Don Alberto resucitado
El columnismo conservador hace contorsionismos para elogiar el triunfo del PP en Galicia tras haber criticado a Feijóo
Aimé Dandoy disfrutó estos días leyendo los análisis de la victoria del partido de don Alberto en su terruño gallego. Los sondeos de Narciso Michavila aciertan tantas veces como los relojes parados y esta vez lo hicieron. Pero como después del 23-J, cuando se dejó los pellejos en las urnas, fiarse de don Narciso es jugar con fuego, muchos columnistas creyeron que Rueda podía caer, empujado además por los errores no forzados de don Alberto. Rueda no cayó, Génova respiró, La Moncloa se llevó un costalazo y el columnismo teletubbie tuvo que hacer contorsionismos.
Diego S. Garrocho, jefe de Opinión de Abc, tuvo que girar cuando ya aceleraba por el carril de entrada a la autopista de doña Isabel. Empezó por llamar torpe a quien fuera el personaje que identificaron todos los medios como una alta fuente del PP, persona que metió los pies en el tiesto de la campaña diciendo que se abría a indultos y que los jueces no verían lo del terrorismo para los independentistas catalanes. Después Garrocho escribió que “la impredecible apuesta de los populares yerra en todas direcciones, en la estratégica y, lo más importante, en lo que atañe a los principios” y que al PP le faltan “asideros morales”. Una semana después, para dar ese giro, tuvo que buscar alguna excusa y la encontró en las encuestas, aunque solo el CIS, al que Garrocho no debe dar ninguna credibilidad, preveía una derrota popular. También achacó el error a “tantos anabolizantes retóricos” con los que “se intentó cebar el patinazo de Feijóo”. Cualquiera podría considerar que anabolizante retórico era decir que al partido de don Alberto le faltaban “asideros morales”.
En los escuálidos digitales madrileños la tónica era similar. Félix Madero escribía días antes de los comicios gallegos en Vozpópuli que don Alberto había metido “la pata” y le recordaba un consejo de Mariano José de Larra: “El gran talento no consiste precisamente en saber lo que se ha de decir, sino en saber lo que se ha de callar”. Madero le movía la silla. Decía que el liderazgo de don Alberto “sottovoce y también en off the record, empieza a cuestionarse” y que en Génova hay “un lío descomunal”. Pasaron los comicios y cuando los cuestionados eran los columnistas que habían jugado a empujar a don Alberto, Madero se puso de perfil criticando a “aquellos que no quieren reconocer el éxito de Feijóo y del PP”.
Algunos columnistas se alegraron de la victoria del PP por la parte pepera, pero no por la parte gallega, como si cualquier cosa que se salga del carril nacionalista español fuera una amenaza para la patria. Arcadi Espada escribió en El Mundo que don Alberto es “un nacionalista de la estirpe de la Convergencia que gobernó durante dos décadas Cataluña y que mantuvo a Galicia a salvo del nacionalismo a costa de practicarlo, como demuestra, por habitual ejemplo, su política lingüística”.
En esa misma línea pero elevando el tiro a la fachosférica potencia apareció este miércoles en Vozpópuli Irene González. Le pareció “una buena noticia para España” que no alcanzara el poder “el Bloque leninista secesionista”, pero tampoco parecía muy contenta con la victoria del “nacionalismo moderado del Partido Popular”. Asegura González que el PP aplica en Galicia “políticas lingüísticas y de género que están más encaminadas a cambiar a los de la tierra en la que viven que en aceptarlos” o que el PP gallego, al que compara con el PNV en Euskadi, intenta “la erradicación total del español como una de las dos lenguas que se hablan y siempre se han hablado en Galicia”.
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