Más cerca de la guerra en Líbano
La sofisticada operación israelí contra Hezbolá supone una agresión indiscriminada en un contexto prebélico
Más allá de la espectacularidad novelesca y distópica de la operación —atribuida a Israel pero no reivindicada por su Gobierno, como es habitual—, la explosión simultánea el martes en Líbano de casi 3.000 aparatos busca, muchos de ellos en manos de milicianos de Hezbolá, y el estallido este miércoles de forma similar de un número indeterminado de walkie-talkies incrementa peligrosamente el riesgo de una extensión a Líbano de la ofensiva militar israelí en Gaza, y por tanto, de una guerra abierta a gran escala en Oriente Próximo.
El miércoles, los hospitales libaneses empezaron a recibir en un corto periodo de tiempo a miles de heridos que tenían una característica evidente en común: a todos les había estallado el dispositivo electrónico de mensajería, popularmente conocido como busca, que llevaban encima en el momento de la explosión. Según el ministro libanés de Sanidad, 12 personas murieron —entre ellas varios niños que estaban junto a sus padres— y otras 2.800 resultaron heridas, 400 de ellas de gravedad. Las explosiones se produjeron por todo el país, aunque la mayor concentración de casos se produjo en la capital, Beirut. Este miércoles, la conmoción se convirtió en psicosis cuando al menos 20 personas murieron y varios centenares resultaron heridas al estallar también los walkie-talkies que utilizaban.
Todo sucede en un contexto prebélico. Muchos de los portadores de todos esos aparatos eran miembros de la milicia chií proiraní Hezbolá, con la que Israel mantiene una guerra de baja de intensidad. Las hostilidades han subido de nivel desde la invasión israelí de Gaza el pasado octubre como respuesta al ataque de Hamás. Entre los heridos también figuran diplomáticos extranjeros como el embajador iraní en Líbano, Mojtaba Amani.
Objetivamente, se trata de un ataque indiscriminado. Es materialmente imposible que quienes activaron los explosivos, probablemente mediante el envío de un mensaje, pudieran tener la certeza de que quienes en esos momentos tenían los aparatos eran sus objetivos —la prueba son los niños muertos— ni dónde estaban —hay imágenes de explosiones en mercados—, todo ello aparte de la controvertida definición de objetivo legítimo en los asesinatos selectivos. Es preciso subrayar que según la convención de Ginebra los ataques indiscriminados son un crimen de guerra.
Israel nunca reivindica las acciones de este tipo en el extranjero, pero sería demasiado ingenuo, por no decir hipócrita, pretender ignorar la intervención de sus servicios de inteligencia en una acción tan sofisticada cuyas ramificaciones apuntan a una empresa fantasma del Mossad en Suiza. En la UE ha sido condenada por el alto representante para política exterior saliente, Josep Borrell, y por la viceprimera ministra belga, Petra de Sutter, quien ha exigido una investigación internacional.
Poco importa también si era una operación preparada para una eventual guerra abierta que hubo de ser adelantada al ser descubierta por la contrainteligencia de la milicia chií. El daño ya se ha causado; el humano y el político. Una guerra total entre Israel y Hezbolá —cuyo líder, Hasan Nasralá, se dirigirá este jueves a los libaneses— es un conflicto regional que implica inmediatamente a Líbano e Irán. Acierta el secretario general de la ONU, António Guterres, al advertir de la dramática situación que se cierne sobre la región. Es un escenario que puede evitarse y cuyo primer paso debe ser indefectiblemente por un alto al fuego inmediato en Gaza. Es la estabilidad mundial lo que está en juego.
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