Brasil, en vilo por el ‘caso Biden’ en Estados Unidos
Lo ocurrido en el debate entre el demócrata y Trump genera la duda de si Lula deberá presentarse a las elecciones de 2026 con 80 años
Si hay un país en el que el caso Biden le toque más de cerca es Brasil. Por varias razones, como el hecho de que una eventual derrota del demócrata frente al ultra Trump supondría un espaldarazo al bolsonarismo, en acecho para volver a gobernar.
En Brasil las elecciones presidenciales del 2026 son tan importantes que están ya condicionando buena parte de la vida política desde ahora mismo. También condicionan las elecciones municipales de octubre consideradas la antesala de las presidenciales. En ellas se enfrentarán de nuevo el actual Gobierno con el bolsonarismo, que intenta levantar la cabeza pese a que su líder Bolsonaro está inhabilitado para disputar las elecciones, pero sigue estando en la sombra el ideólogo de la extrema derecha y aparece ya muy activo ante las próximas elecciones municipales.
La disputa en Estados Unidos sobre la conveniencia o no de que Biden se represente a las presidenciales, dados ciertos rasgos de senilidad que parece revelar, ha hecho enseguida pensar a Brasil lo que puede suceder en 2026: Lula piensa disputar de nuevo las presidenciales a pesar de que tendrá 80 años, la misma edad de Biden, o como dice el mandatario brasileño: “un año menos”.
El tema que preocupa a la clase política y a la sociedad ha desempolvado la idea de que debería existir una edad límite para disputar la presidencia debido a que sí existe una mínima edad y como existe una edad obligatoria para la jubilación de los trabajadores. Sería una forma de detener una nueva candidatura de Lula que habrá cumplido entonces sus 80 años.
Es verdad que hay profesiones en las que la edad no tiene tanta importancia. Grandes obras literarias fueron escritas por personas con más de 80 años y políticos en plena lucidez y energía, pero no cabe duda que la edad toma parte y ciertas actividades se ven limitadas por el peso de los años.
En Brasil, donde no existe hoy en el campo progresista ningún otro candidato con fuerza para ganar unas elecciones a la derecha, nadie duda que Lula no padece por el momento de las limitaciones que parece revelar la psique de Biden en Estados Unidos. Hasta sus enemigos políticos reconocen la lucidez del viejo luchador sindicalista y que está en su tercer mandato presidencial y con ganas de seguir en el poder.
Todo ello coloca la interrogante de por qué en la izquierda de Brasil, centrada fundamentalmente en el PT, no ha surgido, o no le han dejado surgir, algún líder joven que pueda tomar con éxito el relevo de Lula, que hoy ha acaparado todo el poder en el partido. Sigue en activo la vieja guardia de los anteriores Gobiernos lulistas y de Dilma sin posibilidad de relevos.
Lula sabe que si su gobierno saliera derrotado en octubre en las elecciones municipales le sería mucho más difícil y a sus 80 años ganar un cuarto mandato presidencial. Por ello está insistiendo cada día y más ahora que está en pleno vigor físico y mental. Y lo dice con todas las letras y sin ambages. Días atrás, en entrevista a una radio y en plena actividad recorriendo el país de norte a sur en apoyo a sus candidatos para las municipales, dijo a sus críticos: “Puedo mentir para ustedes, pero no para mí. No diría que estoy bien si no lo estuviera. Tengo que ser honrado conmigo mimo y con el pueblo de Brasil”. Y añadió: “Tengo 78 años con la energía de uno de 30 y un tesón [sexual] de 20. Me siento un niño y sino pregúnteselo a Janja [su joven esposa]”. Cuenta también que se levanta todas las mañanas a las 5.30 horas para hacer ejercicios físicos.
Según Lula, sus asesores se cansan más que él y él se encuentra “en un buen momento espiritual y está de bien con la vida”.
Los motivos que Lula da, y ya no lo oculta, para ser de nuevo candidato a las presidenciales es que, si es necesario, volverá “para evitar que los trogloditas que gobernaron este país puedan volver”. Y es que Lula sabe que solo él podría hoy seguir frenando el forcejeo de la derecha y hasta de los más ultras para volver al poder.
El otro problema que se le presenta a Lula para intentar ganar de nuevo las elecciones lo acaba de exponer el crítico columnista del diario O Estado de São Paulo, William Vaack. No sería tanto el de la edad ni ningún impedimento de orden psíquico o de salud, sino en que parece a veces anclado en su forma de hacer política como hace 20 años, la de “nosotros contra ellos, la división del mundo entre ricos y malvados, entre pobre y ricos”. Su problema es seguir en un mundo en plena transformación, anclado en la vieja política económica de gastar sin preocupaciones para conquistar los votos de los más pobres, según el eslogan acuñado por su antecesora la expresidenta, Dilma Rousseff de que “gasto es vida”, lo que le costó ser víctima de un impeachment.
Hoy en efecto, el talón de Aquiles de Lula en su gobierno es el tema de la economía, en la que intenta usar su política de gastos en busca de votos como en sus tiempos de sindicalista, sin tener en cuenta la revolución en acto en el mundo sobre los temas de los nuevos trabajos, las nuevas tecnologías, y los problemas que enfrenta una política económica sana que tenga en cuenta que la sociedad global está en pleno desarrollo. Mientras empiezan a repicar las lúgubres campanas de nuevos conflictos mundiales agravados esta vez por la amenaza abierta o encubierta del peligro de un conflicto atómico.
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