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Análisis
Columna
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Junts y PP ante el espejo de la amnistía

Desde el arranque de su intervención, Pedro Sánchez estableció el marco discursivo donde inscribía su programa de gobierno: la Constitución

El eurodiputado del Partido Popular Esteban González Pons gesticula durante el discurso de investidura del candidato socialista Pedro Sánchez, este miércoles en el Congreso de los Diputados.
El eurodiputado del Partido Popular Esteban González Pons gesticula durante el discurso de investidura del candidato socialista Pedro Sánchez, este miércoles en el Congreso de los Diputados.Manu Fernández (AP / LAPRESSE)
Jordi Amat

Levantó la vista de los papeles, se salió del guion y Pedro Sánchez miró hacia la bancada conservadora. “Todo el mundo pendiente de este bloque, pero no paran de hablar”. El discurso del candidato a la presidencia del Gobierno había llegado a la cuestión que ha servido y servirá para polarizar nacionalmente a parte de la sociedad española: la amnistía. Los diputados que votarán en su contra intensificaban el runrún, pero desde su casa el espectador pudo descubrir un par de silencios significativos.

Esteban González Pons, candidato al meme del día por su cara histriónica de pocos minutos antes, se descubría serio y atento en el plano que eligió el realizador. El eurodiputado popular, que en octubre de 2017 fue clave en el Parlamento Europeo y que este verano abrió un canal de comunicación con Junts, escuchaba concentrado. No era un rostro tan distinto al severo de Míriam Nogueras, la portavoz de Puigdemont en el Congreso, sin poder manifestar la teórica satisfacción de su partido mientras el candidato socialista defendía la controvertida medida que Junts querría capitalizar. Pero no puede, en último término, porque, más allá de la propaganda de consumo interno, la amnistía solo es viable en el marco de la Constitución. Dos silencios incapaces de escenificar indignación. Nogueras y González Pons. Porque el perdón señala a los partidos protagonistas de la crisis nacional y, seis años después, los sitúa frente al espejo de un fracaso que ni unos ni los otros han demostrado estar dispuestos a asumir.

Desde el arranque de su intervención, Pedro Sánchez estableció el marco discursivo donde inscribía su programa de gobierno: la Constitución. Nada distinto a lo dicho por todos los candidatos a la presidencia en el pasado democrático, por supuesto, pero probablemente ninguno repitió tantas veces la palabra en un discurso de investidura. “Solo hay democracia dentro de la Constitución”, dijo desde el arranque. Esta elección retórica es clave para la legitimación de la medida de excepción que pronto empezará a discutirse en las Cortes. No será tan fácil convencer a la ciudadanía de que la amnistía responde al reconciliador espíritu constitucional y que su aprobación cierra el círculo de la denominada “agenda del reencuentro”. Pero es probable que la deliberación parlamentaria, más allá del ruido y la tensión, acabe evidenciando que el perdón articulado desde el Legislativo —perdón, otra palabra repetida— es una demostración de fortaleza del Estado que así sutura la herida nacionalista y, al mismo tiempo, rehabilita al independentismo derrotado al encuadrarlo en el marco de la legalidad española.

“¿Cómo garantizamos esa unidad?”, se preguntó retóricamente el candidato. Ciertamente, ante el desafío independentista, se han ensayado dos caminos. Uno provocó una crisis que aún condiciona las emociones políticas del país. Otro, que se está transitando, ha neutralizado la pulsión soberanista y es condición necesaria para implementar las políticas que son la mejor alternativa al lado oscuro. Entre esas políticas, por cierto, Sánchez habló de la reforma del modelo de financiación. Ya tocaría. Mirarse en ese espejo será la otra clave de la legislatura.

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Sobre la firma

Jordi Amat
Filólogo y escritor. Ha estudiado la reconstrucción de la cultura democrática catalana y española. Sus últimos libros son la novela 'El hijo del chófer' y la biografía 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater' (Tusquets). Escribe en la sección de 'Opinión' y coordina 'Babelia', el suplemento cultural de EL PAÍS.

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