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Borrar de Google Maps el bus 116 para evitar la masificación turística en Barcelona

Una línea que sube al Park Güell se vacía de visitantes después de que el Ayuntamiento anunciara que intentaría “eliminarla” de internet

Borrar de Google Maps el bus 116 para evitar la masificación turística en Barcelona
El bus del barrio 116 de Barcelona, que tiene parada en la puerta principal del Park Güell, este jueves, tras desaparecer de Google Maps.Albert Garcia
Clara Blanchar

El del autobús 116 de Barcelona era un caso paradigmático de los efectos de la masificación turística en la vida vecinal de una ciudad. Es una de las líneas de bus de barrio de la empresa pública TMB: minibuses con apenas 14 asientos y una capacidad total para 22 pasajeros que comunican barrios muchas veces de calles empinadas. El 116 sube de Gràcia al barrio de La Salut y tiene parada en la mismísima puerta del Park Güell, la de la escalinata del dragón de mosaico. En los últimos años había sido tomado por los turistas, hasta el punto de que lo llenaban desde la primera parada, dejando a los vecinos sin espacio.

Las quejas vecinales llegaron al Ayuntamiento, y en una comisión de Movilidad, en febrero, el teniente de alcalde de Seguridad y Convivencia, Albert Batlle, anunció: “Además de ofrecer otras soluciones de movilidad en el Park Güell, es importante poder eliminar el 116 de las herramientas de enrutamiento que guían a los turistas al parque y eliminar de internet las referencias a la línea 116″. “No es fácil pero lo intentaremos”, afirmó sobre la receta. Hace un par de semanas, de un día para otro, el bus ya no aparece en Google Maps o Apple Maps cuando se consulta cómo llegar al parque, reveló el miércoles la televisión municipal Betevé. Y los turistas se han esfumado del 116. El Ayuntamiento ni confirma ni desmiente que haya pedido a Google u otras aplicaciones de movilidad la eliminación de la línea. Se limita a facilitar una respuesta por escrito: “Se está trabajando en mejorar la movilidad de La Salut, tal y como nos comprometimos en febrero”. Fuentes de Google apuntan que la empresa no elimina rutas de autobús de Maps, sino que son los consorcios los que pueden solicitarlo.

Dos turistas miran el recorrido del bus 116, que ya no aparece en Google Maps, en el poste de la parada del Park Güell de Barcelona.
Dos turistas miran el recorrido del bus 116, que ya no aparece en Google Maps, en el poste de la parada del Park Güell de Barcelona.Albert Garcia

Los vecinos y los conductores del 116 celebran el cambio. Lucía es chófer fija de la línea, que sale cada 10 minutos de Joanic. “A veces me ponía de pie [en la cabina] y les decía que por favor dejaran espacio a los vecinos”, relata una profesional que conoce a los usuarios: en qué parada suben, de dónde vienen y adónde van. Los que tienen visita en el hospital de Sant Pau, los que suben al cole (hay dos en el mismo Park Güell), las señoras mayores que ya no tienen piernas para bajar y subir al mercado, las que van al supermercado... “¡Y lo bien que conduce esta muchacha!”, aplauden este jueves en el 116 bajando la empinada calle de Verdi.

A las 9:30 horas ha subido María Teresa Tomás hacia La Salut. Del médico a casa. Con una muleta. 77 años. “Aquí había que subir a empujones. A los turistas les venía de fábula: bajan del metro y tienen el bus; salen del parque y tienen el bus. Un día había una turista tumbada en los asientos reservados. Se hacía la despistada, cuando la señal de un abuelo con bastón es la misma en todo el mundo”, se quejaba. A su lado, Roser acababa de llevar a su nieto al cole. “Para la gente del barrio que lo coge cada día era tremendo lo de los turistas”. “Yo sin este bus no podría salir de casa en este barrio de cuestas. Para ir al super bajo y subo en el 116 y me traen la compra”, insistía Tomás.

El bus 116, a su llegada al Park Güell, en el empinado barrio de La Salut de Barcelona, rodeado de turistas. A la izquierda, ante la puerta principal. Y al fondo, haciendo cola en otro acceso.
El bus 116, a su llegada al Park Güell, en el empinado barrio de La Salut de Barcelona, rodeado de turistas. A la izquierda, ante la puerta principal. Y al fondo, haciendo cola en otro acceso.Albert Garcia

En el acceso del Park Güell, los empleados confirman que la parada estaba siempre llena. “Se ha notado mogollón”, celebra Sergio, que vive en una de las casas que hay delante del parque. Ha subido en bus desde Gràcia y carga bolsas con comida y dos barras de pan. “Este barrio tiene dos caras: la masificación hasta que cierra el parque y se marchan los turistas; y la tarde y noche, cuando estamos tranquilos”, resume por si no queda claro.

Ya de bajada, otro conductor explica que a menudo intentaba desviar a los turistas hacia otras líneas de bus ordinarias, con vehículos más grandes, “como el 24 o el V19″. “Pero Google es sagrado y se pensaban que les engañaba”. “Fue de un día para otro, pasar de salir de Joanic con el bus lleno desde las 11 de la mañana cada día, a llevar solo a la gente del barrio”. “Antes de la pandemia había una lanzadera específica para turistas desde Alfons X, no sé por qué no la vuelven a poner”, lamenta al volante de un modelo de bus de la marca Iveco que no mide más que una furgoneta grande.

Mientras, los accesos al Park Güell siguen siendo una romería de turistas. Por sus caras es fácil adivinar cómo han llegado. Si no pestañean, en taxi. Si están frescos, con el 24 o el V19, que paran cerca de accesos. Si rebufan, en las líneas 22, H6 o D40 y caminando un poco. O desde el metro de Lesseps. Alguno tiene buenas piernas y ha salido de paseo desde el centro: todo subida. Y, ya para nota, valientes que pedalean en bicis eléctricas de alquiler y llegan sudando. Pero nadie cita el 116. Como si no existiera.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.
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