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tribuna
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Armas, árboles o fábricas

Queremos ayudar a Ucrania a luchar contra los rusos, depender menos de China, reindustrializarnos, invertir en políticas contra el cambio climático, y hacer frente a la crisis demográfica. No hemos hecho números

Olaf Scholz y Christian Lindner
El ministro alemán de Finanzas, Christian Lindner, y el canciller, Olaf Scholz, participan en la reunión semanal del Gobierno en la Cancillería en Berlín, en agosto de 2023.ANNEGRET HILSE (REUTERS)
Wolfgang Münchau

Lo que está ocurriendo en Alemania en estos momentos debería servir como signo de alerta temprana de lo que ocurre cuando se intenta hacer demasiadas cosas al mismo tiempo. Es el primer país que se enfrenta a una dura restricción presupuestaria. Esto se debe a que Alemania tiene normas fiscales más estrictas que los demás. En noviembre, una sentencia del Tribunal Constitucional alemán aplicó esas normas de la forma más estricta posible. Por otro lado, las normas fiscales de la UE también vuelven a entrar en vigor este año. Hasta ahora, los gobiernos no se las han tomado muy en serio. Pero eso cambiará en el presupuesto del año que viene.

El Gobierno francés registró un déficit fiscal del 4,9% en 2024, sin que se vislumbre una verdadera consolidación fiscal. Es posible que solo nos separen un par de rebajas de la calificación de la deuda pública francesa de la siguiente crisis de deuda soberana en la eurozona. Con Giorgia Meloni, Italia tiene una primera ministra que ha logrado evitar las pantallas de radar de los vigilantes del mercado de bonos. Pero su Gobierno tampoco está abordando el problema fundamental de la economía italiana: la falta de crecimiento de la productividad. La austeridad acecha ahora en todas partes.

Algunos de nuestros problemas fiscales vienen impuestos por acontecimientos externos. Alemania gasta el 0,5% de su producto interior bruto en ayuda a Ucrania. El Reino Unido gasta el 0,4%. Francia e Italia gastan menos del 0,1%, prácticamente nada. Esto es lo que pasa cuando te encuentras con limitaciones presupuestarias. Puedes envolverte en una bandera ucrania. Pero no puedes ayudar.

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Por si fuera poco, existe un consenso entre los miembros europeos de la Alianza Atlántica sobre la necesidad de gastar más en defensa. Alemania ha tenido problemas para cumplir el objetivo de gasto en defensa de la OTAN del 2% del PIB, lo que llevó a Donald Trump a amenazar con que no protegería a Europa de un ataque de Rusia. Durante la primera fase de la Guerra Fría, entre 1954 y 1969, Alemania gastó el 4,7% en defensa (cifras de Warwick). En la mayoría de las economías avanzadas, el gasto en defensa se redujo en las décadas de 1970 y 1980 hasta aproximadamente el 3%-4%. Y en la última década, se situaba por debajo del 2% de media. En vista de los conflictos geopolíticos presentes y futuros, el gasto en defensa tendrá que volver a aumentar, posiblemente al nivel en que estaba durante la Guerra Fría.

Dado que a los bancos centrales les resulta más difícil engullir la deuda pública sin crear inflación, serán los gobiernos los que establezcan las prioridades de gasto. La gran decisión del Gobierno de Joe Biden ha sido la Ley de Reducción de la Inflación, probablemente el ejemplo de política industrial con más éxito de la historia. Tras décadas de estancamiento, la inversión industrial estadounidense se ha disparado, pero a costa de Europa. China también está inundando los mercados con exportaciones subvencionadas. La consecuencia es la desindustrialización de Europa.

A esto se añade otra crisis: la jubilación de la generación de la explosión demográfica y el aumento de los costes para subvencionar las pensiones y pagar la asistencia a la tercera edad. Todo el mundo lo veía venir, pero pocos gobiernos hicieron las previsiones fiscales necesarias. El economista británico Charles Goodhart ve en ello el motivo de otra crisis financiera.

Occidente se enfrenta a crisis fiscales más o menos previsibles, en el gasto de defensa, en el envejecimiento de la población, en el comercio mundial y en las guerras de terceros, así como en frente del cambio climático. El gasto en defensa está fuertemente relacionado con la amenaza percibida. El coste del envejecimiento de la población es también, en gran medida, un coste fijo. No se puede negar la asistencia sanitaria a quienes la necesitan.

Entonces, ¿qué?

En Alemania ya podemos ver adónde nos lleva esto. El Gobierno alemán está empezando a reducir el gasto en medidas contra el cambio climático y las inversiones del sector público. La decisión del Partido Laborista de dar marcha atrás a su plan de gasto contra el cambio climático no es un hecho tan aislado como parece. Siempre que los países aplican medidas de austeridad, lo primero que se reduce es la inversión.

Las políticas ecológicas constituyen una parte importante de la inversión. La oposición alemana, la CDU/CSU, ya ha empezado a romper el consenso de la UE sobre la política medioambiental al oponerse a los puntos clave de la agenda verde de la UE y de Alemania, incluida la ley de restauración de la naturaleza de la UE y la propia ley sobre la calefacción doméstica de Alemania.

Hasta hace unos años, el país germano se regodeaba en la ilusión de que se convertiría en líder mundial de las tecnologías verdes. Ahora sabemos que no es así. China es la campeona de las baterías de automóviles y la tecnología solar. La Ley de Reducción de la Inflación de Estados Unidos también está atrayendo a los productores verdes y alejándolos de Europa.

Alemania incluso ha empezado a oponerse a la nueva política exterior basada en valores, que su Gobierno ha defendido hasta hace poco. La semana pasada, el Ejecutivo alemán negó su apoyo a una de las leyes más importantes de la UE con la actual Comisión Europea: una ley europea sobre la cadena de suministro para obligar a las empresas a garantizar que ninguno de sus proveedores viola las normas laborales internacionales, por ejemplo, sobre el trabajo en condiciones de esclavitud o sobre el trabajo infantil. Alemania ya aplica una versión mucho más suave de esa ley y ha descubierto que incluso esta versión de la ley supone un elevado coste de cumplimiento para las empresas.

Alemania es el canario en la mina de carbón, el país en el que las diversas colisiones fiscales se iniciaron antes. Pero no es la única.

Los países europeos pueden optar por respuestas diferentes. Es posible que algunos intenten subir los impuestos. Otros tratarán de gastar menos en defensa que los demás. La mayoría reducirá las inversiones verdes. De un modo u otro, la austeridad se acerca.

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