Alemania, ante su responsabilidad
El Gobierno que salga de las urnas debe revitalizar el liderazgo de la UE ante las amenazas al modo de vida europeo
![Carteles electorales vandalizados en Berlín.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/KAP3CTI66HYKV4DIXLR2MB4IOU.jpg?auth=2d3d09011abfa18d1b2fd1edbc5477501d17e7cf0dbe8d9658bd262c0edeaecd&width=414)
Los ciudadanos de Alemania, la primera economía de la Unión Europea y el país más poblado, votarán el próximo domingo, 23 de febrero, en función de una serie de razones que van desde la economía y la inflación hasta la crisis industrial, la inmigración o el medio ambiente. Pero lo que decidan impactará más allá de las fronteras alemanas. Estas no son unas elecciones como otras: en plena campaña, el vicepresidente de Estados Unidos, J. D. Vance, acusó en Múnich a sus anfitriones de amenazar la democracia, y alentó a la extrema derecha, a la que los partidos alemanes se han esforzado por aislar durante décadas. Lo que está en juego es la capacidad de los partidos democráticos para frenar el ascenso de los amigos europeos de Donald Trump y de Vladímir Putin; también el desenlace de la guerra de Ucrania y el papel de los ucranios y los europeos en ese final, y el futuro de la relación transatlántica, quizá en un punto de no retorno. En todas estas cuestiones, el próximo canciller alemán, posiblemente el democristiano Friedrich Merz, y su eventual Gobierno, están llamados a asumir en Europa un nuevo liderazgo tras la tibieza en el plano internacional del socialdemócrata Olaf Scholz.
El trabajo que espera al próximo canciller es colosal. Sacar a Alemania de un estancamiento económico que dura ya seis años obliga a una refundación de un modelo económico basado en el liderazgo tecnológico, las exportaciones masivas, la energía barata y uno de los Estados del bienestar más robustos. Los fundamentos de este modelo se tambalean, o han desaparecido. Otros países fabrican tan bien o mejor, y en todo caso más barato, productos que eran el orgullo de Alemania. El ejemplo del automóvil es elocuente. China ya no necesita comprar coches alemanes, porque los fabrica ella misma, y Alemania ha perdido el tren de la innovación del automóvil eléctrico. Las barreras al comercio, que Trump abandera, son otro golpe letal al modelo exportador. El previsible fin del paraguas militar estadounidense y la amenaza de Rusia obligan a aumentar el gasto en defensa. Esto puede forzar a replantear las estrictas normas sobre el endeudamiento que limitan el margen para invertir, también para la reconstrucción de unas infraestructuras deficientes.
Sin una Alemania sólida, económica y militarmente, Europa no podrá sobrevivir ante el avance de los Trump, Putin y Xi. Berlín debe volver a ocupar su papel tradicional en la UE, liderando, pero también mediando y ampliando el maltrecho motor franco-alemán a una Polonia cada vez más central, a España e Italia. Es la hora, también, de asumir plenamente la necesidad de una soberanía militar europea, como ha exhortado esta semana el presidente ucranio, Volodímir Zelenski.
Pero es probable que el éxito o fracaso del próximo canciller se mida en otro terreno, el del combate contra la extrema derecha. El partido Alternativa para Alemania (AfD) será la segunda fuerza más votada, según los sondeos, pero sus posibilidades de gobernar son casi nulas, pues el resto de los partidos se niegan a pactar con él. El favorito Merz rompió un tabú al aceptar hace unas semanas los votos de AfD para varias iniciativas sobre inmigración. Si es canciller, debería deshacer cualquier ambigüedad. En coalición con socialdemócratas o verdes, debe demostrar que los partidos moderados son capaces de responder con propuestas democráticas y consensuadas a las inquietudes que alimentan el voto extremista. Lograr reducir de nuevo a AfD a la irrelevancia sería el mejor desmentido de los augurios de Vance, Trump y Putin, y una victoria para Europa.
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