_
_
_
_
Red de redes
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

No va contra el turista

Los usuarios de X aplauden las protestas en Canarias y recalcan que la masificación de visitantes empobrece la vida de los ciudadanos

Una de las pancartas de la protesta del sábado en Santa Cruz de Tenerife contra la masificación turística.
Una de las pancartas de la protesta del sábado en Santa Cruz de Tenerife contra la masificación turística.Borja Suárez (REUTERS)
Rebeca Carranco

A partir de los 16 años (y, con trampas, quizá algo antes), en los pueblos de costa había un camino claro: estudio en invierno, trabajo en verano, Navidad, puentes y fiestas de guardar. Cuando los más afortunados esquiaban, aprendían idiomas, leían en una tumbona o se quemaban al sol en la playa, la mayoría vendía cremas solares, barras de labios o perfumes a los turistas. Más de ocho horas de pie, a las que incluso se les encontraba cierta gracia cuando se compartían con amigos: jornadas laborales empalmadas con noches de fiesta. Un día tras otro, del 15 de junio al 15 de septiembre, con cansancio, resacas y algún martes de asueto.

Así fue siempre en la Costa Brava, donde nuestras abuelas limpiaban habitaciones de hotel —ahora las llaman camareras— y nuestros abuelos levantaban las urbanizaciones que ya hace años destruyeron el litoral. Con la gratitud por bandera, a pesar de dedicar cuerpo y alma al trabajo, esa generación encontró la manera de pagar una casa, un coche y hasta los estudios del primer licenciado de la familia. También con la esperanza de que ellos fuesen los primeros de la estirpe con vacaciones en agosto, y que un día pudiesen ser los que preguntasen a las diez de la noche en cualquier tienda: “¿Ya cerráis?”.

Incluso esa generación que vivió y mejoró gracias al turismo aplaude las protestas de Canarias. El apoyo se repite en Cataluña, pero también en Andalucía, en la Comunidad Valenciana, en Madrid, en Galicia, en las Baleares... Solo hay que darse un paseo por X, la antigua Twitter. Los motivos para quejarse son tan claros que avergüenza señalarlos: viviendas impagables, espacio público privatizado, afectación al medio ambiente, homogeneización comercial… “No es una manifestación contra el turismo”, repiten incontables usuarios, públicos y menos conocidos, en la red social; es contra un modelo económico que expulsa a los vecinos, desalma a las ciudades y condena a la precariedad a la inmensa mayoría de la población.

“No resuena lo suficiente la importancia histórica de lo que está pasando en Canarias, récord de turistas, récord de pobreza”, escribe el periodista Javier Salas. “No es una manifestación contra el turismo (vivimos de él), ni contra los turistas, sino contra la pésima gestión de todos los gobiernos y la nula visión de futuro de los responsables de la planificación”, tercia Ignacio S. de Erice. Las pancartas con lemas como “no es tu parque turístico, es mi casa”, “no es un ataque, es una defensa”, “40.000 inmigrantes y 15 millones de turistas, ¿y el que nos preocupa es el primero”, han recorrido las redes junto a la etiqueta #canariastieneunlimite.

En Barcelona también han pasado cosas. El Ayuntamiento, socialista, ha tomado una medida radical para mejorar la vida de sus ciudadanos, que a las 11 de la mañana ya no pueden sentarse en una terraza a tomar un café porque están montadas para comer: borrar de Google Maps la línea de autobús 116. Los turistas se subían en tropel para visitar el Park Güell. Lo que pasó a continuación no sorprende a nadie: “Los turistas colapsan ahora los buses 24 y V19 para ir al Park Güell”, titula la televisión local BTV. “Eliminemos Barcelona de Google”, se burla la periodista Anna Pacheco en X.

Los vecinos de ciudades turísticas, cuyos ayuntamientos venden año tras año como un éxito el incremento de visitantes, se ven obligados a abandonar el centro. No pueden pagar sus alquileres, ni sentarse a tomar tranquilamente un café, ni pagar el sobreprecio de cualquier cosa. Pero les persigue una amenaza, la descentralización, que, como define el antropólogo José Mansilla, “no deja de ser un eufemismo para continuar hablando de crecimiento ilimitado”. Y contra todo eso, entre aplausos, se manifestó el sábado Canarias y se celebró después en X con fruición. ¡Viva!

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Rebeca Carranco
Reportera especializada en temas de seguridad y sucesos. Ha trabajado en las redacciones de Madrid, Málaga y Girona, y actualmente desempeña su trabajo en Barcelona. Como colaboradora, ha contado con secciones en la SER, TV3 y en Catalunya Ràdio. Ha sido premiada por la Asociación de Dones Periodistes por su tratamiento de la violencia machista.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_