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Columna
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Humanos

El 75º aniversario de la Declaración Universal de Derechos coincide con la fiesta televisada de sus violaciones y el veto a un alto el fuego en Gaza

Una mujer llora este domingo junto a los cuerpos de varios palestinos muertos en ataques israelíes a Jan Yunis, en el sur de la franja de Gaza.
Una mujer llora este domingo junto a los cuerpos de varios palestinos muertos en ataques israelíes a Jan Yunis, en el sur de la franja de Gaza.IBRAHEEM ABU MUSTAFA (REUTERS)

Ayer domingo se cumplieron 75 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada por la Asamblea de las Naciones Unidas un viernes, 10 de diciembre de 1948. Se consideraba entonces que la familia humana tenía derecho a la libertad, la justicia y la paz, y que el desconocimiento de los derechos humanos origina actos de barbarie ultrajantes para la conciencia. Aunque se ha traducido ya a más de 500 idiomas, no son buenos tiempos para la lírica. La celebración del 75º aniversario coincide con la fiesta televisada de sus violaciones y el veto a un alto el fuego.

Estamos muy advertidos de cómo las redes sociales invaden nuestra privacidad y nos convierten en datos manipulables. Lo que quizá se nos escapa es hasta qué punto la corrosión de la privacidad supone el camino directo a la degradación de lo público, el impudor de personajes y de infamias que invaden nuestro mundo. Cuando Maquiavelo justificó la política moderna hablando de razones de Estado, el peso medieval de nuestro Baltasar Gracián argumentó que se trataba de razones de Establo. En el camino de vuelta a la servidumbre, eso es hoy la política internacional, una razón de establo en la que los intereses económicos e identitarios valen más que los derechos humanos.

Con los ojos habituados a Facebook, veo las noticias bajo la óptica de personas a las que quizá conozca. Pues sí, entre las víctimas hay alguna persona conocida, pero abundan las personas que merecían ser respetadas sin distinción de raza, sexo, color o religión. Una declaración universal defiende los derechos de los seres humanos que no conocemos. No son buenos tiempos para las celebraciones. Pero me niego a otra de las dinámicas actuales: el cinismo narcisista del nada tiene arreglo, todos son iguales y sálvese quien pueda. Necesito denunciar a los responsables del mal. Necesito aplaudir a los que siguen creyendo en los Derechos Humanos.

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