niños en Gaza necesitan tratamiento por desnutrición aguda. Karkira dice que sus hijos ya están mostrando síntomas. “Están débiles. No pueden jugar ni caminar como antes. Mi hijo mayor se desplomó dos veces. Los médicos dicen que no está enfermo, solo desnutrido”, explica.
Unicef ha advertido de que, sin la entrada de ayuda desde el 2 de marzo, se prevé un aumento de la desnutrición, las enfermedades y otras afecciones prevenibles, lo que incrementará el riesgo de muertes infantiles evitables. “Unicef tiene miles de palés de ayuda a la espera de entrar en la franja de Gaza”, recordó Edouard Beigbeder, director de Unicef para Oriente Medio y el Norte de África. “No se trata de una elección o de un acto de caridad: es una obligación según el derecho internacional”, añadió.
Con todas las panaderías cerradas, muchas familias dependen de los hornos de barro para hornear pan. En el centro de Jan Yunis, muchas personas que carecen de combustible y gas hacen cola entre los escombros para usar dos hornos manejados por una madre y su hija, a las que pagan unos céntimos.
Nasma Abdelhamid, de 39 años, solía trabajar media jornada. Ahora, hornea desde el amanecer hasta el atardecer. “Las familias de ocho personas están haciendo entre 15 y 20 panes cada dos días”, dice. “Algunas madres dan su parte a los niños porque no hay nada más que comer. Cada pedazo de pan cuenta”, describe.
Antes de que la frontera volviera a cerrar y el alto el fuego en Gaza se esfumara, las panaderías vendían pan a precios subsidiados gracias al apoyo de la ONU. Una bolsa de dos kilos costaba alrededor de medio euro.
Abdelhamid dice que se siente como en los primeros días de la guerra, en octubre de 2023, cuando el pan casi desapareció de Gaza. Su propia familia, de 10 personas, depende en gran medida de la comida enlatada. Su marido, como la inmensa mayoría de los gazatíes, está desempleado. Las verduras, si se encuentran, cuestan más de nueve euros el kilo. La carne y la fruta han desaparecido por completo de los mercados.
“No conviertan el pan en arma de guerra”
Abdelnaser al Ajrami, jefe de la Asociación de Propietarios de Panaderías de Gaza, explica que recibían harina y combustible del PMA y que las 25 panaderías trabajaban sin descanso porque eran un verdadero salvavidas para la población.
“Esto es matar de hambre a la gente. No hay otra palabra para describirlo. Las familias dependían del pan subsidiado por el PMA. Ahora no pueden permitirse la harina, y aunque puedan, no tienen combustible para hornearla”, describe Al Ajrami. “Le dijimos a Israel y a la comunidad internacional: no conviertan el pan en arma de guerra. Se trata de una cuestión humanitaria, no política”, insiste.
Hace 10 días, cuenta el responsable, la Coordinación de Actividades Gubernamentales en los Territorios (COGAT, según sus siglas en inglés), la entidad militar israelí que controla la ayuda que llega a territorio palestino, le pidió que enumerara las necesidades que tenían los panaderos en Gaza. Él respondió que 300 toneladas de harina y 24.000 litros de diésel al día, pero no ha llegado nada.
Por su parte, Ali Wafi, responsable para Gaza en la Asociación palestina de Desarrollo Agrícola (PARC, por sus siglas en inglés), explica que actualmente menos del 20% de las tierras productivas de Gaza se está utilizando debido a la destrucción del terreno, los desplazamientos y la pérdida del acceso a algunas zonas de la Franja. “Si el ejército israelí invade nuevas áreas, desplaza a más familias y destruye más granjas, la hambruna se intensificará”, dice Wafi. “Necesitamos reiniciar la vida y reconstruir los sistemas alimentarios locales en la medida de lo posible, para que no dependamos completamente de la ayuda”, insiste.
Esta entidad ha reducido en un 70% sus actividades de ayuda, aunque en marzo aún logró distribuir 255.000 comidas calientes, utilizando todavía las reservas que tenían de los productos almacenados durante el alto el fuego. Wafi dice que están intentando estirar sus alimentos almacenados al máximo, reduciendo porciones y número de raciones. “Estamos tratando esto como una crisis a largo plazo”, dice. “En guerras anteriores, al menos había consenso en que la ayuda tenía que llegar. Ahora, nadie está presionando a Israel en absoluto”, lamenta.
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