La BBC y la soledad ciudadana
Es tan grotesco que cuesta procesarlo: una cadena pública de un país democrático pide perdón al presidente de otro país porque se sintió ofendido


Una foto de 1941 se vuelve viral en el Facebook albanés. Una pareja joven descansa plácidamente en los Alpes italianos. Sonríen glamurosos, aparentemente ajenos al horror que devora Europa. Los comentarios asustan: “¡Fascista!”, “¡Espía comunista!”. La filósofa Lea Ypi reconoce a sus abuelos y descubre algo terrible: su abuela, aún viva, puede leer cada insulto viral, pero no responder: no tiene poder para contar su propia historia. Los trolls han decidido quién fue. En su libro Indignity, Ypi explora la herida de quienes son convertidos en objetos de narrativas ajenas, sin autoridad para intervenir en el relato sobre sí mismos. Me pregunto si algo parecido nos ocurre a los ciudadanos cuando quienes deben nombrar la realidad entregan la autoridad sobre la verdad a los que buscan destruirla. Ypi trata de recuperar esa autoridad: investiga archivos y reconstruye la vida de su abuela con rigor y cuidado, procurando buscar la verdad cuando sería más fácil callar. La autoridad moral, al cabo, viene de sostener criterios claros bajo presión.
Una de las instituciones mediáticas más respetadas del mundo parece haber cedido esa autoridad. La BBC, modelo de televisión pública independiente, financiada por ciudadanos para servir al interés público, se disculpó con Donald Trump por un supuesto error en un documental del año pasado. Es tan grotesco que cuesta procesarlo: una cadena pública de un país democrático pide perdón al presidente de otro país porque se sintió ofendido. Y no bajo un gobierno conservador, sino bajo el liderazgo laborista —es un decir— de Keir Starmer. La rendición es tan completa e innecesaria, tan ridícula que se vuelve perversa. La BBC sobrevivió un año de críticas sobre Gaza pero colapsó en días ante Trump. Esa asimetría revela qué presiones parecen importar. Porque la BBC no es una institución liberal cualquiera, es el modelo de qué significa una institución pública independiente al servicio ciudadano. Si cae, cuando teóricamente tenía todas las condiciones para resistir (financiación pública, protecciones legales, prestigio histórico, recursos masivos), entonces la pregunta no es si la BBC puede salvarse, sino si puede hacerlo el modelo liberal al completo bajo tanta presión autoritaria coordinada. Y si ya está muerto, ¿quién defiende la libertad de los ciudadanos? Porque para eso están las instituciones, para crear un espacio donde la ciudadanía pueda orientarse mediante hechos compartidos, donde podamos confiar en que alguien sostiene la verdad contra el poder. Sin eso, los ciudadanos estamos solos ante el autoritarismo.
La rendición no es neutral. Lo señala Lewis Goodall en The New Statesman: al sobreenfatizar el error y pretender que fue injusta con Trump, la BBC legitima una narrativa que busca cambiar la historia en la mente pública: el presidente no sería responsable del asalto al Capitolio. Así, la BBC muestra a los autoritarios lo que necesitan confirmar: la intimidación funciona. Trump lo ve. Orbán lo ve. Netanyahu lo ve. Aún siendo una pelea impuesta, la BBC debería contestar con todas sus fuerzas y decirlo claramente: tal vez cometimos un error, pero lo ocurrido el 6 de enero es incontestable. Goodall tiene razón. Sería una victoria para la libertad de prensa y un mensaje a quienes creemos que la intimidación no siempre funciona. Si la BBC cae sin pelear, si quienes deben defender nuestra capacidad de conocer la verdad se rinden, quedamos a la intemperie como la abuela de Ypi: desamparados, viendo cómo otros escriben la historia porque quienes dicen defendernos han decidido que pelear es demasiado costoso.
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