ENvidia y pelotazos
Con la subida de las criptomonedas y las acciones de Nvidia vuelve la fiebre del oro tecnológica. Nos llegarán sus consecuencias, pero no los dividendos
“Si hubieras invertido mil dólares en las acciones de Nvidia a principio de año, ahora valdrían más de 75 millones de dólares”, bromea Jason Zweig en The Wall Street Journal y me hace gracia, porque muchos hemos hecho las cuentas en serio. Mil euros en estas acciones adquiridas al comienzo de enero de 2023 valdrían hoy unos 6.000. Estoy segura de que usted no las compró, y yo tampoco, a pesar de que entonces ya sentíamos la IAnsiedad de una revolución que depende del fabricante líder en chips y tarjetas gráficas, revalorizándolo hasta niveles históricos e, incluso, peligrosos. Para triunfar en bolsa, además de información, hacen falta muchas otras cosas no accesibles para la mayoría: un capital inicial, modelos de éxito cercanos, un entorno propicio, visión de oportunidad y todo lo que se suele resumir en las palabras “educación financiera”. Sin ello, da igual el volumen de la ola tecnológica, porque de las décadas de Apple, Microsoft, Amazon o Tesla solo nos llegarán las consecuencias de sus actos y los estallidos de las burbujas, pero no los dividendos.
Si, siguiendo con el ejercicio —donde somos unas estrellas de las finanzas que además de saber cuándo entrar saben cuándo salir—, hubiéramos preferido invertir en bitcoins, los mil euros serían hoy más de 3.000. Tampoco lo hicimos, ¿verdad? Añadir a la ecuación más riesgo y complejidad no ayuda, aunque sí da acceso a un tipo nuevo de jugador. “A mí me llena de ilusión que mi retiro dependa de un chivatazo que me pasó en 2014 alguien que conocía de internet y no de mis 54 trabajos”, me dice irónicamente un amigo, que compró hace 10 años y ha aguantado estoico sus hundimientos. Él está en la mitad de una vida de trabajo y aprecia la paradoja, pero es fácil entender a los chavales obsesionados con las criptos, para quienes la relación entre el esfuerzo y el dinero está tan rota que es imposible convencerles de lo contrario.
Con el auge de Nvidia y la subida de las criptomonedas —que además se retroalimentan, ya que minar vuelve a ser rentable y para ello hacen falta chips— en 2024 regresa la fiebre del oro, porque para ella solo hace falta ignorar las cuestiones éticas y ambientales de una tecnología que no es etérea, sino intensiva en impacto social y energía. La fantasía de que la riqueza está cerca crece, incitando a las malas decisiones. Cuanto peor nos va, más nos obsesiona la lotería.
En España llamamos a esto cultura del pelotazo, y los flashbacks de corrupción que vivimos estos días refuerzan la sensación de que es el espíritu del momento. Frente a ello, me gusta que el consejero delegado y fundador de Nvidia presuma de cultura del esfuerzo. Antes de ser enviado a vivir a EE UU, la madre de Jensen Huang, taiwanesa, le enseñó 10 palabras al día en inglés, un gesto que podría parecer inútil (ella no sabía pronunciarlas) pero que no lo fue en absoluto: le estaba transmitiendo tesón, no una lengua. Es famosa la anécdota de cómo ese desconocimiento familiar del idioma acabó con Huang matriculado por error en una escuela para estudiantes conflictivos donde se le asignó la tarea de limpiar baños, algo que sublimó realizándolo a la perfección, como el protagonista de Perfect Days. “Una historia de éxito de la noche a la mañana que llevó 30 años construir”, han dicho sobre la Nvidia de Huang. “Soy el producto de los sueños y aspiraciones de mis padres”, ha dicho él. El artífice de Nvidia no solo invirtió en la Nvidia de 2023, trabajó toda la vida en ella.
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