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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Canarias no es solo una emergencia

La crisis migratoria que vive el archipiélago es el símbolo del fracaso de las políticas migratorias

Un grupo de inmigrantes subsaharianos rescatados por Salvamento Marítimo en aguas cercanas a El Hierro, en el puerto de La Restinga el pasado día 5.
Un grupo de inmigrantes subsaharianos rescatados por Salvamento Marítimo en aguas cercanas a El Hierro, en el puerto de La Restinga el pasado día 5.Gelmert Finol (EFE)
El País

Canarias vuelve a ganar protagonismo en el mapa migratorio. En lo que va de año, las llegadas de inmigrantes, más de 20.000, ya superan las de todo 2022. A este ritmo, se superarán con creces las registradas en 2020, cuando el archipiélago se convirtió en escenario de una crisis humanitaria como no se vivía desde 2006. El Gobierno ha aprendido algunas lecciones de aquella experiencia y hoy el sistema de acogida es más fuerte. También los rápidos traslados a la Península, un asunto espinoso hace tres años, están evitando el colapso en las islas.

Sin embargo, la situación de emergencia de Canarias no debe opacar el contexto en el que se produce. Las rutas cambian, se reactivan, se desbordan o se controlan, pero la inmigración no es coyuntural: es un desafío global al que no se están aplicando recetas eficaces. En el último siglo, la movilidad humana ha crecido en complejidad. Los seres humanos abandonan sus hogares por motivos muy diversos: huyen de guerras y de conflictos, de la esclavitud o de la mutilación genital, pero también de las consecuencias de la crisis climática y, de forma igualmente legítima, de la falta de oportunidades. En muchas ocasiones, ni siquiera huyen, emigran para reencontrarse con maridos, padres o hijos ya establecidos legalmente en Europa.

A esta realidad estructural e imparable la UE responde fundamentalmente en clave de seguridad. Su estrategia consiste en financiar a los países de origen y tránsito para que controlen sus fronteras, para acabar con las mafias y para gestionar las expulsiones. Ese enfoque podría ser válido si no fallara sistemáticamente. Y, sobre todo, si la Unión insiste en no acercarse a las causas de la emigración con nuevos enfoques, algo que no necesariamente pasa por extender un cheque. Por eso es fundamental que el Pacto Migratorio, desbloqueado pero aún en vías de aprobación, no se cierre sin agotar todas las vías.

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Los nuevos enfoques implicarían, por ejemplo, revisar los acuerdos que la UE mantiene en África y que, muchas veces, asfixian a las poblaciones locales. Decenas de los senegaleses llegados estos días a Canarias son pescadores cansados de que los barcos extranjeros vacíen sus caladeros. Las nuevas recetas pasarían también por diseñar una política de visados más flexible para que la expectativa de migrar de forma legal sea una opción viable y segura para un estudiante senegalés que no pertenezca a la élite de su país o para una madre marroquí que quiera vivir con su marido, instalado en España. La apertura de vías seguras sería otro elemento a tener en cuenta: nadie se sube a un cayuco si tiene otra opción.

La apuesta necesita audacia porque ningún líder europeo que se atreva a presentar nuevas fórmulas podrá vender resultados inmediatos. El problema es que las viejas llevan años probando su ineficacia.

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