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Dos trucos fáciles para entender el mundo

Unificación y heurística son la receta para abrirse camino por la jungla de la confusión y el desasosiego

Un bebé con un sonajero.
Un bebé con un sonajero.Nika Boyce Studios (Getty Images)
Javier Sampedro

La realidad es confusa, pero los humanos somos buscadores de patrones, descubridores de las pautas y las regularidades ocultas bajo el caos. Si un bebé observa que soltar el sonajero hace que se caiga al suelo, y lo comprueba una docena de veces con fastidioso afán experimental, detecta un patrón en ese extraño mundo en que ha nacido. No se puede decir que ese patrón sea la teoría gravitatoria de Isaac Newton, pero sí que es una modalidad tosca de teoría gravitatoria, una pauta de comportamiento del mundo físico.

La anécdota de la manzana de Newton, por cierto, está más próxima a la realidad que a la leyenda, porque él mismo se la contó a un biógrafo contemporáneo, y además tiene todo el sentido. Si una noche de verano estás sentado en un jardín, una manzana y la Luna tienen un tamaño comparable para tus ojos. De pronto la manzana cae. ¿Por qué no cae también la Luna? La mente penetrante del joven Newton halló pronto la respuesta: la Luna también cae. Girar alrededor de la Tierra es una forma de caer sobre ella. La tendencia natural de las cosas es seguir moviéndose en línea recta y a velocidad constante, y eso es lo que haría la Luna de no sufrir la atracción gravitatoria de la Tierra. Girar es caer. Lo mismo vale para el Sol y los planetas. Fue la unificación que fundó la ciencia moderna.

El avance del conocimiento desde entonces es la historia de las unificaciones. Newton unificó la caída de las manzanas al suelo —el descubrimiento de nuestro bebé— con la rotación de la Luna sobre la Tierra y con los movimientos de los planetas en el cielo del atardecer. Maxwell unificó la electricidad con el magnetismo como dos facetas del mismo poliedro, el electromagnetismo que cambió el mundo hace un siglo y pico. Albert Einstein fue un maestro del género y unificó el espacio con el tiempo, la materia con la energía, la aceleración con la gravedad. La física es la madre de todas las ciencias, pero la tendencia ha sido la misma en las demás: la unificación. Es el primer truco para entender el mundo que te prometí en el titular.

El segundo es la heurística. Es una palabra rara que designa un concepto confuso. El intento de definición de la RAE (“manera de buscar la solución de un problema mediante métodos no rigurosos, como por tanteo, reglas empíricas, etcétera”) resulta algo patético. Pero Einstein usó el término en el titular de uno de sus papers de 1905, su annus mirabilis, en un sentido más comprensible. El titular dice “Un punto de vista heurístico sobre la creación y la conversión de la luz”. Einstein explica allí el efecto fotoeléctrico que hoy usan las puertas de los ascensores —lo que le valió su único premio Nobel—, pero solo a costa de proponer que la luz está hecha de partículas (fotones), pese a las aplastantes evidencias de su naturaleza ondulatoria.

Lo que “heurístico” significa ahí es que, si no puedes resolver el problema particular, resuelve primero el problema general. Si no puedes explicar el efecto fotoeléctrico (el problema particular), resuelve primero cuál es la naturaleza de la luz (el problema general). Una vez que aceptas que la luz está hecha de fotones, el efecto fotoeléctrico se explica solo: un fotón golpea un átomo metálico y le arranca un electrón. Así de fácil, siempre que primero hayas revolucionado la física. Eso es lo que yo entiendo por heurística, aunque los lexicógrafos tengan otros enfoques. Sí, es verdad, tengo problemas con la autoridad.

Unificación y heurística son la receta para abrirse camino por la jungla de la confusión y el desasosiego. No son los consejos más fáciles de seguir, soy consciente, pero sí los más eficaces. Entender la realidad exige a menudo ir por delante de ella. Sé que estás esperando una moraleja política, pero esta vez te la dejo a ti.

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