_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El imperio de los millonarios

El poder tecnológico se exhibe como cómplice de un Trump condenado y cuyo programa de gobierno pisotea los derechos humanos

La toma de posesión de Donald Trump en Washington. En primera fila, los magnates tecnológicos Mark Zuckerberg (fundador de Meta); Lauren Sánchez y su pareja, Jeff Bezos (fundador de Amazon), y el consejero delegado de Google, Sundar Pichai. En la segunda fila, algunos ministros propuestos por Trump para el nuevo Gobierno como Robert F. Kennedy, Jr. (detrás de Sánchez)
La toma de posesión de Donald Trump en Washington. En primera fila, los magnates tecnológicos Mark Zuckerberg (fundador de Meta); Lauren Sánchez y su pareja, Jeff Bezos (fundador de Amazon), y el consejero delegado de Google, Sundar Pichai. En la segunda fila, algunos ministros propuestos por Trump para el nuevo Gobierno como Robert F. Kennedy, Jr. (detrás de Sánchez)Kenny Holston (via REUTERS)
Jordi Amat

El mercado de la vivienda de lujo de Washington está revolucionado: nuevos millonarios han llegado a la ciudad. En esa casa tan elegante vivió el hijo de Abraham Lincoln y allí vive la viuda de Ben Bradlee, uno de los faros democráticos del cuarto poder del siglo XX, el director de The Washington Post en los días míticos de los papeles del Pentágono o del Watergate. La escena la contó Elisabeth Bumiller el domingo pasado en el New York Times. Suena el teléfono. La veterana periodista Sally Quinn, que mantiene una columna en el periódico en el que conoció a su marido, descuelga. Es un agente inmobiliario. ¿Le interesaría vender? Estilo neocolonial, fachada de ladrillos rojos, la mejor arquitectura civil en la capital del poder político occidental. Gracias, pero no. “Esta es mi casa”. No es que en la administración Biden no hubiese hombres con mucho dinero. Es que en la que configura Trump, como en parte ocurrió en 2016, hay personas con muchísimos millones más. Miles. Elon Musk, por supuesto, y otros que hicieron considerables donaciones a la campaña electoral convencidos que podrían rentabilizar esa inversión.

En el Capitolio, en la ceremonia de investidura como presidente del magnate inmobiliario, la elite de la oligarquía digital tuvo mayor relevancia que los expresidentes que estaban allí, demócratas y republicanos, simbolizando la continuidad institucional. Ahora hay otra legitimidad paralela. Como si hubiesen tomado posesión del edificio que el trumpismo más populista quiso ocupar hace cuatro años, el poder tecnológico se exhibió como cómplice necesario e impúdico de un Trump condenado y cuyo programa de gobierno ya pisotea el credo de los derechos humanos.

No se esconden. ¿Los ven? Algunos buscan casa en Washington. Son Tim Cook de Apple y Sam Altman de OpenAI, el director de TikTok, Shou Zi Chew, o Sundar Pichai de Google. También empresarios y propietarios de redes sociales —como Musk y Mark Zuckerberg— que, en la práctica y sin advertirlo, interiorizamos como medios de comunicación porque editorializan al seleccionar la información en función de su interés ideológico o económico. También estaba Jeff Bezos, propietario de Amazon y del Post —el periódico de Ben Bradlee—. El 4 de enero su caricaturista Ann Telnaes publicó un post en el que anunciaba que dejaba el periódico en el que venía trabajando desde 2008. En el boceto de la viñeta que debía publicarse aparecían Mickey Mouse (en representación de Disney, propietaria de la cadena de televisión ABC) rendido en el suelo y Zuckerberg, Altman, Bezos y Patrick Soon-Shiong —dueño del ‘Los Angeles Times’ y otro empresario millonario: 7.100 millones de dólares según Forbes— inclinando la rodilla frente a una escultura de un emperador romano de aspecto trumpiano y al que ofrecían bolsas de dinero. No es que en el pasado no le hubiesen rechazado un dibujo o pedido una revisión, faltaría, pero esta vez había sido censura ideológica para no incomodar al propietario.

Así se silencia la crítica al principal poder que está degradando hoy la democracia occidental. Van ganando. Como los congregados en la escena inicial de El orden del día de Éric Vuillard, llamados a financiar la campaña que llevó a Hitler al poder, saben por qué están allí. “Tal invitación, un tanto descarada, no les pillaba de nuevas a esos hombres; estaban acostumbrados a las comisiones y a los pagos bajo cuerda. La corrupción es una carga ineludible del presupuesto de las grandes empresas”. Los de 1933 producían coches, lavadoras, radios, pilas de reloj. Los de ahora son quienes (nos) controlan al Homo interneticus. El éxito de su negocio es determinar qué debemos pensar y comprar. Lo profetizó J. G. Ballard: “El consumismo despierta un apetito que solo el fascismo puede satisfacer”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jordi Amat
Filólogo y escritor. Ha estudiado la reconstrucción de la cultura democrática catalana y española. Sus últimos libros son la novela 'El hijo del chófer' y la biografía 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater' (Tusquets). Escribe en la sección de 'Opinión' y coordina 'Babelia', el suplemento cultural de EL PAÍS.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_