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Columna
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Noticias de las estrellas

Si alguna vez visitamos un planeta extrasolar, lo más probable es que sea el que orbita sobre Próxima Centauri

Javier Sampedro

En Próxima Centauri se acaban de enterar de que estamos saliendo de la pandemia de covid. Eso suponiendo, naturalmente, que haya alguien —o algo— observándonos desde allí. Próxima Centauri es la estrella más cercana a nuestro Sol, pero aun así la luz, o cualquier otra radiación electromagnética que pueda transmitir información sobre nosotros, tarda cuatro años y tres meses en llegar allí. Y sí, hace cuatro años y tres meses estábamos justo empezando a salir de la pandemia, gracias a las vacunas que nos veníamos pinchando por entonces.

Aquellas vacunas, por cierto, fueron la mayor contribución de Donald Trump durante su primer mandato, y le habrían hecho un buen candidato al Premio Nobel de la Paz, pero ahora se dedica a desprestigiarlas, desmentirlas y desfinanciarlas con la inestimable ayuda de su secretario de Salud, Robert Kennedy. Eso no lo saben aún en Próxima Centauri. Todavía faltan cuatro años para que se enteren. Es lo que tiene vivir en un espacio-tiempo donde ninguna información puede viajar más rápido que la luz.

Que haya observadores en Próxima Centauri es poco probable, pero no imposible. Aunque la estrella es una enana roja con un brillo tan mediocre que no fue descubierta hasta 1915 en la constelación del Centauro, los astrónomos actuales han descubierto dos planetas que la orbitan. Uno de ellos tiene un tamaño similar al de la Tierra y está en la zona habitable de su sistema, la zona en que la temperatura es adecuada para el agua líquida. Si alguna vez visitamos un planeta extrasolar, lo más probable es que sea este, que es el que tenemos más cerca.

Incluso ha habido un proyecto para mandar naves allí, en el que el milmillonario visionario Yuri Milner estaba dispuesto a invertir 100 millones de dólares. Las naves serían del tamaño de un teléfono móvil y dispondrían de velas solares impulsadas desde Tierra por un poderoso láser. Viajarían a un 20% de la velocidad de la luz, y por tanto tardarían unos 20 años en llegar a Próxima. Sumados a lo que tardarían las naves en mandarnos la información de vuelta, nos llevaría un cuarto de siglo conocer algo sobre el exoplaneta más cercano. Pese al apoyo de Stephen Hawking y otros físicos de mirada amplia y pudor escaso, el proyecto no ha llegado a arrancar ni da signos de hacerlo en el futuro previsible. Pero el caso es que no hay problemas de principio para hacer algo así.

El planeta tipo Tierra que orbita sobre Próxima Centauri es uno de los favoritos de los astrónomos, según una encuesta informal de la revista Nature para celebrar los 30 años del descubrimiento del primer mundo extrasolar. Su preferencia no se debe a que ese exoplaneta tenga unas propiedades extraordinarias, sino a que es el más accesible, y eso hace posible plantearse proyectos como el del millonario Milner. Pero hay otros sistemas solares que hacen soñar a los especialistas. Uno de ellos es sin duda el de Trappist-1, otra estrella enana (aunque no roja esta vez) que tiene en órbita nada menos que siete planetas, en lo que constituye la coreografía más espectacular que conocemos después de nuestro propio Sistema Solar.

Este enjambre de mundos está a 39 años luz, así que los trappistianos que tal vez nos observen desde allí se están enterando ahora de que España ha ingresado en la Unión Europea, el transbordador espacial Challenger se acaba de desintegrar en pleno vuelo y la central de Chernóbil está sufriendo el peor accidente nuclear de la historia. Si quieren comentarnos estas noticias, el mensaje nos llegará en 2064, cuando tal vez hayamos conseguido una cita con el dermatólogo. La exploración de otros mundos requiere tecnología, pero es sobre todo una cuestión de paciencia. Quizá el universo bulla de vida, pero seguimos estando solos.

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