Las partículas afectivas
Einstein se fue a la tumba diciendo que no existen “acciones fantasmales a distancia” que conecten, de forma instantánea, puntos diferentes del Universo


Cuando dos partículas se entrelazan, sus estados se vuelven interconectados. Eso significa que el estado de una partícula influye sobre el estado de la otra, aunque estén a dos galaxias de distancia. Este fenómeno tiene un nombre muy bonito: correlación. El tipo de relación varía, porque depende de la naturaleza de la partícula. No es lo mismo ser un fotón que un electrón o un átomo. Pero la influencia es siempre instantánea. Si la orientación de un fotón es vertical, la orientación del otro fotón será inmediatamente vertical. Si el espín de una partícula es hacia arriba, el de la otra será inmediatamente hacia abajo. Lo sabemos porque, cuando medimos el estado de una partícula, la otra lo manifiesta de forma sincrónica. Curiosamente, es fácil creer que dos partículas pueden comunicarse de forma instantánea a través del espacio cuando estás enamorado, y también es fácil rechazarlo cuando no encaja en tu teoría de la relatividad.
Erwin Schrödinger tenía mi edad cuando propuso el concepto de entrelazamiento cuántico para defenderse de un artículo publicado en el número de mayo de 1935 en la revista Physical Review. Se titulaba ¿Puede considerarse completa la descripción cuántico-mecánica de la realidad física? Es el artículo más citado de la física contemporánea, más conocido como la Paradoja EPR por sus autores; Albert Einstein, Boris Podolsky y Nathan Rosen. Cumple añora 90 años.
El formidable trío concedía que la “correlación” de las partículas era observable por medios técnicos y predecible por medios matemáticos y, por lo tanto, estaban dispuestos a admitir su realidad. Pero argumentaban que debían de existir variables ocultas, uno o varios elementos de realidad física que no se habían observado todavía, probablemente por falta de instrumentos adecuados. Y rechazaban la posibilidad de que ocurriera de forma instantánea porque el principio de localidad, un concepto fundamental de la física, dice que nada puede propagarse más rápido que la velocidad de la luz. Tenía que ser un espejismo, la instantaneidad. Un truco mental.
Einstein se fue a la tumba diciendo que no existen “acciones fantasmales a distancia” que conecten, de forma instantánea, puntos diferentes del Universo. Era probablemente la persona más cualificada y al mismo tiempo la más reacia a aceptar una realidad alternativa a la suya, más cuando introduce la incertidumbre donde antes había determinismo tranquilizador. Así son los sesgos. Hoy sabemos que no tenía razón. También sabemos que la conexión cuántica es un estado delicado. De la misma forma que se entrelazan, las dos partículas pueden perder el vínculo con facilidad.
Cualquier factor puede provocarlo: partículas dispersas, radiación, ruido térmico. Puede ocurrir por accidente, sin que nadie lo quiera. Aunque todos los implicados pongan todo su interés. Cuando una partícula entrelazada interactúa con elementos fuera de su sistema entrelazado, una dosis suficiente de influencia externa puede destruir la coherencia cuántica. Si una de las partículas se cae por un agujero negro, quedará descolgada por efecto de la radiación. Pero también se puede provocar de forma deliberada, introduciendo ruido o interferencias hasta que las partículas dejan de compartir una función de onda. Interrumpir o corromper la conexión hasta que su correlación única se deshace, y las partículas vuelven a comportarse como lo que eran antes de conocerse: entidades individuales con características distintas. Ese proceso de destrucción del vínculo también tiene un nombre apropiado: demolición.
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