Taekwondo y psicología para hacer frente a la violencia machista en Bolivia
Hartas de las elevadas cifras de feminicidios en su país, en 2015 dos mujeres profesionales comenzaron a impartir formación en artes marciales, prevención del maltrato y autocuidado. Las beneficiadas por el proyecto Warmi Power son ya más de 20.000, la mitad de ellas indígenas
Jhesmin Huanca lo tiene claro: la violencia no se resuelve con violencia, pero saber defenderse puede salvarle la vida. Esta mujer aimara de la ciudad boliviana de El Alto lleva cinco meses aprendiendo a hacerlo de la mano de Warmi Power, un proyecto impulsado en 2015 por Laura Roca y Kimberly Nosa. Ambas aúnan psicología y taekwondo en la iniciativa. Pero esta no es una historia de patadas en el aire o llaves imposibles, sino de mujeres reclamando su derecho a vivir sin miedo.
“Somos conscientes de que no deberíamos estar ofreciendo este tipo de servicio”, dice Nosa frente a la pantalla., “Lamentablemente vivimos en una sociedad machista y misógina, donde todos los días nos violan, nos matan y nos sacan nuestras pertenencias”. En 2020 se registraron 113 feminicidios, 108 en 2021, uno cada tres días. Además, tres de cada cuatro bolivianas reconoce haber sufrido violencia, de acuerdo con los datos de la ONU.
En Warmi Power trabajan la capacidad de identificar y responder a esta violencia, fuera o dentro del hogar. La llama que les sirve de logo se encendió hace siete años. Roca, que practica taekwondo desde hace un cuarto de siglo y es terapeuta especializada en psicología deportiva y proyectos de innovación social, llevaba ya tiempo trabajando en organizaciones de atención a mujeres. Durante su experiencia, afirma, reparó en que no existía ninguna iniciativa que les enseñase a defenderse y a reconocer sus derechos.
Junto a Nosa, asesora de desarrollo personal e inteligencia emocional y taekwondista desde hace más de 15 años, presentaron el proyecto a la Alcaldía de la capital administrativa del país, La Paz. “Empezamos a trabajar en zonas lejanas, en barrios alejados de la ciudad, sobre todo con mujeres de pollera [falda tradicional que visten las aimaras]”, relata Roca. Después de un año, la Administración se retiró por cuestiones de presupuesto. “Por un tema político, más que nada”, añaden. La colaboración con el Ayuntamiento cesó, pero Warmi Power siguió adelante.
En Bolivia, con una población de cerca de 12 millones de habitantes, se han registrado se registraron 108 feminicidios en 2021, uno cada tres días
La violencia contra una mujer empieza mucho antes del primer golpe y es en ese margen cuando comienza también su programa, que se sustenta sobre tres pilares: el desarrollo personal, la prevención y la defensa. “Sin embargo, hay que recalcar que nuestra metodología se va a adaptando de acuerdo a la población y al lugar al que llegamos”, señala Nosa. No es igual para niñas que para adultas o para mujeres en entornos rurales o urbanos.
“Trabajamos las creencias limitantes, autoestima, autocontrol, actitud... Todo lo que viene a ser desarrollo personal e inteligencia emocional”, explica sobre el primer pilar, “para que nos vayamos conociendo, para que ellas mismas sepan la fortaleza interior que tienen”. El segundo se centra en la prevención: “Queremos que la mujer no entre a una agresión física”. El objetivo es que ellas puedan identificar una relación tóxica, los diferentes tipos de violencia y reforzar el autocuidado y autoprotección. Si se ha cruzado la línea del contacto físico, entra en juego el tercer bloque, la defensa. “Es ahí donde trabajamos intensamente también con Laura [Roca], porque son técnicas básicas de escape”, cuenta.
Estas clases ayudan a que la mujer se sienta más segura y demuestre esa fortaleza en diferentes espacios. “Al momento, de repente, si una persona se nos está asomando, yo ya digo ‘voy a tomar esta técnica’. Tal vez picarle en los ojos o darle en el cuello. Ya tengo esa herramienta para poder defenderme de una agresión en mi casa o en la calle”, cuenta Huanca. “Ya sé cómo reaccionar”.
Bolivia, que tiene la tasa más alta de feminicidios por habitante de Suramérica, cuenta con una ley específica para casos de violencia de género, la 348, pero su aplicación dista de ser ideal. “Acá la justicia casi no actúa como tal”, cuenta Huanca. “Si denuncian, las autoridades o parte de la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia les piden que, por favor, por sus hijos, perdonen al esposo, que lo disculpen, que no haga ningún tipo de denuncia”.
Roca resalta cierta impunidad. “Las leyes no son claras, hay muchos huecos. Salen libres y, con ese permiso de saber que no te va a pasar nada si violas o matas, sigue pasando”. El año pasado, en colaboración con varias abogadas y una vez que el Gobierno abrió el proceso correspondiente, enviaron una propuesta para que la ley 348 contemple la autodefensa.
Tengo esa técnica de poderme defender de una agresión en mi casa o en la calle. Ya sé cómo reaccionar
En una sociedad en la que el machismo está normalizado y se acepta culturalmente, opina Roca, iniciativas como la suya levantan alguna que otra ampolla. Aunque Huanca ha notado bastante apoyo, incluido el de su entorno más cercano, también ha visto reacciones negativas, especialmente en redes sociales. “Existen comentarios que critican que como mujeres no deberíamos hacer esto”, dice.
Cuando empezaron, recuerdan Roca y Nosa, se encontraban las casas comunales de las villas llenas en la primera clase de los talleres. “Teníamos un cupo para 30, pero acabamos con el doble de asistencia”, rememora Roca. En la segunda, la afluencia había menguado. “Nos enteramos de que a través de chistes que se hacían entre los mismos hombres, ‘ahora tu mujer te va a pegar’, ‘ahora va a ser ella la que manda’... los hombres prohibían a las mujeres asistir”. En ocasiones tenían que hablar con el líder de la comunidad para que permitiese a las interesadas participar.
Las capacitaciones de Warmi Power han dado tres vueltas a Bolivia y han llegado a más de 20.000 alumnas, la mitad de ellas indígenas. “Nos sentimos identificadas porque warmi viene del idioma aimara, y significa mujer. Power [poder en inglés] es esa fuerza. De alguna manera, sí nos han servido mucho estas clases y técnicas para demostrar que no tenemos miedo en las calles”, señala Huanca. “Nuestras polleras no nos impiden defendernos”, asegura.
Hoy Huanca se siente líder. Otras mujeres la reconocen por la calle, le piden que les indique movimientos, le cuentan que han sido asaltadas o que sus maridos les han pegado. Llevan toda la vida escuchando que ellas son las débiles, interiorizando que los hombres son los que mandan. “Pero se ha demostrado lo contrario”, dice orgullosa. “Queremos que más mujeres se vean reflejadas en ellas y en nosotras para que puedan hacer, no solo esto, sino lo que les gusta”, cuenta Roca.
Hasta ahora, más que las miradas de recelo y reticencia masculinas, el mayor reto al que se enfrentan para lograrlo es la subsistencia económica. “No tenemos apoyo de ningún lado”, comenta Roca. Hay empresas que respaldan su actividad, pero no es un flujo constante. Cuentan que llevan mucho tiempo llamando a puertas y que hasta ahora no ha habido respuesta. “Nos han llegado cartas solicitando los talleres de diferentes provincias y poblaciones y a veces nos sentimos con las manos atadas porque no tenemos recursos”.
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