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En colaboración conCAF

Los argentinos que han crecido con la crisis económica y ambiental piden “una transición productiva”

América Futura habla con tres jóvenes que en los últimos años se han organizado para exigir políticas públicas contra el cambio climático

Jóvenes argentinos durante una protesta por el cambio climático, en Buenos Aires, el 25 de septiembre de 2020.
Jóvenes argentinos protestan por el cambio climático, en Buenos Aires, el 25 de septiembre de 2020.AGUSTIN MARCARIAN (Reuters)

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El 15 de marzo de 2019, miles de jóvenes de más de 70 países del mundo salieron a las calles para exigir medidas concretas a los gobiernos para frenar el avance del cambio climático. Inspirados en el movimiento Fridays for future que desde 2018 llevaba adelante la activista ambiental sueca Greta Thunberg, en Buenos Aires, como en otras 1.200 ciudades del globo, la generación que ve su futuro amenazado expresó por primera vez y de forma categórica la necesidad de impulsar políticas públicas urgentes para proteger el ambiente. Cuatro años más tarde, estos jóvenes que han crecido conscientes de la crisis económica perpetua de su país y también de la ambiental ya impulsan leyes y se volvieron protagonistas en la discusión por la crisis climática.

“Fue una locura”. Así recuerda Nicole Becker (22) la organización de la primera protesta del movimiento Fridays for future en Buenos Aires. Tenía 18 años cuando en 2019 comenzó a leer sobre las protestas juveniles que protagonizaba Thunberg en Europa y le intrigaba por qué personas de su edad tenían información a la que ella no accedía. Comenzó a investigar hasta que llegó a un ciclo de la ONU que lanzaba una conclusión tajante: “El cambio climático es un asunto de derechos humanos”.

Las protestas de los “viernes por el futuro” fueron el germen de un movimiento que hoy impulsa de leyes y políticas públicas en la Argentina y es llevado a cabo por la generación centennial: jóvenes nacidos entre 1995 y 2010, los primeros nativos 100% digitales, que observan un sistema productivo agotado y piden una transición a un nuevo modelo económico.

activista argentina Nicole Becker junto a Greta Thunberg.
La activista argentina Nicole Becker (derecha) junto a Greta Thunberg.Cortesía

“Lo que más cambió en estos años es que el tema está en agenda, hay presión para que salgan leyes como la de Educación Ambiental (sancionada en 2021) o la ley Yolanda (de 2020), para que los funcionarios se capaciten en el tema ambiental, o la que prevé presupuestos mínimos de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático”, le dice a América Futura Becker, estudiante de Derecho y cofundadora del movimiento Jóvenes por el clima, una agrupación surgida en 2019 que lucha por revertir los efectos de la crisis climática.

Una crisis que agudiza otras

Los jóvenes ambientalistas argentinos creen que se debe cambiar la narrativa acerca del cambio climático. “Esta crisis agudiza las crisis existentes y hace que sus peores impactos recaigan con mayor virulencia entre los sectores más vulnerables en términos económicos y sociales”, razona Bruno Rodríguez, integrante del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento, una organización sin fines de lucro. Con 22 años, Rodríguez es autor del libro La generación despierta, y fue otro de los fundadores de Jóvenes por el Clima y en 2019 llegó a exponer ante la ONU sobre cambio climático junto a Greta Thunberg.

El joven estudiante de Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires cita un informe del Panel Internacional de Expertos en Cambio Climático y afirma que hay una “distribución desproporcional” en la crisis ambiental: “Los países que menos contribuyeron a crear la situación son, contradictoriamente, los que más van a sufrir los efectos. Argentina forma parte de este club. Este es un tema social donde hay una profunda injusticia geopolítica entre países desarrollados y aquellos que están en vías de desarrollo”. “Violencia ambiental también es que haya familias que deben soportar olas de calor extremas viviendo en casillas, hacinados, con techos de chapa y paredes que se caen a pedazos”, señala.

El activista argentino Bruno Rodríguez.
El activista argentino Bruno Rodríguez durante una manifestación.Cortesía

Se trata un debate no saldado: ¿cómo conviven el cuidado del ambiente y la mirada productiva, en un país marcado por sucesivas crisis económicas, altos niveles de endeudamiento, restricción de dólares, elevados niveles de pobreza y una matriz productiva asociada a la explotación de recursos naturales? Para Rodríguez, se debe dar la discusión en torno a la transición hacia un modelo que genere crecimiento económico sin atacar el componente ambiental. Por eso, propone una norma que establezca un esquema recaudatorio sobre la producción hidrocarburífera que financie el desarrollo de energías renovables.

“Hay una tensión entre desarrollo y ambiente”

“Es un debate muy regional. No es lo mismo la discusión en Estados Unidos, principal responsable del cambio climático, que en un país latinoamericano con 40% de pobres. Hay una tensión y una contradicción entre el desarrollo y el ambiente, no hay que mentirnos. Hoy la economía argentina se sustenta con la explotación de recursos naturales, no se puede pretender que por criterios ambientales se anule la actividad de los complejos exportadores, porque nos quedamos sin país, pero sí hay que pensar en estrategias de transición productiva”.

El problema ambiental asociado a los derechos humanos no es menor en una región como América Latina con en países como México, Colombia, Honduras o Brasil liderando la lista de activistas asesinados. Pero además, en 2022 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Relatoría Especial sobre Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales publicaron una resolución que reconoce que el cambio climático constituye una de las mayores amenazas para el pleno disfrute de las generaciones presentes y futuras para la salud de los ecosistemas y de todas las especies que habitan el planeta.

Para Federico Pellegrino, coordinador del Departamento de Cambio Climático de la ONG Eco House, el mundo atraviesa una crisis climática que adquirió mayor velocidad en los últimos años y que entró en un espiral regresivo con consecuencias peores y causas mayores. “La velocidad de los cambios genera que los ecosistemas no se adapten y por eso la calidad de vida de la gente empeora y los recursos comienzan a escasear”, explica el joven de 23 años, también estudiante de Ciencia Política.

Por eso, Pellegrino cree que es clave avanzar en la firma del Acuerdo de Escazú, un tratado firmado por una veintena de países de América Latina y el Caribe que vincula la crisis ambiental con los derechos humanos y que busca la creación de derechos en el acceso a la información y a la Justicia.

El activista argentino Federico Pellegrino.
El activista argentino Federico Pellegrino ofrece un discurso durante una manifestación.Cortesía

Leyes y políticas públicas para frenar el cambio climático

Los jóvenes entrevistados por América Futura coinciden en que Argentina debe sancionar una ley que proteja a los humedales, ecosistemas que representan alrededor del 22% del territorio y donde en los últimos tres años se masificaron los incendios en esos territorios para ampliar la frontera agropecuaria. La norma, que ha sido frenada en el parlamento argentino, crearía presupuestos mínimos para el cuidado y la reparación de los daños ambientales y establecería qué actividades productivas se pueden llevar adelante y cuáles no.

Pellegrino además enfatiza que se debe tratar una ley de Acceso a la Tierra que otorgue créditos a 2.000 familias para que accedan a terrenos donde puedan producir alimentos sanos que puedan comercializar. “Hay que debatir qué hacer con tierras que hoy no se utilizan, allí se pueden producir alimentos que serán más baratos para la población y más saludables”, dice.

Además, creen que se debe discutir una ley de Envases con Inclusión Social para que las empresas que tienen ganancias por poner en el mercado botellas de plástico se hagan cargo del costo ambiental. “Garantiza un piso mínimo de dignidad para los cartoneros, que trabajan en condiciones paupérrimas y cuando lo hacen en basurales ponen en riesgo su salud”, explica Pellegrino.

Echando la vista atrás, Becker recuerda el sentimiento de angustia que había en la primera marcha contra el cambio climático en Buenos Aires. “Estaba la necesidad de hacer algo, sabíamos que podíamos tener un rol protagónico”. Cuatro años más tarde, razona: “Si no tuviera esperanza en que se pueden cambiar las cosas, no tendría motivación”.

Para Rodríguez, no existe otra alternativa que luchar. “La consecuencia del cambio climático es un futuro en llamas, es lo que estamos heredando”, lamenta, aunque aporta optimismo: “Somos un sujeto político primordial, viviremos un futuro incierto construido a partir de decisiones que no tomamos. Se debe resignificar, los jóvenes tenemos mucho que aportar”.

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