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La amnistía pija

A partir de hoy no se vuelve a poder infringir la ley si uno quiere independizar Cataluña, salvo que dentro de unos años algún partido político, por qué no el PSOE, necesite otra vez los votos de los nuevos condenados

Los diputados independentistas del Parlamento catalán aplaudían la aprobación de la ley del referéndum, el 7 de septiembre de 2017 en Barcelona.
Los diputados independentistas del Parlamento catalán aplaudían la aprobación de la ley del referéndum, el 7 de septiembre de 2017 en Barcelona.Albert García
Manuel Jabois

Parece ser (cansados de que no se diga una cosa y se haga automáticamente otra, el “parece ser” se impone antes de cada frase) que PSOE y Junts han llegado a un acuerdo de investidura del candidato Pedro Sánchez después de que ambos partidos, con el guest starring de Esquerra, redactasen una ley de amnistía que anula la “responsabilidad penal, administrativa y contable” de todos los que cometieron delitos relacionados con el proceso soberanista en Cataluña durante una década, entre el 1 de enero de 2012 y el 13 de noviembre de 2023. Es decir, los delitos de líderes de Junts y Esquerra, porque democracia también es que uno, por encima de los jueces, pueda borrar su condena vigente.

Eso significa que a partir de hoy no se vuelve a poder infringir la ley si uno quiere independizar Cataluña, salvo que dentro de unos años algún partido político, quién sabe si de nuevo el PSOE, necesite otra vez los votos de los nuevos condenados. El conflicto es largo, pero más larga y cara es la paz, sobre todo cuando es fingida.

Son, por lo demás, delitos variopintos, graves y costosos muchos de ellos, que tienen una particularidad: son delitos cometidos en su mayoría por dirigentes políticos entre aburridos y heroicos; gente instalada en el poder que, haciendo uso de su coche y su despacho oficial, se dedicó a hurtar dinero público de los servicios básicos a la construcción de un procés abocado al fracaso, y es eso, su posición privilegiada y su fracaso, lo que les ha hecho merecedores del perdón. Parece ser, por tanto, que esto no solo se ha producido atentando contra los famosos y muy prestigiados principios de igualdad de la izquierda (todos los españoles son iguales ante la ley, salvo si alguno de ellos tiene algo que ofrecerme) sino para salvaguardar, precisamente, un Gobierno de izquierdas frente a otro sostenido por la extrema derecha.

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Es decir: para que España siga siendo gobernada por la izquierda, ese Gobierno ha tenido que dejar de ser un poco de izquierdas en asuntos tan delicados electoralmente como la separación de poderes, delitos de malversación de caudales públicos, agravios entre ciudadanos; hay que decir “electoralmente” porque es el lenguaje que mejor se entiende al haber quedado claro que en cualquier otro ámbito el daño que esto pueda causar al PSOE le importa poco: basta revisar la impresionante colección de declaraciones contra la amnistía realizadas por sus líderes para saber que sus declaraciones de ahora (“amnistía necesaria”, “ejercicio de la democracia”, “amnistía que cierra heridas”, “amnistía como vía para la concordia”) dejan en evidencia las hechas cuando no creían en la democracia, en cerrar heridas y en la concordia entre españoles cinco minutos antes de necesitar los votos de Junts.

Que al final de todo, como en tantas otras cosas de la vida, lo peor no es la amnistía sino su explicación. El pretender semejante desconexión entre la gente y sus gobernantes para no decir lo que es obvio hasta para los lápices menos afilados del estuche, aunque quién sabe si bien pagados: que la amnistía es lo que se le ha ocurrido a Junts para apoyar la investidura, o dicho de otra manera, las elecciones generales han sido la vía más rápida para que el cobarde Puigdemont, tan distinto de Junqueras y otros, pueda volver a dormir en casa.

Quien desde el PSOE se consuele señalando a los que rezan enfebrecidos en la calle, gritan fascistadas o ejecutan esa misión tan delicada de hacer que los votantes de izquierda piensen “ni tan mal la amnistía antes de esta recua” cometerá una temeridad. Y sí, puede que salga bien. Y no, no es el apocalipsis ni se va a romper nada. Pero el precio está por determinar dentro de unos años. Prueba de ello es que, llegados a un punto de la negociación hace unos días, la repetición electoral era inasumible ya. Por algo sería.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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