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Columna
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Las identidades

Está bien respetar el sentido de pertenencia. Pero el respeto obliga a distinguir

Netanyahu, el 17 de julio en un debate en la Knesset.
Netanyahu, el 17 de julio en un debate en la Knesset.Ronen Zvulun (REUTERS)

Federico García Lorca decidió al mismo tiempo dejarse crecer los cabellos y maldecir al Vaticano en su libro Poeta en Nueva York. Las dos cosas están más juntas de lo que parece. En 1929, en medio de la crisis de Wall Street, supo que el papa Pío XI había firmado un acuerdo con Benito Mussolini para unir los intereses de la Iglesia con el fascismo. Y maldijo al Papa y a la Iglesia. Pero al mismo tiempo recordó que hay muchas formas de ser cristiano. Se dejó crecer los cabellos para declarar que su deseo se parecía al de las mujeres, reconociendo con el pelo largo su homosexualidad, pero también identificándose con la imagen de Cristo. Se puede ser católico defendiendo el autoritarismo y las costumbres de la alta sociedad o dando hasta la vida en favor de los pobres. El poeta maldijo al Papa y recordó al mismo tiempo que Cristo quiso repartir el pan y el vino. Fueron capaces de dar su vida por defender una tierra justa que diese sus frutos para todos.

El sentido de pertenencia no es malo. El desarraigo y la velocidad del mundo en el que vivimos nos empujan a una soledad deshumanizada. Cuando nos miramos al espejo corremos el riesgo de no ver todo lo que cabe en nuestros ojos: un teléfono con amigos, una casa cuando es posible, una patria, una sangre, unas raíces, a veces una religión y un instinto político. Por eso está bien respetar el sentido de pertenencia. Pero el respeto obliga a distinguir. No es lo mismo que la religión te arrastre a Mussolini o que te lleve al Cristo que anduvo sobre la mar y dio su vida por amor a los otros. No es lo mismo defender los derechos universales del ser humano que identificar tu identidad con una legitimación de la violencia. No es lo mismo vivir con ideas políticas que corromper en nombre de tus ideas las instituciones, los poderes del Estado y la democracia. La derecha europea debería separarse de la extrema derecha. Y los judíos, de Netanyahu.

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