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Globalización
Columna
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Sur Global, es decir, geopolítica

Usar este término tiene mucho sentido, pues no se trata de un bloque regional clásico sino de la expresión lingüística de una realidad geopolítica emergente

Una familia en una favela de Río de Janeiro, Brasil
Una familia en una favela de Río de Janeiro (Brasil), en una imagen de archivo.Mario Tama (Getty Images)

Sur Global es un término geopolítico, no geográfico, de utilización creciente. En países no occidentales de habla inglesa como India, Filipinas o Sudáfrica ya es de uso común. Remite a una realidad mundial heterogénea que, pese a caracterizarse por denominadores comunes, también tiene contornos imprecisos y se ve sometido a utilizaciones no siempre consistentes. Además, su dinamismo semántico y su recepción cultural diversificada, en lugar de simplificar su estandarización, lo hacen susceptible de controvertidas instrumentalizaciones.

Su frecuencia de uso periodístico tiende a incrementarse cuando se acercan eventos como la Asamblea General de la ONU o cumbres de bloques como el Grupo de los 77 o los BRICS. En un artículo publicado la semana pasada por el Financial Times, el columnista británico Alan Beattie sugirió dejar de utilizarlo, tanto en el lenguaje informativo como en la jerga analítica. Pero seguir usándolo tiene mucho sentido: ni es un esnobismo, porque tiene raíces, ni está desconectado de la realidad, porque remite a un universo identificable que gana peso en el mundo.

Sur Global se refiere, de hecho, a un conjunto de países, geográfica y culturalmente heterogéneos ―al punto de que, muchos, están en el Hemisferio Norte― que, con todo, comparten dos rasgos fundamentales: padecieron en algún momento procesos de colonización (algunos especialmente traumáticos) y se sienten ninguneados en la distribución de recursos y en la toma de decisiones que caracterizan al sistema mundial contemporáneo. No se trata, por ende, de un bloque regional clásico sino de la expresión lingüística de una realidad geopolítica emergente.

El concepto en cuestión entronca, además, con una larga tradición de pensamiento que va mucho más allá de la primera vez que fue literalmente utilizado, en 1969. La socióloga australiana Raewyn Connell, autora de ‘Southern Theory’ (2007) remonta dicha tradición hasta ‘La questione meridionale’, ensayo escrito por el intelectual italiano Antonio Gramsci en 1926 y establece además conexiones con toda una serie de conceptos sucesivamente problematizados por las ciencias sociales: centro/periferia; norte/sur; oriente/occidente; desarrollo/subdesarrollo…

El denominador común de todos esos conceptos ―incluyendo al más reciente, ‘Sur Global’― es que su enunciación supone una enmienda a concepciones armónicas del sistema-mundo, del desarrollo humano y del bienestar social. Lo mismo puede decirse, en nuestra contemporaneidad, de otro familiar neologismo de uso muy común, Globalización. De hecho, frente a concepciones hegemónicas idealistas, que tienden a relativizar cleavages, se desvelan malestares distributivos demostrables, síntoma de una realidad mundial polarizada.

No por casualidad, en los países del Sur Global tienden a gustar poco otras definiciones que se supone que también harían referencia a ese mismo universo: ‘países en desarrollo’, ‘mercados emergentes’ o el ya pasado de moda y políticamente incorrecto, ‘Tercer Mundo’. En esos tres casos se realizan observaciones, parecidas a las de Beattie, pero inversas: se arguye que se trata de términos que remiten a realidades heterogéneas e imprecisas y que además suelen verse sometidos a instrumentalizaciones, no solo inconsistentes sino, incluso, despectivas…

‘Sur Global’ es también el término con el que muchos países se sienten cada vez más a gusto cuando se habla de ellos en el marco internacional. Por expresarlo en términos más poéticos, podría tratarse de una de las respuestas a la pregunta con la que la filósofa india Gayatri Spivak arranca toda su reflexión intelectual: ¿Puede el subalterno hablar? Pues lo hace y al parecer expresa que es así como le gusta ser llamado porque ese término establece una línea de distinción con los antiguos colonizadores o con aquellos que se benefician de la Globalización.

Por otro lado, hablando de antiguos colonizadores, Sur Global también tiene muchas similitudes con otro término de uso frecuente en la política internacional: Occidente. Se trata, también en ese caso, de un concepto generador de identidad geopolítica y cultural que representa a países de un área geográfica de contornos, nuevamente imprecisos, con la que además hay muchos otros países del mundo ―como los latinoamericanos― que no se sienten identificados. Ello demuestra que conceptos imprecisos como Sur Global no son, en realidad, tan excepcionales.

Y no lo son porque ambos términos remiten, como ya ha sido mencionado, a la utilización política de conceptos geográficos, es decir, a la geopolítica. De hecho, eso es lo que explica que uno de los grandes representantes simbólicos del Sur Global sea India o que, en poco más de treinta años, la mayoría de los países de Europa ‘del Este’ se hayan convertido en indudablemente ‘occidentales’. También, que un país como China, con el segundo PIB del mundo, sea considerado Sur Global o que Japón, oriental, acostumbre a ser clasificado en el bloque occidental.

Cosa muy diferente son los BRICS, como durante la Guerra Fría lo fue el Movimiento de los No Alineados. En ambos casos se trata de términos geopolíticos aunque, también, de realidades institucionales tangibles y, por tanto, de actores internacionales construidos sobre una identidad que, hoy por hoy, emana de la difusa idea de Sur Global, todo un referente. Cuesta pensar, en un contexto así, que la loable intención de acabar con imprecisiones e inconsistencias a la hora de describir y problematizar nuestro mundo pase por dejar de escribir el término en cuestión.

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