Transparencia en torno al CNIO
Las instituciones deben evitar que se ponga en duda todo un modelo de hacer ciencia en España


El Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), uno de los orgullos de la ciencia española, está inmerso desde hace meses en la mayor crisis de su historia. El pasado enero, tanto su directora científica desde 2011, María Blasco, como su gerente, Juan Arroyo, fueron cesados por el patronato del centro, entre acusaciones de deterioro de la producción científica, fallos en la estructura organizativa e incluso acoso laboral. El nombramiento de una nueva dirección, en septiembre, prometía abrir una nueva etapa, pero el peso del pasado sigue presente: la denuncia de la existencia de una red de amaño de contratos ha llevado a la Fiscalía Anticorrupción a abrir diligencias.
El documento, presentado a Anticorrupción por un exresponsable del centro cesado en agosto con un expediente disciplinario, dibuja un mapa de empresas satélites, encabezadas por altos cargos directivos del CNIO, que reciben contratos para labores secundarias, encadenados y despiezados para evitar un escrutinio más profundo. La denuncia calcula que el desfalco puede ser hasta de 20 millones de euros en una década; el presupuesto del centro para este año es de unos 40 millones.
Las denuncias han llevado al patronato a retirar a Arroyo de su puesto como vicedirector de Asuntos Económicos —al que había regresado tras su cese como gerente— y a dos de sus principales colaboradores. El cese había sido solicitado por el nuevo gerente del CNIO, José Manuel Bernabé, que ha entregado a la Fiscalía de Madrid un informe elaborado con toda la información que ha obtenido desde que tomó posesión, el 1 de septiembre, hasta el 18 de noviembre. El contenido de ese informe se desconoce, aunque fuentes del centro indican que también describe “irregularidades”.
Desde su fundación en 1998 como una de las grandes apuestas del primer Gobierno de José María Aznar en materia de investigación, el CNIO ha buscado alejarse de los modelos tradicionales de la ciencia institucional española a favor de un paradigma más vertical y menos burocratizado. Sin embargo, la crisis que ha vivido la organización este último año indica que este modelo tiene sus lagunas.
Pero no sabremos realmente cuáles son los problemas del CNIO sin una investigación independiente en profundidad que explique todo lo ocurrido en los últimos años. Esta ya hubiera sido de agradecer tras el cese de Blasco en enero; ahora, con este último escándalo, se vuelve imprescindible. Un primer paso para ello sería ir conociendo los resultados de las pesquisas del actual gerente. Bajo los focos está no solo uno de los centros punteros de la ciencia española sino todo un modelo de investigación, uno que ha obtenido resultados fundamentales para reducir la brecha con nuestros vecinos europeos. El silencio corporativo e institucional no es aceptable cuando hay tanto en juego.
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