El fiasco del dúo ultra Weber-Feijóo
La elección de la nueva Comisión Europea, con Teresa Ribera como vicepresidenta, es el cuarto revés para una coalición de la derecha y la extrema derecha europeas
Alberto Núñez Feijóo sale maltrecho de su acoso europeo a Teresa Ribera. Queda solo, abandonado a mitad del asedio por el Partido Popular Europeo (PPE), tras haberlo usado su presidente, el extremista bávaro Manfred Weber, como clínex.
Quizá resintonicen en el congreso del PPE en primavera, justo… ¡en Valencia!: la capital europea iniciática de la simbiosis derecha/ultraderecha, por obra de Carlos Mazón y gracia de Feijóo. Pero su maniobra conjunta ha sido de doble fiasco, también de Weber. Pues su clave era el desplome de Ribera (directo o mediante el truco de una votación secreta). No ha ocurrido.
El envite cristalizaba la estrategia de ambos, de “nadie a la derecha del PP”, aprendida del exnazi Franz Josef Strauss, padre de la CSU. Y aplicada con esmero por José María Aznar y su yerno, Alejandro Agag, en 1999, para integrar a los ultras iliberales y euroescépticos en una casa común. Entonces los socialistas dominaban el Parlamento Europeo. Para voltearlos, la doble AA conspiró con éxito a fin de que el PPE absorbiera por fases a Forza Italia, de Silvio Berlusconi: un eurorreticente que calificaría a la moneda única de “gran embrollo” y quiso propinarle un “ciao, ciao”.
Contra esta estrategia, el digno polaco Donald Tusk, líder del PPE hasta 2022, armó un “cordón sanitario” ante los neofascistas. Le secundó el merkelismo, y su figura ascendente, Ursula von der Leyen, reticente a retratarse con ellos, salvo al final de su primer mandato, con Giorgia Meloni. Conveniencias pragmáticas y personalistas difuminaron su cinturón: selectivamente, en favor de su grupo menos radical, los meloneros, frente a la filonazi Alternativa para Alemania.
El plan de Manfred (despechado porque Von der Leyen le desplazó de la Comisión) no matizaba entre ultras malos, y digeribles: buscaba el pacto integral, de igual a igual con todos, lo que incluía destronar a Ribera. Contra ello pugnó Pedro Sánchez. Convergió con su afán la CDU de Friedrich Merz, merkeliano aunque a regañadientes, consciente de que debe marcar paquete ante los neonazis en las próximas elecciones, paró los pies al bávaro. Salvaron la Comisión Von der Leyen 2, y mermando competencias al iliberal comisario húngaro.
Este es el cuarto revés para una coalición de la derecha y la extrema derecha europeas. Primero fue la preservación de la mayoría liberal (PP, socialistas, liberales, verdes) en las elecciones de junio. Segundo, el inmediato pacto del Consejo Europeo para el liderazgo institucional (Von der Leyen, António Costa en el Consejo Europeo, Kaja Kallas como Alta Representante). Tercero, la derrota judicial de Meloni (con el oportunista apoyo “selectivo” de Von der Leyen) en sus deportaciones de inmigrantes a Albania. Cuarto, la ratificación de los pactos de junio, el miércoles.
Queda para esta semana su votación parlamentaria. Y al rato, la definición de una estrategia europea contra las asechanzas del más peligroso ultra, un tal Donald Trump.
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