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RED DE REDES
Columna
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El funeral

Crowdtangle, el muerto, no es humano sino un intangible, pero con una existencia tan provechosa que sus huérfanos profesionales vivimos en un proceso de duelo al que nos resultará complicado poner fin

Empresas tecnologicas
Una persona mira un 'smartphone' con el logotipo de la aplicación de Facebook de fondo.OLIVIER DOULIERY (AFP)
Carmela Ríos

Acabo de marcar en la agenda una cita importante para finales de septiembre. Se trata de un funeral en el que vamos a rendir homenaje a un reciente fallecido cuya pérdida lamentamos profundamente las miles de personas en el mundo que nos dedicamos a observar las redes sociales y a explicar lo que vemos en ellas. En realidad, el muerto no es humano sino un intangible, pero con una existencia tan provechosa que sus huérfanos profesionales vivimos en un proceso de duelo al que nos resultará complicado poner fin.

Crowdtangle, que en paz descanse, nació en 2011 gracias al esfuerzo y la creatividad de dos jóvenes, Brandon Silverman y Matt Gamur. Para entonces las redes sociales ya estaban propiciando el nacimiento y la difusión de movimientos civiles como las Primaveras Árabes, el movimiento del 15-M en España o el Occupy Wall Street en Estados Unidos. Silverman y Gamur trataban por aquel entonces de desarrollar una herramienta gratuita que permitiera saber qué publicaciones estaban siendo más compartidas en las redes sociales, algo que ayudara a los medios de comunicación y a las ONG a comprender mejor el alcance de sus mensajes y a observar y ordenar por listas las contribuciones de otros usuarios. Lo hicieron tan bien que cinco años más tarde Facebook compró Crowdtangle con todo su equipo humano, al que asignó, entre otras, la tarea de ayudar a los medios de comunicación a utilizar la herramienta como una poderosa atalaya desde la que supervisar la actividad de la competencia nacional o extranjera o de cualquier otra cuenta, tanto en Facebook como, posteriormente, en Instagram.

Sin embargo, la historia tenía reservada a Crowdtangle una misión mucho más relevante. Cuando en 2016 los bulos y los discursos de odio empezaban a extenderse como la gran amenaza que actualmente son, algunos periodistas e investigadores académicos entendieron que esa mirada global y transparente que Crowdtangle hacía posible sobre las redes de Meta podía resultar providencial para observar cómo la desinformación se iba expandiendo. Y así sucedió. Crowdtangle se volvió insustituible para ordenar los bulos por su nivel de éxito en Facebook e Instagram, identificar cuentas y grupos difusores de mentiras en todo el mundo o para seguir en tiempo real el desarrollo de una manipulación concertada. Nunca se le han visto las costuras con tanta nitidez a una red social y eso no gustaba a los responsables de Meta, preocupados por el impacto que este empacho de transparencia pudiera tener en la imagen de la compañía y en el desarrollo de su negocio.

Fundido a negro. A pesar de la movilización de la comunidad científica, universitaria y de algunos representantes políticos estadounidenses para evitarlo, Meta, tal como anunció en 2022, corrió la cortina y cerró Crowdtangle el pasado 14 de agosto, tres meses antes de las elecciones estadounidenses. Con esta decisión Zuckerberg deja tuertos, profesionalmente hablando, a los observadores de la desinformación si bien ha anunciado la puesta en marcha de una herramienta alternativa. Será muy difícil sustituir a Crowdtangle, como bien saben los miembros del Knight-Georgetown Institute y de la Coalition for Independent Technology Research for CrowdTangle. Son ellos quienes han preparado un funeral, que se celebrará el próximo 30 de septiembre en la Universidad de Georgetown, en recuerdo de lo que el periodista Casey Newton denominó “el producto más extraño de la historia de Facebook: querido por sus usuarios, repudiado por sus propietarios”.

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