La bendición del café que protege el bosque peruano Alto Mayo
Los agricultores que talaban esta área natural del noroeste de Perú han entendido la necesidad y los beneficios de preservar el bosque y producen ahora un café sostenible, vendido y elogiado en el mundo
Rodeada por la neblina de las montañas, Victoria Huamán escoge uno por uno los granos de café. “Hay uno bonito y otro malo”, explica, mientras separa las semillas. Pese a que “hay empresas que compran cualquier cosa para hacer su café instantáneo”. Esta agricultora de 51 años y otras decenas de familias vecinas han optado por ese café “bonito”, sostenible y de alta calidad, que ha logrado frenar la deforestación y el conflicto en el Bosque de Protección Alto Mayo, en Perú.
Hasta hace unos años era imposible pensar que de las 182.000 hectáreas de este área natural protegida, creada en 1987, pudiera producirse un café de calidad. Durante décadas y tentados por la fiebre del café, cientos de agricultores de la costa y sierra peruanas talaron y sembraron en las pronunciadas pendientes del río Mayo, donde habitan varias especies de primates en peligro de extinción que no hay en otros lugares, como el mono choro cola amarilla (Lagothrix flavicauda) y el mono tocón (Plecturocebus oenanthe).
Entre 1999 y 2002 fue arrasado el 14,7% de los bosques primarios del Alto Mayo.
Sin saber que se trataba de un área protegida, Huamán, que entonces tenía 18 años, llegó junto a su esposo desde Cajamarca, una zona cafetalera a unos 270 kilómetros. “Daban ganas de salir corriendo, casi no había gente, todo era bosque y oíamos el sonido de animales que ni conocíamos. Yo lloraba día y noche”, recuerda mientras tuesta un puñado de granos en su pequeña olla de barro.
Tras ella llegaron otras 1.500 familias. En poco tiempo, talaron los bosques, que creían inagotables, convirtiendo el café en una maldición para esta área protegida, que concentró las cifras más altas de deforestación en Perú. Se calcula que solo entre 1999 y 2002 fue arrasado el 14,7% de los bosques primarios del Alto Mayo y que la tasa de desforestación osciló entre 4,2% y 6% al año, según un estudio del área.
El bosque era un área protegida solo en el papel. Ningún agricultor vio paneles informativos ni casetas de control. “De un día para otro nos dijeron que teníamos que salir porque acá no podía vivir gente”, explica Huamán.
Fueron años de pugna, desconfianza y malentendidos entre las familias caficultoras y las autoridades. “No nos gustaba que dijeran que ya no debíamos talar, pero ahora hemos entendido la razón”, explica la caficultora. A partir de 2011 y de forma voluntaria, cada familia firmó un acuerdo con el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), entidad a cargo de gestionar el bosque, bajo el auspicio de la organización Conservación Internacional con el propósito de que las familias siguieran aprovechando el bosque, pero sin talarlo.
“Lo logramos teniendo las consignas de ser siempre muy transparentes y tener mucha sensibilidad social y empatía con las familias”, dice Carlos Bustamante, experto de Conservación Internacional, organización que se basó en su experiencia similar en la Gran Reserva Chachi, Ecuador. Y los compromisos han traído beneficios para ambas partes. Por un lado, los agricultores han recibido asistencia técnica de Conservación Internacional y la Asociación de Ecosistemas Andinos, además de insumos y materiales para mejorar su productividad y entrar en nuevos mercados. Por otro lado, la tasa de deforestación cayó drásticamente en un 59% dentro del área protegida.
“Al inicio tuvimos que generar la confianza con las familias para que vieran que sí se puede trabajar de manera sostenible con el bosque”, afirma Ivonne Paico, jefa del Bosque de Protección desde 2018. “Como autoridades hemos ampliado nuestra mirada, hemos entendido cómo el área protegida también puede apoyar a las familias y cómo eso minimiza la deforestación”, afirma.
A pesar de que venden a un precio 30% superior a la media el café de esta zona protegida es el más solicitado por los clientes
Actualmente, más de 1.200 familias han firmado acuerdos de conservación y, más allá del café, han sabido aprovechar otras riquezas del bosque, como las orquídeas o la fruta tropical pitahaya, además de aventurarse en el turismo de avistamiento de aves y la creación de artesanías inspiradas en la biodiversidad del Alto Mayo.
La cooperativa que hizo historia
Al lado de varios sacos apilados de café, Idelso Fernández señala el mapa del Bosque de Protección y sus alrededores, que forman un paisaje y una suerte de corredor biológico por donde los animales en peligro pueden transitar más seguros. En esa impresionante geografía el agricultor repasa, con orgullo, la historia de la Cooperativa de Servicios Múltiples Bosque del Alto Mayo, la primera y única dentro de un área protegida. Hace 20 años llegó de Cajamarca “sin nada” y ahora es gerente de la cooperativa creada en 2014 por 71 agricultores. Recuerda cómo algunas empresas querían pagarles lo mismo que si hubiesen seguido cultivando el café de antes, aquel que mataba el bosque. “No era justo”, recalca.
En menos de dos años, la cooperativa llegó a vender su café de especialidad a Joffrey’s Coffee & Tea Company, proveedor de los parques temáticos de Disney, y a otros clientes en Alemania, Inglaterra y Japón, al mismo tiempo que fue reconocida como Empresa Peruana del Año. A pesar de que venden a un precio 30% superior a la media, “el cambio se nota en el rostro de los agricultores y más aún cuando los clientes dicen que este café es el más pedido”, asegura Fernández.
Entre 84 y 90 puntos ya se trata de un café de alta calidad. El del Bosque de Protección supera los 85 puntos
En la actualidad, la cooperativa tiene 385 socios del Bosque de Protección y está llegando a las zonas cercanas para exportar cacao de alta calidad. “Alla donde vamos hablamos de la conservación y nuestros compromisos son los mismos”, reitera Fernández. La cooperativa de Alto Mayo es de las que más socios jóvenes tiene en Perú, asegura el gerente. “Nos levanta la moral cuando nos dicen que nuestros futuros líderes son jóvenes y lo mejor es que se están especializando”.
Nuevos rostros del café
Precisamente, a unos 40 minutos del área protegida está la Escuela de Catación de Café del Bosque de Protección Alto Mayo, la primera de su tipo en el mundo, donde los más jóvenes se preparan y se certifican como catadores Q Grader, máximo reconocimiento internacional.
Allí, Jorge Morocho, responsable de la escuela, reúne unas muestras de café. Las olfatea, las sorbe y apunta sus notas y aromas en una tabla de puntuación. “De 84 a 90 puntos es un café de alta calidad”, explica. El café del Bosque de Protección supera los 85 puntos.
Al catar, el experto es capaz de detectar los defectos de un café y cómo revertirlos. Por ejemplo, si hay un sabor a fenol puede ser una falla en el secado. “El productor hizo un bonito cultivo, pero quizás puso mucho café en la malla de secado, no lo movió, se agrió con el calor y eso se volvió alcohol”, explica meticulosamente. Morocho ha asesorado a la cooperativa, que pasó de un 30% de rechazo al cero por ciento entre sus clientes. “Los catadores somos la columna vertebral de la calidad de café. Aquí hay mucho café, pero muy pocos catadores”, afirma.
A diferencia del destructivo pasado, ahora los monos pasan sin miedo por la casa de Ermila Izquierdo, que hace ocho años firmó el acuerdo de conservación. Esto solo sucede “cuando estás en armonía con la naturaleza”, advierte la agricultora, que se inspira en esa biodiversidad para sus artesanías en la Asociación de Mujeres Emprendedoras y Defensoras del Bosque de Protección Alto Mayo.
Para Izquierdo, preservar es todo un arte, pero está poco valorado. De ahí su mensaje para el resto: “Aprendamos a consumir lo nuestro, aportemos a la conservación de nuestros bosques y veamos que es posible hacer las cosas bien”.
Pero aún quedan algunas amenazas en esta zona protegida del noroeste de Perú. “Hay familias que todavía no se convencen”, sostiene Ivonne Paico, jefa del Bosque de Protección. “Igual estamos estudiando otras estrategias para que se unan a la preservación. Apostamos por la educación ambiental para que las nuevas generaciones tengan ese sentimiento de pertenencia y de cuidar el área protegida donde han crecido”.
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