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tribuna
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Sobre los cuatro grandes riesgos a los que se enfrenta la UE el próximo año

En Bruselas se aplaude a los que pronuncian discursos inspiradores sobre la integración europea, no a los que advierten de los escollos que se avecinan

Foto de familia de la reunión entre los líderes de la UE y los de los Balcanes, el pasado miércoles en Bruselas.
Foto de familia de la reunión entre los líderes de la UE y los de los Balcanes, el pasado miércoles en Bruselas.JOHANNA GERON (REUTERS)
Wolfgang Münchau

La UE ya ha sufrido tres grandes crisis esta década: Brexit, covid y la guerra de Ucrania. A medida que nos acercamos a 2024, veo otras cuatro megasacudidas en el horizonte: una victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses del próximo año; la posible derrota de Ucrania; una recesión seguida de inestabilidad financiera; y un aumento del apoyo a la extrema derecha en las elecciones europeas del año que viene. No estoy prediciendo que vayan a ocurrir las cuatro cosas. Pero es posible que algunas de ellas sí acaben sucediendo.

Los europeos han empezado al menos a considerar la posibilidad de que Trump gane. Pero no están haciendo nada al respecto. Ya en 2016 lo subestimaron. Volvieron a subestimarlo en 2020, cuando estuvo a punto de ganar un segundo mandato. La victoria de Joe Biden les adormeció en una peligrosa complacencia sobre el futuro de las relaciones entre la UE y Estados Unidos. La estrategia transatlántica de la UE se basa fundamentalmente en que Biden se quede para siempre en la Casa Blanca.

Anteriormente, los líderes de la UE también infravaloraron la dinámica del Brexit desde el principio hasta el final. Infravaloraron a Vladímir Putin. Y no vieron venir la crisis financiera de 2012. Aquí observamos un patrón. La integración europea siempre ha sido un proyecto de esperanza. Atrae a optimistas, pero también a personas con una actitud complaciente. También seduce a políticos que valoran más el simbolismo y las apariencias que el contenido. Muchos analistas proeuropeos entran asimismo en esa categoría. En Bruselas se aplaude a los que pronuncian discursos inspiradores sobre la integración europea, no a los que advierten de los escollos que se avecinan. Por lo tanto, no debería sorprendernos que la UE y los Estados miembros más grandes no estén anticipándose a las adversidades que he esbozado más arriba.

La prioridad en Bruselas es la preparación de las conversaciones con Ucrania sobre la adhesión a la UE, en lugar de la tarea más urgente de apoyar ahora mismo a Ucrania, para quien este ha sido un año terrible en el frente de batalla. La contraofensiva se ha estancado. Los pronósticos demasiado confiados de los políticos, académicos y expertos militares occidentales han resultado ser en su mayoría erróneos. El Estado Mayor ucranio discrepaba sobre la estrategia. Los líderes occidentales prometieron de más y cumplieron menos de lo que prometieron. Uno de esos líderes es Olaf Scholz. Ha estado trabajando entre bastidores para bloquear la entrega de los misiles de crucero Taurus. No quiere que Ucrania ataque el puente de Kerch, que conecta Crimea con el territorio ruso continental y que es fundamental para las líneas de suministro rusas. Por otro lado, el Gobierno estadounidense ha advertido de que su apoyo a Ucrania concluirá a finales de año, a menos que el Congreso apruebe un nuevo paquete.

Un riesgo muy poco apreciado para Europa es la economía. Alemania y Francia llevan tiempo distanciándose en lo que respecta a la energía, sobre todo en lo relativo a la energía nuclear, pero últimamente también divergen en política macroeconómica, lo cual es mucho más grave. El Tribunal Constitucional en Alemania acaba de declarar inconstitucional el presupuesto alemán, un gran paquete de austeridad que está a punto de aplicarse y que probablemente prolongará la recesión. Por otra parte, el presidente Emmanuel Macron de Francia está gastando como si no hubiera un mañana. Desde el punto de vista económico, la eurozona diverge más que nunca, aunque esta vez, la divergencia no es entre el norte y el sur, sino entre los dos miembros principales.

Pero por grave que pudiera ser una crisis económica, el más aterrador de todos los riesgos, desde una perspectiva europea, sería una victoria de Trump. Ha amenazado con poner fin a la ayuda militar y financiera a Ucrania y dejar que los europeos se ocupen de la situación por sí solos. Ellos, naturalmente, no están preparados. Tampoco están preparados para una retirada de Estados Unidos de la OTAN.

Cabría pensar que los jefes de Estado y de Gobierno de la UE debatirán posibles escenarios de crisis en su reunión de esta semana. Pero no será así. Tratarán de desbloquear una disputa interna con Hungría sobre la ayuda financiera a Ucrania, debatirán la ampliación de la UE e intentarán resolver el gran desfase que ha surgido en el presupuesto de la UE. En cuanto al futuro de la seguridad europea, en el orden del día de la cumbre solo se dice que los líderes harán balance de los progresos realizados desde que se reunieron por última vez, y que darán orientaciones adicionales, lo que es otra forma de decir que no es una prioridad.

Sé que es imposible que los políticos se preparen para todas las eventualidades. Pero más vale hacer frente a las crisis que golpearán tarde o temprano, como una desvinculación de Estados Unidos de la seguridad europea o las tensiones financieras derivadas de la divergencia económica.

La gran ganadora de la parálisis política en Europa ha sido la extrema derecha. A juzgar por sus resultados actuales en los sondeos, podría salir muy beneficiada en las elecciones europeas de junio del año que viene. Cuanto mayor sea su número, mayor será su poder para bloquear la legislación europea. Con los años, se han hecho más fuertes, más inteligentes y más subversivos. Ya no hacen campaña para abandonar la UE, sino para combatirla desde dentro. Y lo están consiguiendo. Están dictando el orden del día político en materia de inmigración y, últimamente, también en lo que respecta a la suavización de las políticas medioambientales. El centroderecha los está imitando.

Cuanto más crece la extrema derecha, más frágil se vuelve el centro político. La mayoría de los líderes políticos europeos gobiernan con coaliciones multipartidistas. La coalición alemana empezó con grandes esperanzas, pero lleva un año en permacrisis. Emmanuel Macron no tiene mayoría propia en la Asamblea Nacional francesa. Pedro Sánchez solo consiguió la mayoría tras pactar una ley de amnistía para los separatistas catalanes.

Para el año que viene, preveo que la UE seguirá apoyando a Ucrania, con palabras, dinero y armas, en ese orden. Presiento que la economía se debilitará. Todavía no veo una crisis financiera, pero sí que la extrema derecha consolidará su apoyo. No hago predicciones sobre si Trump ganará. Pero estoy seguro de que si saliera vencedor, sería una sorpresa total.

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