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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El péndulo de Trump mira a Kiev

El presidente estadounidense abandona ahora su preocupante equidistancia para presionar a Putin con sanciones económicas

El País

Por primera vez desde que anunció que se proponía terminar con la guerra en Ucrania, ha utilizado los medios que tiene en su mano para forzar a Vladímir Putin a sentarse a negociar un alto el fuego. Quería parar la guerra en 24 horas, pero ha tardado 10 meses en pasar de las buenas palabras, el apaciguamiento e incluso los premios diplomáticos —como la cumbre de Alaska en agosto o la que preparaba en Budapest para dentro de pocos días— a la coerción mediante sanciones económicas.

El castigo recae sobre las dos grandes compañías, Lukoil y Rosneft, exportadoras del 40% del crudo ruso, en un gesto que, como señaló el presidente francés, Emmanuel Macron, significa “una resincronización de las agendas europea y estadounidense sobre Ucrania”. Tiene además efectos secundarios en China —que ha suspendido la compra de petróleo ruso por mar— y sitúa a India y Turquía ante el dilema de seguir con el suministro ruso o evitar que sus petroleras pierdan el acceso al mercado estadounidense y a la financiación en dólares.

Estas sanciones coinciden con el 19º paquete europeo contra el Kremlin, que complementa la prohibición de comerciar con las petroleras rusas, ataca a la flota fantasma que comercia con su crudo, apunta a los servicios financieros y las criptomonedas y prohíbe las compras de gas licuado a partir del 1 de enero de 2027. La Unión Europea no consiguió, en cambio, acordar un crédito de 140.000 millones de euros para Ucrania en adelanto a futuras indemnizaciones de guerra y equivalente al valor de los activos rusos embargados en Bélgica. Esta inyección debía garantizar la sostenibilidad hasta 2027 de la economía ucrania, en riesgo de quiebra a finales del próximo año. Una vez más, la causa del bloqueo ha sido la hostilidad de algunos países de la Unión a cualquier forma de mutualización de la deuda, necesaria en este caso porque Bélgica necesita garantías solidarias de los socios ante eventuales reveses judiciales que la obligaran a hacerse cargo del reembolso.

El súbito giro de Trump exige la máxima cautela, visto el voluble comportamiento que caracteriza al presidente y de su equidistante y sospechoso empeño en personalizar las dificultades de la paz en la inquina mutua entre Putin y Volodímir Zelenski. No hace ni una semana que rechazó el suministro de los misiles Tomahawk demandados por el presidente ucranio y apostó por regalar a Putin la región de Donbás, incluido el territorio sobre el que Kiev jamás ha perdido el control militar. El rechazo de Zelenski suscitó una nueva discusión con Trump, esta vez lejos de los focos.

La incorporación de misiles de largo alcance al arsenal ucranio, por el momento denegados por Trump, ocupó ayer a la veintena de países aliados de Kiev que conforman la llamada coalición de voluntarios. El poder convincente de la suma de sanciones y la presión militar son fundamentales para que Putin se vea obligado a hacer algo que solo depende de él: parar una guerra que, solo en Ucrania, ha matado a más de 14.000 civiles. Pese a los reproches a la resistencia del Gobierno español a la sonrojante diplomacia del halago que exige Trump, España está participando intensamente en el esfuerzo europeo, incluida la compra directa de armamento estadounidense. Tras el giro de Trump, Madrid está plenamente alineado con Bruselas y Washington frente a Putin.

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