Un economista para frenar a Trump
Mark Carney sustituye a Trudeau al frente de los liberales, que remontan por reacción a la agresividad del presidente estadounidense


El exgobernador de los bancos centrales de Canadá y Reino Unido, Mark Carney, un prestigioso economista y financiero sin escaño parlamentario ni experiencia política, será el primer ministro canadiense en sustitución de Justin Trudeau —en el cargo desde 2015— después de su victoria en las primarias del Partido Liberal. Su principal desafío será enfrentarse a la guerra de aranceles y a las amenazas anexionistas de Donald Trump, que pretende convertir Canadá en el 51º Estado de la Unión. Su tarea más apremiante será convocar elecciones para aprovechar el cambio de tendencia provocado por el trumpismo en la opinión de los canadienses respecto a los liberales, quienes desde la vuelta del republicano a la Casa Blanca han recortado su desventaja con los conservadores.
Trudeau anunció su retirada en enero ante el desgaste provocado por 10 años al frente del Ejecutivo, algo con un claro reflejo en las encuestas, en las que Pierre Poilievre, el líder del Partido Conservador, llegó a duplicar su expectativa de voto respecto a sus rivales. Carney venció ampliamente la elección interna de este domingo: obtuvo el 85% de los votos. Muy atrás, con solo el 8%, quedó la exministra de Finanzas Chrystia Freeland, cuya dimisión provocó la actual crisis política y precipitó el abandono de Trudeau.
Con esta operación de relevo en el partido y en el Gobierno, y la inestimable ayuda de Trump, los liberales han conseguido acortar la distancia con sus rivales hasta dejarla en solo siete puntos, mientras Carney, su nuevo líder, supera ya al conservador en la preferencia de los electores como futuro primer ministro. A favor de Poilievre juega, no obstante, el impulso de alternancia tras una década de dominio liberal. En su contra, sus mimetismos trumpistas, tanto por su discurso nacionalista como por la similitud de sus críticas a Trudeau a cuenta de la inflación y de la política migratoria.
Aunque las elecciones están programadas para octubre, Mark Carney está interesado en acudir cuanto antes a las urnas para aprovechar el viento que, por reacción, sopla a su favor desde Washington y, en caso de ganar, afrontar con una base sólida las espinosas conversaciones con la Casa Blanca. Aunque estarán centradas en los aranceles y en el control de las fronteras, pesará sobre ellas la insostenible propuesta anexionista de su vecino, paralela a la formulada respecto a Groenlandia. Con ambas, Trump pretende tener mayor acceso al Ártico y a la extracción de minerales raros, que considera vitales en su disputa con China por la hegemonía mundial. El futuro electoral de Canadá, todavía incierto, apunta la tendencia que puede surgir en los países hasta ahora aliados de EE UU como resultado de la instrumentalización ventajista que hace Trump de alianzas construidas en cien años y dinamitadas por él en apenas semanas para dar paso a una relación comercial y diplomática que se mueve entre la transacción y la extorsión.
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