Tensión y polarización
Los lectores escriben sobre la dificultad de hablar serenamente de política, la compra de armas en Estados Unidos, la ley de Memoria Histórica y sobre la situación de los menores extranjeros no acompañados
Soy socialdemócrata. Hace tiempo que tengo relación de amistad con personas con cuya ideología no coincido. Después de algún encontronazo, mi carácter moderado y no conflictivo me llevó a no abordar con ellas conversaciones relacionadas con la política, o a acordar que lo mejor sería obviarlas. Sin embargo, últimamente es difícil evitar que algunos de estos amigos crucen esa línea roja. Todo, absolutamente todo, parece polarizado, y se respira una tensión bochornosa. Comentarios tan aparentemente inocuos como que estoy preocupada por que mis hijas accedan a una vivienda, que me gusta el País Vasco o que me alegra el triunfo de la selección española en la Eurocopa han encendido, por arte de magia y de manera inmediata, la mecha hacia un bombazo, hacia un comentario cargado de condescendencia, perversa ironía u odio irracional, en un absurdo afán por imponer su verdad o buscar el enfrentamiento.
Mónica Esteve Sanz. Madrid
Enfermos de miedo
El hecho de poseer un arma de fuego implica la asunción de dos premisas: que puedo ser objeto de un ataque personal, y que llegado el caso estaría dispuesto a usarla con la inevitable posibilidad de matar a alguien, consecuencia que acepto. Para un europeo común, pienso, estas premisas son inasumibles. Un planteamiento así, que parece estar bastante generalizado en Estados Unidos, es síntoma de una sociedad enferma de miedo. Sobre todo, creo que esa segunda premisa debería ser objeto de un serio debate filosófico y moral.
Juan Miguel Velázquez. Madrid
Memoria histórica
Siendo un firme defensor de la Ley de Memoria Histórica, como una buena ley que ha servido para reparar muchas injusticias derivadas del franquismo, este verano he llegado a la conclusión de que dicha ley es incompleta. Se ha quedado corta. Llego a mi pueblo, Bornos, en la provincia de Cádiz —mi pueblo de vacaciones ahora— y me encuentro la casa del vecino de enfrente con un grosero mástil en el tejado en el que ondea la bandera franquista con el escudo del águila preconstitucional. Detrás de esa bandera se esconde mucho dolor. La casa que ahora ocupo perteneció a mi abuelo, ejecutado por los fascistas en los primeros días de la Guerra Civil. Nuestra Ley de Memoria Histórica debería ir más allá, prohibir de forma expresa y sin ambigüedades esa bandera, ese escudo, esa afrenta que sigue provocando mucho dolor a muchos españoles.
Emilio Barra Aguilar. Bornos (Cádiz)
Nacer en un país pobre
Esos niños a los que llaman “menas” han tenido la desgracia de nacer en un país pobre, pero algunos siguen pensando que estos están en esa situación de desamparo porque sus familias no han trabajado lo suficiente. Existe un patrón muy claro en esta sociedad consistente en marcar los privilegios: “Yo tengo esto porque me lo he ganado”. Se necesita la oportunidad para poder crecer, derechos para garantizar condiciones dignas y mucha suerte para no morir en el océano mendigando un poco de humanidad.
Miguel Villar Rodríguez. Ribadavia (Ourense)
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.