_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La dignidad de Europa

La UE agoniza, pero la ley todavía fiscaliza el proceder de los malos gobernantes

Vista aérea del campo construido en Gjadër (Albania) para internar a inmigrantes trasladados desde Italia.
Vista aérea del campo construido en Gjadër (Albania) para internar a inmigrantes trasladados desde Italia.Florion Goga (REUTERS)
Diego S. Garrocho

El respeto por la dignidad humana solo se demuestra ante el rostro de un desconocido. Cuando quien implora ayuda, cobijo o protección es alguien próximo, es muy probable que sea la semejanza o la afinidad común la que motive nuestro afecto. Pero la dignidad universal, el inalienable valor inherente a toda vida humana, se expresa en nuestro compromiso con un dolor que no nos pertenece. Tal vez por eso, un texto antiguo del Mediterráneo oriental, al que debemos no poco, quiso hacer del extranjero —junto con el huérfano y la viuda— un sujeto preferente con el que ejercer la responsabilidad moral.

El Gobierno de Italia, país llamado a ser uno de los pulmones culturales y espirituales de Europa, ensayó la semana pasada una infame estrategia de deportación de migrantes a Albania, donde se busca establecer un régimen semicarcelario y uniformado que sería insoportable en nuestro territorio. La medida es singularmente aviesa, por cuanto externaliza la violación de derechos humanos elementales en suelo extranjero, y lo hace, para mayor vergüenza, a cambio de dinero. La primera experiencia de este ominoso experimento ha sido un fracaso y, gracias a la acción de un juez, las 16 personas que fueron internadas forzosamente en Albania ya están en Italia. Europa agoniza, pero la ley, afortunadamente, todavía fiscaliza el proceder de los malos gobernantes. Por fortuna, el gobierno de las leyes, y no de los hombres, es otro de los patrimonios políticos esenciales de la tradición europea.

Giorgia Meloni no está sola, y Ursula von der Leyen llegó a ponderar este experimento deshumanizador, calificando la medida de “innovadora”. El adjetivo no es casual: una sociedad en la que la innovación es un valor absoluto es, obviamente, una sociedad consagrada al absurdo. El problema, además, no es solo que quienes hacen gala de la insolidaridad se comporten conforme a sus principios deteriorados. Lo dramático es que quienes aspiran a liderar moralmente la acogida lo hacen usando argumentos de utilidad igualmente infames. La dignidad de las personas migrantes no puede depender de las necesidades del capital ni de nuestra crisis demográfica. No debemos gestionar responsablemente los flujos migratorios porque sea rentable, sino porque el compromiso moral y civilizatorio del que Occidente presume solo será real si se ejerce incluso en contra de toda rentabilidad. Europa debe elegir si quiere ser un refugio aislado de prosperidad y fortuna, o si verdaderamente aspira a ser algo parecido a la luz del mundo.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_