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El fuego en el Delta del Paraná amenaza a los humedales, grandes mitigadores del cambio climático

Ganaderos han provocado incendios en 130.000 hectáreas, seis veces la superficie de Buenos Aires. Organizaciones denuncian que esta práctica cuestiona la voluntad política de proteger uno de los principales ecosistemas del país

Una serpiente yace muerta sobre el suelo quemado de un humedal en el delta del río Paraná, en la provincia de Entre Ríos (Argentina)
Una serpiente yace muerta sobre el suelo quemado de un humedal en el delta del río Paraná, en la provincia de Entre Ríos (Argentina), este martes.JUAN MABROMATA (AFP)
Noor Mahtani

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Ha pasado otra vez. El Delta del Paraná, un territorio muy biodiverso que comprende la zona de Entre Ríos, Santa Fé y el norte de Buenos Aires, Argentina, ha vuelto a arder como consecuencia de incendios provocados por ganaderos. Cada año, en enero y agosto, miles de hectáreas se queman a conciencia para abrir espacio para el pastoreo del ganado, generando un sinfín de efectos negativos en el medio ambiente. Desde columnas de humo que se sienten a más de 300 kilómetros de los focos e inundan el aire de partículas contaminantes hasta la muerte de especies y la destrucción de ecosistemas enteros. El que más preocupa a los ambientalistas es el de los humedales, grandes esponjas naturales que absorben el agua tras las lluvias torrenciales, aminoran las épocas de sequía e incluso surten de agua potable a algunas localidades. Desde principios de año, van 130.000 hectáreas afectadas, un equivalente a seis veces la superficie de la capital argentina.

Los incendios forestales en las islas del río Paraná que se vienen registrando en el último mes han calcinado ya más de 10.000 hectáreas, según el Observatorio Ambiental de la Universidad Nacional de Rosario. Desde enero hasta esta semana, los expertos del Museo de Ciencias Naturales Antonio Scasso de San Nicolás registraron 9.232 focos de calor en la zona conocida como Piecas DP, que va desde la ciudad de Santa Fé hasta Campana. Los identificados en las dos últimas semanas representan casi un tercio del total.

Vista aérea de un un humedal en llamas, cerca de Rosario, el 16 de agosto.
Vista aérea de un un humedal en llamas, cerca de Rosario, el 16 de agosto.JUAN MABROMATA (AFP)

En Rosario, la capital de la provincia de Santa Fé y la ciudad más afectada por la contaminación en el aire, los vecinos se han echado a las calles a gritar “basta ya”. Desde hace varios días, se están sucediendo multitudinarias manifestaciones para reclamar el “cese de quemas intencionales” y el “urgente tratamiento de una ley de humedales”. Una reivindicación en la que la ONG Greenpeace lleva más de una década trabajando. Leonel Mingo, líder de la campaña de humedales en Latinoamérica de la organización, insiste: “En Argentina no existe ninguna ley que proteja estos ecosistemas, que representan el 21% de nuestro territorio. Y este fenómeno no es nuevo, pasa todos los años, desde hace décadas”. Para el activista, la norma debería incluir tres puntos clave: un inventario de humedales, el cese de las actividades ganaderas hasta que se conozcan sus impactos sobre este ecosistema y que se contemplen los incendios como un delito penal. “Es una atrocidad ambiental que estamos dejando pasar año a año”.

Aunque el escenario se repite cada seis meses, 2020 fue uno de los peores años. Las cifras difieren entre las oficiales y la de los grupos ambientalistas, pero se cree que rondaron los 500 kilómetros cuadrados. Fue el peor ejercicio después de 2008. Entonces, las hectáreas calcinadas superaban las 70.000.

A pesar de que la demanda de una ley de humedales es cada vez más fuerte, nunca encuentra respaldo. Según Greenpeace, van más de una veintena de proyectos de ley que acaban estancados o desestimados a mitad de camino. Mientras, las noches de enero y agosto se suelen teñir de color rojo anaranjado y los niveles de toxicidad de las partículas que flotan en el aire quintuplican las que puede tolerar el cuerpo humano. Esta vez, el humo ha sido tan notorio que ha llegado a la capital. Buenos Aires está a más de 300 kilómetros del principal foco de los incendios, en Rosario, pero a poco más de 20 kilómetros del final del delta del Paraná, que es uno de sus pulmones verdes.

Fausto Galizzi es de Rosario y lleva tres años sufriendo los incendios por estas fechas: “El olor a humo se siente desde que te levantas. Se mete en la casa y te pica la garganta. Estamos justo enfrente del humedal. Y entre Rosario y Entre Ríos, hay una ruta que pasa por 50 kilómetros de humedal y el fuego estaba casi sobre la carretera”, afirma. Este vecino de 32 años se ha manifestado para exigir que los Gobiernos “encuentren la solución”. Analía Chumpitaz, vecina de la ciudad, añade: “Todos los días amanecemos con cenizas en nuestros patios y con el humo en nuestros pulmones. Y no es solo eso, es la muerte de miles de animales y plantas debido a la ambición de los ganaderos, los negocios inmobiliarios y la connivencia política”. Miguel Cánaves, director de Gobierno Abierto de Rosario, también coincide en que el problema es la inacción del ministerio y de la provincia de Entre Ríos: “Venimos reclamando desde 2020 medidas concretas para perseguir a quienes queman. Desde la pandemia, estas prácticas se repiten semana tras semana”.

Según medios locales, se ha detenido ya a cuatro sospechosos que pudieron haber sido los causantes de algunos de los focos. Sergio Federovisky, viceministro de Ambiente, ha acusado a la Justicia en una radio nacional de “no cumplir con sus funciones”, provocando que “los culpables de los incendios crean que tienen impunidad” ante sus delitos. “Indefectiblemente prender fuego en estas condiciones climáticas tan adversas, con una sequía que lleva cuatro años y la fuerte bajante del río Paraná, es criminal. Quien prende fuego en estas condiciones no puede desconocer en qué contexto lo está haciendo”, declaró en otra cadena.

El contexto es alarmante. El impacto de la Niña, las sequías extraordinarias en varias regiones del país y el fuerte descenso del nivel de los ríos hacen que los fuegos devoren ecosistemas ya endebles y deteriorados. Fernando Miñarro, director de Conservación de la Fundación Vida Silvestre en Argentina, lamenta la pérdida de fauna. “Los invertebrados y los reptiles, que tienen menos capacidad de movimiento, aparecen calcinados después de cada temporada de incendios”, explica por teléfono. “Hacen falta políticas de ordenamiento territorial de fondo que definan dónde, cómo y cuándo llevar a cabo las actividades de ganadería. Cambiar las prácticas productivas tiene que ver con tener una norma”, añade.

El Delta del Paraná alberga unas 700 especies de vegetales y 543 especies de vertebrados y su gran riqueza en aves, con 260 especies, representa el 31% de la avifauna de Argentina. Los expertos sostienen que la degradación de estos espacios es similar a retirarle las venas al cuerpo humano y pretender que sobreviva.


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