Ursula comiendo churros
Medios españoles retuercen las palabras de la presidenta de la Comisión en un mitin con Feijóo para hacerla pronunciarse contra la amnistía
Doña Ursula es la líder de campaña del Partido Popular Europeo (PPE) para estas elecciones, pero sabe que el momento clave para ser reelegida como presidenta de la Comisión no es este domingo, sino la noche del 27 al 28 de junio, cuando los líderes nacionales se encierren en la sede del Consejo Europeo a repartir cargos. Ahí no estará don Alberto, sino don Pedro. Con el francés Emmanuel Macron poniendo morritos a Mario Draghi, doña Ursula sabe que perder el apoyo de otro de los grandes puede ser fatal, así que mide sus pasos.
La alemana estuvo el pasado fin de semana de campaña en Galicia y Madrid y escuchó a don Alberto decir que en España se está produciendo una “acaparación de todos los poderes por una sola persona”. Una dictadura, vamos.
El Partido Popular repite en campaña su “mentira, corrupción y amnistía”, y doña Ursula lo escuchó varias veces, pero no mordió el anzuelo. La alemana veía que se acercaba la “amnistía”, que se parece mucho al alemán amnestie y, sabiendo que era una trampa, dio un salto: “La Comisión Europea tiene como tarea defender estos valores [defensa de los derechos fundamentales, igualdad, libertad, democracia y Estado de derecho] y los Estados deben defender estos valores comunes”. Doña Ursula cumplió con el guion, puso buena cara, se comió unos churros y celebró la victoria del Real Madrid contra el Borussia Dortmund. Criticar la amnistía suponía buscarse un problema.
Lo que la alemana no sabía es que los medios españoles iban a retorcer sus palabras, sus gestos y hasta sus silencios para ponerle en la boca una enorme amnestie. El Español tituló el sábado: “Von der Leyen apoya a Feijóo y promete defender el Estado de derecho si se ve ‘amenazado’ en España”, tal vez sin darse cuenta de que ese titular da por hecho que por ahora no se ha visto amenazado, a pesar de que la ley de amnistía ya se aprobó.
La número uno de la lista popular al Parlamento Europeo, Dolors Montserrat, fue aún más clara y le dijo a doña Ursula: “Escucha, Europa, la voz de millones de españoles que dicen no a la amnistía que acaba con la igualdad y la separación de poderes”. El digital de Pedro J. Ramírez aseguró en su información que doña Ursula habló de Estado de derecho, sin referencias a España, en “respuesta a la intervención de Feijóo”.
Abc fue más explícito e imaginativo. Tituló que “Feijóo enarbola el apoyo de Europa ante la Amnistía, ‘la mayor agresión’ al Estado de derecho en 46 años”. En su crónica, Pablo Pazos cuenta que don Alberto “ha exhibido este sábado en un acto de la campaña electoral de las europeas del 9-J, celebrado en O Pino, el respaldo de Europa”, personificado por la presencia de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, frente a la Ley de Amnistía”.
No tan rápido. Doña Ursula acude a mítines por toda Europa (a país por día desde la semana pasada) como cabeza visible del PPE, apoyando a candidatos y líderes nacionales de su formación, no como presidenta de la Comisión Europea, porque de hacerlo así se metería en un lío morrocotudo y acabaría de un plumazo con sus opciones de repetir en el cargo. Pero para Abc no solo representa en estos mítines al Ejecutivo comunitario, sino “a Europa”. Julio César, Carlomagno, Napoleón y doña Ursula.
Cuenta Jesús Lillo, también en Abc, que al día siguiente, en un mitin en Zaragoza, don Alberto, tras la visita de doña Ursula, mostró el convencimiento de que “la Unión Europea frenará la ley de amnistía”. Lillo desconfía (con razón, si se me permite). Cree el columnista que esperar a ganar “en los despachos lo perdido en las urnas”, “confiar en que sea Europa la que corrija nuestros errores quizá solo sea ya la expresión de una frustración que nace de la impotencia doméstica”. De tener mal perder.
Doña Ursula tendrá que esperar cinco horas desde que cierren los colegios en Alemania (18.00) hasta que lo hagan en Italia (23.00). Si leyera La Razón, pensaría que esas horas (en España serán tres, pero en Bélgica siete) las usan los gobernantes para mangonear.
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