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Las llamas devoran el delta del Paraná, uno de los grandes humedales de Argentina

Desde febrero se han registrado cerca de 8.000 focos de incendio, de los que se acusa a empresarios ganaderos. Siete de ellos han sido denunciados ante la justicia

Los incendios de las islas del delta del Paraná, visibles desde la costanera de Rosario.
Los incendios de las islas del delta del Paraná, visibles desde la costanera de Rosario.STRINGER (Reuters)

El humo de los incendios del delta de Paraná invade Rosario, la tercera ciudad más poblada de Argentina. Desde el paseo costero y cualquier ventana con vistas al río, se ven las llamas de decenas de metros que devoran uno de los humedales más importantes del país por su magnitud y posición estratégica. Los cerca de 8.000 focos de incendio registrados desde febrero arrasan un ecosistema clave para la regulación, purificación y almacenamiento de agua, el sostenimiento de biodiversidad y el aprovisionamiento de recursos naturales a los residentes. La gran sequía de este año y el bajo caudal del Paraná, en mínimos históricos desde 1971, favorecen la propagación del fuego, que no encuentra los cursos de agua que suelen actuar como cortafuegos naturales, y complica las tareas de extinción. La justicia investiga a empresarios ganaderos sospechosos de estar detrás de la catástrofe ambiental y la sociedad civil sale a la calle a exigir la protección del delta.

“Lo que está pasando en el Delta del Paraná es una tragedia. Los responsables de este ecocidio están atentando contra la biodiversidad y contra la salud de las personas. La justicia de Entre Ríos tiene la llave para terminar con esta situación que tanto daño está causando”, declaró el ministro de Ambiente argentino, Juan Cabandié, tras pedir la detención de los propietarios de los terrenos donde se realizaron quemas. Hasta el momento, la justicia investiga a siete personas.

En medio de la pandemia de covid-19, el humo persistente a lo largo de semanas ha provocado numerosas complicaciones respiratorias a los habitantes de Rosario y de otros municipios a la vera del río y agrava el riesgo para aquellos que contraigan el coronavirus. Las mascarillas obligatorias sirven allí no solo para evitar el contagio del virus sino también para reducir la inhalación de las partículas tóxicas que transporta el viento desde las islas en llamas.

Para los humedales, las consecuencias del fuego son devastadoras. “Está provocando una gran mortandad de fauna que queda atrapada entre las llamas, como mamíferos, y tiene un gran impacto también sobre sitios de nidificación de aves, en la germinación y floración de especies nativas”, comienza a enumerar Laura Prol, coordinadora del área de Humedales de la ONG Taller Ecologista. “La destrucción de la cobertura vegetal hace perder funciones de estos ecosistemas como resistir el impacto erosivo del agua y la captación de dióxido de carbono”, continúa. Los incendios son también letales para las abejas y las cenizas contaminan las lagunas, lugares de reproducción de peces, agrega.

Fuerzas de élite de Prefectura, el cuerpo policial responsable de las vías navegables argentinas, se sumaron en las últimas horas al combate del fuego, para el que se han desplegado también aviones hidrantes y helicópteros. Según el Ministerio de Seguridad, la mayoría de focos se encuentran contenidos, pero el pronóstico meteorológico es desalentador porque se espera que la sequía y la bajante del Paraná continúen durante los próximos meses. Los datos sobre la superficie difieren según las fuentes: más de 50.000 hectáreas, de acuerdo a grupos ambientalistas; menos de 10.000, si se consulta a los bomberos de Victoria, en la provincia de Entre Ríos. Los peores, coinciden todos, desde 2008.

“Basta de quemas. Están destruyendo el humedal”, “Nuestro delta está ardiendo en este momento. Ley de humedales ya”, puede leerse en los carteles a la convocatoria de este sábado en el puente que une las ciudades de Rosario, en la provincia de Santa Fe, con Victoria, en Entre Ríos. El puente, que cruza algunas de las islas fluviales quemadas, fue inaugurado en 2003 y facilitó la entrada de ganado en el delta a medida que quedaba desplazado de otras tierras por la soja. La mayor presión ganadera aumentó la escala de las quemas en el delta, a menudo sin consecuencias para quienes incumplen la ley, que prohíbe los fuegos intencionales sin autorización previa.

“Argentina se embarcó en un desarrollo productivo a través de la agroindustria que desplazó todas las actividades secundarias. A la ganadería la mandaron a lugares que consideran no productivos, como el delta. Allá siempre se hizo ganadería de isla, donde se respetaban los pulsos naturales de seca e inundación del Paraná, pero hoy hay presión para que el ganado pueda estar todo el año y se avasallan otras actividades tradicionales como la pesca y la apicultura”, afirma la bióloga y ecóloga Patricia Kandus, investigadora de la Universidad Nacional de General San Martín.

Según una encuesta realizada por la Universidad Nacional de Rosario, la mayoría de la población local responsabiliza a los ganaderos de los incendios y nueve de cada diez está a favor de la aprobación de una Ley de humedales que proteja la biodiversidad de estos ecosistemas. “Los rosarinos conviven a diario con el río Paraná y las islas del delta son parte del escenario urbano independientemente de que mucha gente no vaya hasta allí. El humo afecta a la salud, pero además ver las llamas tiene un impacto afectivo y emocional”, cuenta Francisco Astudillo Pizarro, coautor del sondeo.

El malestar ciudadano ha propiciado la presentación de distintos proyectos de ley de humedales en el Congreso en las últimas semanas. “Estos incendios prendieron la voz de alarma sobre el enorme descuido de los humedales. No solo no hay una ley que los regule sino que no hay un inventario. No se sabe cuál es su extensión ni el nivel de deterioro”, subraya Leonel Mingo, portavoz de Greenpeace Argentina. Según Mingo, la normativa que se apruebe debe contemplar la figura de delito penal además de multas económicas e imponer una moratoria sobre cualquier actividad en los humedales hasta que no se elabore un inventario.

Kandus se muestra escéptica. “Una ley de presupuestos mínimos de humedales no va a garantizar que dejen de ser quemados, drenados y contaminados. La gente tiene la imagen de que la ley va a ser la panacea y lamentablemente no. El problema se resuelve con gestión, política territorial y justicia. La ley de Entre Ríos prohíbe los incendios intencionales, eventualmente si se quiere hacer fuego hay que pedir permiso, pero no lo cumplen porque no hay poder de policía y los jueces miran para otro lado. Hay intereses inmobiliarios y productivos”, señala esta investigadora especializada en humedales.

Estos ecosistemas deben ser protegidos por su gran biodiversidad y su rol presente y futuro en la gestión de los recursos hídricos. “Al ser reservorios de agua tienen que ser pensados estratégicamente porque van a terminar teniendo agua en un momento donde va a ser necesario disponer de la misma”, advierte Kandus.“Si los podés conservar en buenas condiciones de integridad ecosistémica y salud van a ser oasis para la vida en un planeta donde se está poniendo más difícil cada día”.

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