Una habitación sin vistas
Los lectores escriben sobre el alquiler de habitaciones, la cancelación a Karla Sofía Gascón, las noticias negativas y el valor de la sanidad pública
Hay un mundo de habitaciones que se alquilan en pisos ajenos, un bosque de nidos pequeños y oscuros. Se anuncian junto a pisos diáfanos, grandes y carísimos. Las habitaciones también son caras, aunque están para alojar a los que menos tienen. Hay habitaciones con ventana a patio y habitaciones sin ventana, cuatro paredes, el techo y el suelo. Habitaciones que son como una celda de castigo, habitaciones que cuestan 550 euros al mes más gastos, más dos fianzas. Esas habitaciones tienen dueños o gestores que saben que tienen algo escaso y preciado, que el que llama la necesita con urgencia porque no tiene dónde caerse muerto. Te dicen que si tienes trabajo, nómina, contrato, que para cuánto tiempo, que si vienes ahora mismo, y vas y una hora después te llaman y te dicen que la habitación ya está alquilada. No sabes si la persona a la que se la han alquilado era rubia, tenía la piel más clara o no tenía acento extranjero. No lo sabes, pero te lo imaginas.
Gemma Torres Garoña. San Sebastián
¿Quién cancela a los otros?
Karla Sofía Gascón es mi compañero de EGB: el que soltaba un “maricón” si decía que no me gustaba el fútbol. Es el parroquiano del bar donde tomo el café, que lanza gruñidos en cuanto salen los diputados por la tele. Es el monitor del gimnasio, que se siente obligado a comentar en voz alta cuando una chica hace piernas. Con esos llevo toda la vida. Los escucho, los esquivo, los aguanto. Nunca vi que alguien los cancelara. Siguen ahí, intocables, porque no tuitean: disparan en corto, sin pruebas ni testigos. ¿Y Karla? Karla hizo cine. Arte. Y, por eso, tiene una nominación al Oscar y una pira encendida a sus pies. Que sus palabras duelen, sí. Pero también duele ver que la hoguera es solo para quien sube al escenario. Los otros, mientras, siguen de pie. Y, lo peor, gratis.
Israel Box. Archena (Murcia)
Paz mental
Cada día, al mediodía, enciendo la televisión y veo las noticias. Siempre me encuentro con la misma inquietud: ¿hasta cuándo tendremos que soportar la constante retransmisión de solo malas noticias? Si bien la política, los desastres medioambientales o las enfermedades son esenciales para nuestra comprensión del mundo, la continua exposición a contenido negativo puede tener un alto impacto en la salud mental. Ojalá fuera condición obligada que de manera habitual se incluyeran noticias esperanzadoras, que contribuyeran a la felicidad común. Por descansar un poco de todo lo oscuro que nos rodea.
Candela Cera Vázquez. Huelva
Sanidad pública
Cuando mi amor enfermó, el mundo entero cayó sobre nuestra vulnerabilidad. Dependíamos de la sanidad pública para su curación. Las pruebas nucleares, la hospitalización y la quimioterapia suponen gastos astronómicos, inalcanzables para la clase trabajadora, la nuestra. Comprendimos en la práctica la importancia de la defensa de los derechos fundamentales, de que lo público se paga con impuestos, de que la vida depende de ello. El día que nos vimos rotos, indefensos ante una enfermedad grave, maldijimos a los frívolos que denuestan la sanidad pública.
Ana Belén Pérez Villa. Soria
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