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CÓDIGO ABIERTO
Columna
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¿Sueña tu gato con sardinas en lata?

Si compartimos la actividad onírica con muchos animales, quiere decir que los sueños han permanecido durante decenas o cientos de millones de años en este planeta

Perro y gato
Un perro juega con un gato.Westend61 (Getty)
Javier Sampedro

Ríos de tinta se han derramado sobre los sueños y seguimos sin saber qué significan, si es que significan algo. Tal vez sean reflejos distorsionados de la realidad, o una ventana a la actividad del subconsciente. Por supuesto, también hay y siempre ha habido quien los considera mensajes premonitorios, aunque eso ni tiene apoyo empírico ni la menor pinta de ser cierto. La charlatanería sobre el asunto ya era cargante incluso antes de Freud, y después inspiró a artistas visionarios como Salvador Dalí o Alfred Hitchcock por su inmenso poder de seducción plástica y narrativa. En ámbitos académicos nunca han faltado las hipótesis. Una sostiene que los sueños no reflejan la experiencia del día, sino justo lo que le ha faltado al día, como intentando compensar las carencias de la vida real. Los sueños cumplirían ahí el mismo papel que las novelas, solo que personalizadas para cada lector.

Los neurocientíficos Francis Crick y Christof Koch propusieron que el cerebro desaprende durante el sueño el atracón de datos que se ha metido durante el día, y que los sueños representan toda esa información irrelevante que se está yendo por el tubo abajo. Y desde luego tenemos la idea más perturbadora de todas, cuyo epítome acaso sea La vida es sueño de Calderón. Si los sueños son alucinaciones, ¿qué nos garantiza que nuestra experiencia consciente no sea otra alucinación? “Es obviamente posible”, escribió Bertrand Russell, “que lo que llamamos vigilia no sea más que una pesadilla inusual y persistente; no creo que yo esté soñando ahora mismo, pero no puedo probarlo”. Ya saben cómo son los filósofos. Me pregunto con qué soñaría Russell.

Pero prometí hablar de tu gato, y no lo estoy haciendo. Sí, los perros y los gatos sueñan, a juzgar por los movimientos rápidos de sus ojos mientras duermen (rapid eye movements, REM), que son la marca de agua de nuestro sueño REM, el sueño con sueños. Según la psicóloga Deirdre Barrett, de la Universidad de Harvard, caben muy pocas dudas de que perros y gatos tienen algún tipo de actividad cognitiva que se parece mucho a nuestros sueños. Pero ¿con qué sueñan? Hay indicios indirectos de que el contenido de sus sueños refleja su actividad diaria, como correr, comer, acorralar una presa o tomar el sol, pero nadie lo sabe realmente. Los sueños son una de esas cosas que se estudian peor en animales que en personas, porque estas al menos pueden contar con qué estaban soñando. Las técnicas de imagen cerebral están aún lejos de resolver esta cuestión.

El razonamiento evolutivo, sin embargo, nos conduce a una conclusión segura. Si compartimos la actividad onírica con perros, gatos y muchos otros animales, quiere decir que los sueños han permanecido durante decenas o cientos de millones de años en este duro planeta. Los biólogos saben que, si una cosa aguanta tanto tiempo en este planeta duro, tiene que ser muy importante. Cuando algo no sirve de gran cosa, la selección natural se lo carga sin el menor escrúpulo. Es la “naturaleza roja en diente y garra”, como dijo Tennyson. Entonces, ¿para qué sirven los sueños?

La idea más aguda que conozco es de los neurocientíficos Don Vaughn y David Eagleman. Nuestros sueños son sobre todo visuales, con poco contenido olfativo o auditivo. Y las áreas cerebrales visuales, auditivas, olfativas y demás compiten sin cesar entre sí por el territorio. El planeta lleva 4.500 millones de años alternando entre el día y la noche, luego todos los seres vivos hemos evolucionado en ese contexto. Y de noche sigue entrando información por todos los canales sensoriales excepto por el visual. Así que soñamos para que las áreas visuales estén ocupadas de noche y no se vean invadidas por las demás. Es solo una idea, pero bien buena.

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